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23/04/2023

El mapita

El mapita | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

En esta contienda electoral se jugó también la identidad de un partido que supo hacer de la misma su llave maestra. Sin embargo esta vez no traccionó.

Carlos A. Lator

La derrota del oficialismo provincial el pasado 16 de abril tiene muchas aristas. También varias explicaciones, a pesar de que no abundan por estos días autocríticas ni manifestaciones.

Una provincia con el 40 por ciento de pobres y un déficit de 100 mil viviendas ya es de por si una carga muy pesada para un gobierno que tuvo que competir con un candidato que vendió muy bien la idea de cambio y de amplitud política. Lo hizo sin embargo alguien que hasta hace muy poco formó parte de ese mismo riñón.

Si bien existen otras lecturas más proclives a examinar la coyuntura electoral, también es cierto que en estas elecciones pesó muy fuerte el hartazgo de la ciudadanía por un modo de construcción política y una forma de mantener el poder. Y este es un sayo que no sólo le cabe al MPN, sino también a la oposición encabezada por el Frente de Todos.

Se castigó el favoritismo, “la mesa chica” y la falta de democracia a la hora de generar propuestas y armados políticos. Unas prácticas que de un tiempo a esta parte ahogan toda posibilidad de escuchar otras voces y promover espacios de participación.

No es casual entonces que hayan perdido parientes, candidatos eternos y figuritas repetidas que hace más de dos décadas deambulan buscando, sin utopías, la bendición por un cargo.

En efecto, las urnas le dieron la espalda a las familias del poder, a la “dedocracia” y al “detrás de escena”, una maña endémica que pulverizó la posibilidad de construir, frente a las dos variantes del partido provincial, una alternativa sólida y con vocación de poder.

La malograda resolución del histórico conflicto de salud, la explosión de la escuela de Aguada San Roque que se cobró la vida de tres personas, el escándalo por los hechos de corrupción en el Ministerio de Desarrollo Social y el bochorno que significó inhabilitar a un partido político a pocos días de la elección -medida que después quedó sin efecto- fueron claras señales del manejo político de la justicia y del nepotismo enquistado en la administración pública provincial.

En esta contienda electoral se jugó también la identidad de un partido que supo hacer de la misma su llave maestra. Sin embargo esta vez no traccionó. Produjo todo lo contrario: la repugnancia contra un gobierno que actuó como patrón de estancia y que llegó al extremo de atribuirse la paternidad de los símbolos provinciales.

Las elecciones no se ganan sólo a partir de lo que pueda representar o seducir un candidato, sino sobre todo, por las expectativas y esperanzas colectivas que despierta. El común de la gente no se enreda en discusiones teóricas o académicas, aunque eso no implica que carezca de ideas políticas, y mucho más en una provincia donde la política está a flor de piel. Esas ideas de cambio se subestimaron y entonces el pueblo, dio su veredicto.

Ahora le toca al gobernador electo, Rolando Figueroa, demostrar que ese cambio es positivo y no más de lo mismo.

Las intimidaciones, el despilfarro de recursos y las promesas de futuro, esta vez no alcanzaron para ganar las elecciones. El mapita tampoco.

29/07/2016

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