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Milei defiende con insultos su posición ante la primera disidencia que se presenta. No tolera el debate y defiende con uñas y dientes lo que ha leído ayer, en que figuran célebres personajes, que se ve, él venera como si alguien en el pasado hubiese podido apropiarse de la verdad y ya nunca más la hubiese perdido. Milei está con nosotros para defender la propiedad de la verdad, según su limitado saber, como el de todo humano.
Es una especie de fanático de sus opiniones, un verdadero disparate para un hombre que en el lugar que está deberá lidiar con el mundo de la incertidumbre. Su fanatismo tiene en suma un temible parecido al que ostentan los conversos religiosos, aunque a él no se le conozcan posiciones anteriores en que con el mismo ardor hubiese defendido cuestiones contradictorias a las de hoy.
Es posible pensar en un presidente con semejante tozudez y a la vez, tal como se ve, tan susceptible a ser influido por opiniones de un círculo estrecho, a veces ya conocido porque ha actuado en anteriores gobiernos neoliberales sin ningún suceso, sino todo lo contrario. O asesorado mágicamente con mediums que se dedican a estudiar la comunicación entre especies animales diferentes.
Tanto exotismo, tanta violencia, tanto mesianismo no ha de ser bueno para vivir en un régimen político democrático, caracterizado por el pluralismo y la búsqueda necesaria del consenso para que la crisis social no dé lugar a la generación de un estallido.
A su inabordable criterio se le suman los que vislumbran en él el rechazo de las mejores y más auspiciosas políticas de estado que había asumido en los últimos 40 años la democracia argentina. Está acompañado en la fórmula por una negacionista activa que aun cree en la teoría de los dos demonios y por algunos ex militantes del proceso de organización nacional que buscan de una vez por todas acabar con los juicios por crímenes de lesa Humanidad y hacer posible un indulto generalizado de aquellos que aún cumplen condena
También señala como programa, la distribución de vouchers para acceder a la educación intentando borrar de un plumazo la educación pública. Y en el mismo sentido intentar una vez más arancelar los hospitales públicos y las universidades.
Su motosierra da para mucha destrucción más. ¿Puede ser comprensible que por más postergada que estén las expectativas de muchos jóvenes en el país adhieran a este programa neroniano que propone Milei?
Entonces perderán la única posibilidad de acceder alguna vez al bienestar que supieron conocer muchos argentinos desde mediados del siglo pasado. Bienestar que la derecha como la de Milei amenaza con derogar mediante la discrecionalidad menos democrática.
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