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El discurso pronunciado por el presidente Fernández a la Asamblea legislativa y a todo el pueblo, el pasado 1 de marzo tuvo un tono institucional y de defensa de su gestión verdaderamente remarcable. Puntualizó sector por sector lo realizado, ilustrando en vivo con la presencia de algunos beneficiarios de los proyectos, que dieron testimonio y realismo a las afirmaciones del presidente en plena asamblea.
Desde los palcos las mencionadas personas, anónimas, señalaban con sus manos signos de aprobación y agradecimiento. Eran una muestra palpable de lo realizado y lo curioso es que todo era un aval a la gestión del presidente que mostraba lo que habitualmente no se menciona en los medios ni en los corrillos de los dirigentes de cualquier color. Es que el gobierno lucha también contra la desinformación.
Sirvió para que Cristina a su lado esbozase una tenue sonrisa que queremos creer de aprobación y que todo el oficialismo quizás comenzara a confiar en el carácter y la capacidad de Fernández para liderar momentos críticos.
Un amigo me sacó de mi grata sorpresa diciendo, pero es solo un discurso, o sea válido para una determinada agrupación allí reunida y para nadie más. Es cierto, pero yo creo en el poder multiplicador de la palabra del Presidente simplemente porque mostró una actitud hasta ese momento desconocida y coherente con el pensamiento de la primera minoría que representa. Y admito que si bien su estilo nunca fue demasiado peronista, sí lo fue su contenido. Además de eludir como anécdota la jerga neoliberal con absoluta prolijidad.
Finalmente la crítica, face to face, a los dos miembros de la Suprema Corte de Justicia allí presentes, Rosatti y Rosenkranz, que tuvieron calladamente que soportar delante de todos, el énfasis y el peso de los argumentos del Presidente sin poder refutar, dejando a la prensa en la disyuntiva de omitir los argumentos dichos por Fernández que denostaban a la Corte o iniciar la refutación que hubiesen formulado los dos supremos allí sentados en inescindible alianza con los medios hegemónicos. Es que los cargos si bien conocidos, fueron de mucho peso y dichos sin titubeos ni eufemismos.
Fernández les recordó los términos de la ley convenio, Provincias y Nación, donde no participara la ciudad de Buenos Aires, que es la de Coparticipación Federal de impuestos en el reciente fallo de la Corte a favor del Tesoro de CABA, cometiendo una flagrante intromisión de la Corte en el Poder Legislativo.
Hizo hincapié en la malévola interpretación del Código Penal Argentino, introduciendo interpretaciones con valor de aplicación según la extracción política del imputado.
El discrecional manejo de la prisión preventiva y sus deliberadas y más que frecuentes actitudes de parcialidad en sus fallos, que le han quitado garantías del debido proceso a su accionar.
Pueden hacerse críticas de algunas omisiones, pero le ha tocado gobernar deshaciendo un imposible nudo gordiano de conflictos, en parte fundamental como herencia deliberada del macrismo, que sembró el futuro del país con graves situaciones de dependencia que afectan toda su estructura soberana.
Lo que hizo Fernández fue mantener a flote al país, con pandemia incluida, aunque apenas haya podido salvarlo del naufragio, manejando los fondos públicos sin un solo reproche de corrupción y construyendo, con demasiada incomprensión propia y ajena, la movilidad social que caracteriza al movimiento peronista en plena crisis económica.
Hay matices y efectividades conducentes, como decía Yrigoyen, que diferencian a los políticos populares y democráticos, y eso no pasa solo en la Argentina. pasa en otros países en que la democracia se construye en base a partidos políticos. Ya lo señalaba Norberto Bobbio en su volumen Izquierda y Derecha.
No hay una sola manera de llegar felizmente a los óptimos sucesivos de una realidad histórica. La política es una red interconectada donde múltiples factores inciden en la decisiones, la mayoría de las veces desconociendo los errores que son inherentes a las mismas. Por ello tiene valor inigualable, porque los errores se pueden enmendar apoyado en su continuidad y su coherencia, si se cuenta con el escrutinio de la participación popular.
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