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El Congreso chileno aprobó una ley que reduce la jornada laboral a 40 horas semanales. La norma pretende reducir la jornada de 45 a 40 horas de forma gradual en los próximos cinco años. Es decir, se comenzará con la reducción a 44 horas semanales el primer año, y subsiguientemente 1 hora laboral por año. Contempla la posibilidad que las horas se acumulen en cuatro días semanales y dejar tres para el descanso.
Más de 200 organizaciones sociales de todas las regiones del país, entre ellas cámaras empresarias y obviamente sindicatos, reactivaron el proyecto de Ley por iniciativa del presidente Gabriel Boric. Largos debates fueron modificando el proyecto inicial hasta llegar al proyecto convertido en Ley. Más de 5 millones de trabajadores/as serán beneficiados/as. La realidad en Chile, como en todos los países de América Latina es que las personas en relación de dependencia que están registradas legalmente, trabajan más tiempo. En los empleos donde la rentabilidad empresaria es mayor, mayor también es la flexibilización laboral. Sucede con los regímenes laborales de empresas multinacionales instaladas en los grandes centros urbanos chilenos, como así también en las empresas mineras con los “regímenes excepcionales de jornadas”, dónde los abusos empresarios no son tan excepcionales. Pero también hay claros ejemplos de este lado de la cordillera, como lo es la adenda de trabajadores/as petroleros/as para la explotación de hidrocarburos no convencional. Se trabaja más horas de lo permitido, haciendo una persona el trabajo de tres, a veces cobrando algún plus y otras veces ni siquiera eso. Por poner algunos ejemplos de trabajo registrado y “bien pago”.
Si nos remitimos a las estadísticas de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), herramienta que algunas veces utilizan las propias empresas para argumentar en contra de la baja de horas laborales, la realidad chilena indica (datos de enero de 2023), que las personas empleadas trabajaron un promedio de 36,8 horas semanales. Esta situación no es exclusiva del país trasandino. En la totalidad de los países de Latinoamérica, según la OIT, las horas trabajadas semanalmente son menos que lo exigido por Ley. Por ejemplo Ecuador, que rige desde hace algún tiempo por ley las 40 horas laborales semanales, en la realidad baja a 34,5. En países como Bolivia y Perú donde la exigencia por Ley es de 48 horas el promedio de horas trabajadas semanalmente es de 38,5 y 37,3 respectivamente. Otro ejemplo es nuestro país, desde 1929 se estableció que las jornadas no pueden superar las 8 horas diarias o las 48 horas semanales, pero la realidad indica que se trabaja 10 horas menos en la semana.
Si esta estadística sólo se refiriese a los trabajadores “registrados”, sería innecesaria una ley de reducción de la jornada laboral. El problema es que está calculada promediando las horas laborales de los trabajadores “sin derechos”, “los no registrados”, que al ser contratados a destajo o hacer “changas”, tienen jornadas cortas –y hasta discontinuas- que alteran el promedio del universo de personas con empleo. (En nuestro país, por ejemplo la mitad de ellas están sin registración, es decir sin derechos laborales). En la medida que el trabajo registrado es más alto, la brecha entre la cantidad de horas de trabajo establecidas por ley y los datos de la OIT se achican.
En fin, mucha sangre constó conseguir las 8 horas diarias de trabajo. Ojalá, que como en Chile, se logre la reducción de horas de jornadas laborales con diálogos y entendimientos entre las partes, por el bien de todas las personas que trabajan, pero principalmente por el bien de la humanidad.
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