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Columnistas
23/04/2023

Primer país en avanzar, ¿primero en retroceder?

Primer país en avanzar, ¿primero en retroceder? | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Luego de los gobiernos populares en los primeros tres lustros de este siglo en Suramérica, se instalaron regímenes de derecha y neoliberales. En Argentina, antes que en cualquier otro lugar, esa tendencia se rompió cuando Macri no consiguió su reelección. Hoy el peligro es volver para atrás, y a algo mucho peor.

Miguel Croceri

Por una virtuosa convergencia de causas y azares (como diría poéticamente Silvio Rodríguez), en los tres primeros lustros de este siglo predominaron en Suramérica gobiernos populares y soberanistas, que según cada caso y en base a diferentes interpretaciones solían ser denominados “de izquierda” o “de centroizquierda”, o “nacional-populares”, o “progresistas”, o “reformistas”, o en algún caso “revolucionarios”.

El proceso estuvo personalizado en las figuras de Hugo Chávez, Lula Da Silva, Néstor Kirchner y Cristina, Evo Morales y Rafael Correa, con aportes de José “Pepe” Mujica y el Frente Amplio de Uruguay, más la breve experiencia de Fernando Lugo en Paraguay, y también contribuciones parciales bajo las presidencias de Michelle Bachelet en Chile.

Esa etapa logró su auge al concluir la primera década del siglo, y quizás una de sus mayores escenificaciones tuvo lugar en Buenos Aires el 25 de mayo de 2010, durante los festejos por el Bicentenario del primer gobierno patrio. A esas celebraciones concurrieron los presidentes antes nombrados, e incluso algún otro de signo ideológico distinto que debió adaptarse protocolarmente a la situación.

Hacia fines de ese año, el 27 de octubre, se produjo el fallecimiento de Néstor Kirchner, lo cual significó -además del extremo dolor personal para Cristina y su familia, y de un sentimiento similar generalizado en gran parte del pueblo argentino- la pérdida de unos de los líderes del histórico fenómeno suramericano.

Con el tiempo, Estados Unidos y las derechas locales planificaron y ejecutaron las estrategias para derrotar a los procesos populares, a los que comenzaron a denominar “populistas”, cargando a ese término con significaciones de maldad, negatividad y peligro para las sociedades.

Los métodos para desalojar a líderes y/o fuerzas políticas que, en esos años, cuestionaron la hegemonía imperial estadounidense en la región, los intereses de los capitales trasnacionales y el predominio de las oligarquías de cada país, fueron variando según las circunstancias específicas de cada país.

Lo cierto es que en poco más de cinco años, no quedaba ninguno de aquellos gobiernos. Aunque Venezuela siguió resistiendo -hasta hoy- pero destruida en sus bases productivas y en su convivencia social por el sabotaje económico de Estados Unidos y la Unión Europea, por las amenazas e intentos de invasión militar, y por una implacable guerra diplomática y de propaganda contra el país.

Hugo Chávez murió en 2013 y fue una enorme pérdida que sufrió el proceso de gobiernos populares y soberanistas. Las autoridades que lo sucedieron, con el presidente Nicolás Maduro al frente, sostienen que el líder bolivariano fue víctima de ataques químicos que dañaron su salud hasta provocarle la muerte.

En Argentina, en 2015 la derecha local e internacional consiguió el triunfo electoral de Mauricio Macri. Lo hizo mediante un gigantesco aparato de mentiras (fake news) y engaños a la opinión pública, que incluyeron hacer creer a una parte de la población que el gobierno de Cristina Kirchner había matado al fiscal Alberto Nisman, y que el entonces candidato a gobernador de Buenos Aires, Aníbal Fernández, era el jefe que había ordenado asesinar a tres personas en el llamado “triple crimen de General Rodríguez (una ciudad bonaerense)”, suceso vinculado con el narcotráfico.

En 2016, el corrompido Parlamento de Brasil derrocó a la presidenta Dilma Rousseff, luego de años y años en que las cadenas mediáticas de derecha y el aparato judicial mafioso atacaron día tras día al Partido de los Trabajadores (PT), liderado por Lula, hasta convertir a esa fuerza política, a su líder y a la jefa del Estado en objeto de odio por parte de amplios sectores sociales.

El paso siguiente para asegurarse la derrota de la experiencia popular del PT brasileño fue perpetrar juicios fraudulentos contra Lula para finalmente meterlo preso y proscribirlo, de modo que no pudiera presentarse como candidato en las elecciones de 2018.

En Ecuador la manera de destrozar a la Revolución Ciudadana que encabezó Rafael Correa, consistió en cooptar a Lenín Moreno. Este había sido vicepresidente en el periodo “correísta”, además de haber ocupado otros cargos. Fue el candidato del oficialismo en las elecciones pero, tras haber ganado, dio una vuelta de 180 grados y se convirtió en el representante de la oligarquía ecuatoriana y de los planes de dominación de EE.UU.

El régimen instaurado por el tránsfuga Moreno provocó el exilio y la persecución del propio Correa y de distintos/as dirigentes de su sector, así como el encarcelamiento de otros/as. Jorge Glass, un “correísta” elegido como vice de Moreno, fue destituido a los pocos meses mediante acusaciones penales inventadas, y está prisionero desde 2017, con periodos en los que ha obtenido la detención domiciliaria.

En Bolivia, finalmente, Evo Morales fue derrocado en noviembre de 2019 por un golpe de Estado perpetrado por los altos mandos policiales y militares, apoyado por bandas criminales civiles -vinculadas, a su vez, estructuras policial-militares- que desataron la violencia en las calles para generar el caos social.

Fin de la segunda década del siglo

Cuando estaba por finalizar la segunda década del siglo XXI, no quedaba en el poder ninguno de los líderes o fuerzas populares que habían gobernado desde principios de la centuria.

En cambio, Macri encabezaba un régimen de derecha y neoliberal en nuestro país, Michel Temer -presidente de transición tras el derrocamiento de Rousseff- y luego el ultraderechista Jair Bolsonaro tomaron el poder en Brasil, el tránsfuga Lenín Moreno implantó en Ecuador también un régimen de derecha y neoliberal, y a fines de 2019 se instaló en Bolivia la dictadura cívico-policial-militar que tuvo como mascarón de proa a Jeaninne Áñez.

En tanto (como antes se mencionó), la Revolución Bolivariana de Venezuela se mantuvo en el poder pero a costa de enormes sacrificios para el pueblo y de una pavorosa destrucción de la economía nacional causada por el sabotaje estadounidense y europeo.

Pero en el medio de la oleada de gobiernos oligárquicos y pro-norteamericanos que dominaban a la región en la segunda mitad de la década de los años ‘10, en Argentina, antes que en cualquier otro lugar, se rompió esa hegemonía antipopular y sometida al dominio de Estados Unidos.

En las elecciones primarias de agosto de 2019 y en las generales de octubre de ese año, una mayoría ciudadana derrotó en las urnas el intento reeleccionista de Macri e impuso el triunfo de la fórmula presidencial del Frente de Todos, integrada por Alberto Fernández y Cristina Kirchner.

Previamente, a fines de 2018, se había producido un cambio político histórico en México, con la llegada al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Dirigente de profunda raigambre en las clases empobrecidas en su país, con profundas convicciones patrióticas, nacionalistas y democráticas, el mandatario representa un faro para la paz, la soberanía y la integración continental, a pesar de estar obligado a negociar permanentemente con el imperio norteamericano con el cual su país comparte una frontera de más de 3.000 kilómetros.

Pero en el sur de América, la victoria del Frente de Todos en Argentina recreó el clima continental de resistencia a la derecha y al neoliberalismo, y en los años siguientes, con figuras conocidas o con otras nuevas, expresiones políticas representantivas de las mayorías sociales oprimidas y de los intereses nacionales, recuperaron legitimidad y llegaron a ganar mediante elecciones los gobiernos de diferentes países.

En Bolivia, la dictadura resultó efímera y ya para noviembre de 2020 -un año después del golpe- debió convocar a votaciones libres en las que triunfó ampliamente Luis Arce, candidato del MAS (Movimiento al Socialismo) fundado en su momento por Evo Morales.

En Chile, donde a fines de 2019 había comenzado una rebelión popular que se extendió por largos meses y solo fue interrumpida por la pandemia del Covid, se gestó una alianza progresista y un nuevo liderazgo que lograron vencer en los comicios de principios de 2022, y que tiene como figura emblemática al joven presidente progresista Gabriel Boric.

Por último (dicho esto solo por el orden cronológico), el gran acontecimiento histórico de recuperación popular en Suramérica tuvo lugar el 1ro. de enero de este año en Brasil, cuando Lula Da Silva volvió a asumir como presidente de la República tras derrotar, en segunda vuelta y por una diferencia mínima, a Jair Bolsonaro.

El extremismo y la violencia bolsonarista en el poder dividieron no solo al conjunto de la sociedad, sino incluso a los factores de poder empresariales, al Poder Judicial y a la derecha partidaria-institucional. Parte de los sectores que habían apoyado al golpe contra Rousseff y el PT, el encarcelamiento y proscripción de Lula, y finalmente el ascenso de Bolsonaro, rompieron su alianza con el jerarca ultraderechista.

Así se generaron las condiciones para que Lula fuera liberado de prisión y se le rehabilitaran sus derechos políticos -entre ellos, el de ser candidato-, y de tal modo consiguió vencer nuevamente en las urnas. Esta vez, no obstante, lo hizo aliado con importantes sectores de la centroderecha convertidos al anti-bolsonarismo, y bajo asedio de la derecha extremista y violenta que el 8 de enero intentó dar un golpe de Estado cuando solo había pasado una semana desde la asunción del nuevo gobierno.

Planes de la derecha y la ultraderecha

En 2019 Argentina fue la primera Nación en avanzar para doblegar a la oleada derechista y neoliberal en el continente, y sin embargo hoy existen fuertes incertidumbres respecto de que el Frente de Todos (eventualmente con otro nombre si hubiera cambios en la composición de la coalición liderada por el peronismo) pueda revalidar su poder mediante el voto ciudadano.

En caso de que en las elecciones del 22 de octubre -con la instancia previa de las elecciones primarias de 13 de agosto- se alzara con el triunfo una alianza de la derecha más la ultraderecha, el nuestro sería el primer país en retroceder a los abismos de un régimen oligárquico y ultra-reaccionario.

Los planes de la coalición antipopular y las corporaciones a las cuales responden, incluyen entre otros: arrasar y extranjerizar los recursos naturales de la Nación; volver invadir el país con productos importados que destruyen la industria nacional, provocan al cierre de empresas y dejan a los/las trabajadores/as en la calle; eliminar derechos y conquistas de las clases trabajadoras; y aumentar la edad para jubilarse y destruir -como hizo el menemismo en los años ‘90- el sistema previsional público, para que la jubilación deje de ser un derecho y se convierta de nuevo en un negociado financiero de grandes capitalistas.

Asimismo, planean someter al país a los intereses geopolíticos de EE.UU., con el riesgo de involucrar a Argentina en guerras y conflictos completamente ajenos al desarrollo y a la paz que necesita nuestra Patria; rearmar el sistema clandestino de espionaje, persecución a opositores/as y encarcelamiento de dirigentes y militantes populares, que ya fuera montado por el macrismo junto con el aparado judicial corrompido y las grandes cadenas mediáticas; y en general abolir paulatinamente el Estado de Derecho, las libertades públicas y los derechos democráticos.

También existe la posibilidad de que un gobierno de derecha/ultraderecha resuelva eliminar la moneda nacional e implantar para siempre el dólar, con lo cual nuestro país seguiría siendo en lo formal una Nación independiente, con sus nombres, sus símbolos y su apariencia de soberanía, pero económicamente pasaría a ser una provincia monetaria de Estados Unidos.

Los peligros son máximos para el futuro de varias generaciones de argentinas y argentinos. Nadie sabe cuál va a ser el resultado electoral, pero las perspectivas contienen indicios muy adversos y contrarios al bien común y los intereses generales de la mayoría de la sociedad.

Así como Argentina fue el primer país en romper la hegemonía oligárquica y pro-norteamericana en el continente hacia finales de la década pasada, hoy está ante el riesgo de ser el primero que habilite una nueva etapa de despojos y humillaciones para nuestro pueblo, lo cual constituiría a su vez una amenaza para toda América Latina.

29/07/2016

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