La próxima elección a gobernador e intendente de la ciudad de Neuquén podría parecerse a aquella elección de 1987 en que por primera vez de manera significativa, el partido provincial afrontó el desprendimiento de un sector que fue oposición interna en la selección de candidatos de aquel año.

La interna se dio entonces entre el candidato Pedro Salvatori oficialista y el del Movimiento de Acción Política (MAPO) Luis Julián Jalil.

El origen de la disidencia se basaba en una solicitud de participación de varios sectores y personalidades del partido que se sentían relegados. A diferencia de lo que ocurrirá en las elecciones próximas en que la oposición decidió crear un partido provincial competitivo con el MPN y dirimir en la elección general, a diferencia de aquel entonces en que todo se dio dentro de los límites del partido, conducido entonces por Felipe Sapag.

El temor del oficialismo partidario se centraba en el desorden que se origina cuando el debate de los temas amplía el número de protagonistas, la posibilidades de secesión cuando las diferencias son insalvables y finalmente la eventual disolución del partido, cuando las mismas persisten en ese carácter. ¿No es, acaso, esta última posibilidad la que atrae hacia Figueroa a la oposición política tradicionalmente perdedora ante el MPN?

Entonces se plegaron al MAPO un conjunto numeroso de jóvenes de toda la provincia que en la elección mencionada alcanzarían más del 40% de los votos.

La figura de Felipe era respetada al punto que nunca se pensó en su desplazamiento ante un eventual triunfo electoral de la facción opositora. Si ello hubiese acontecido, se esperaba atesorar su adhesión.

La elección en sí movilizó de un modo inusitado a los electores, aproximadamente 100.000, al punto que al finalizar el acto ya se hablaba que en la elección general el MPN prevalecería sobre las otras fuerzas en la provincia, luego de la demostración de poder que se evidenciara en la elección interna.

Esta sensación alivió las tensiones y el hecho de que Felipe siguiera conduciendo fue garantía para el grupo disidente de que se cumplirían algunas de sus demandas como que se modificarían aspectos de la Carta Orgánica del partido instituyendo las elecciones internas como método para la selección de candidatos, en cambio de que fuese la Convención la que los designara.

Cuatro años después el MAPO persistió, en esta ocasión con la denominación de lista Blanca, en su aspiración de llegar al poder en la Provincia mediante elecciones internas y fue así como Jorge Sobisch logra ese propósito y le gana las elecciones al candidato oficialista Luis Sapag.

Este somero relato sirve para ponderar el cambio institucional consensuado, necesario para mantener vigencia en el electorado y que el debate cuando involucra a una comunidad no es un atraso sino un estímulo positivo. Y que el respeto a la vigencia de los líderes no cuestionados, terminan siendo, más allá de los riesgos, buenas medicinas contra el anquilosamiento político.

El partido en fin sobrellevó más de 30 años su presencia porque dejó fluir cambios hacia adentro de sus estructuras.

Su posicionamiento ideológico sin embargo con el retiro de la actividad de don Felipe Sapag, marcó una tendencia a seguir acríticamente a quienes ocuparan el gobierno nacional y la gestión Sobisch en asociación con Jorge Sapag, terminó volcando el partido a la derecha, siguiendo los vientos con esa orientación que marcaron Menem y Macri, cada uno en su momento. Eso lo llevó a adherir disposiciones que estaban fuera de su discurso original y sobre todo arrastró hasta hoy la imposibilidad de que las regalías hidrocarburíferas tuvieran valores incrementales para las arcas de la Provincia, en especial después de conocido el aporte extraordinario de recursos que la misma cede a la Nación con los yacimientos de Vaca Muerta.

Diríamos que aquella experiencia contribuyó a revitalizar al partido. Fue a favor. En cambio esta segunda experiencia, la actual, Koopmann versus Figueroa, en realidad es una competencia fuera de los límites del partido. Por esa razón cabe preguntarse por qué la posibilidad de competir internamente fue desbordada por un diálogo que el partido no pudo contener, desechando la experiencia del pasado.

Así, impresiona que si prevalece Figueroa, el partido, para bien o para mal, será otro pues habrá sido derrotado en una elección general a gobernador por primera vez en su historia y si sigue prevaleciendo el oficialismo, dejando en el camino el lastre de la oposición interna, la situación conspira contra su vigencia, pues no es posible apostar por la vitalidad de una fuerza política cuando se encierra en sí misma e impide la llegada de distintas corrientes de pensamiento.

Además, el mencionado viraje a la derecha coincidió con una afinidad ideológica de sus líderes, con dicha tendencia.

En concreto la renovación del MPN, las nuevas ideas que lo penetraron, lo hicieron a partir de los postulados de derecha: seguimiento de los lineamientos nacionales, privatizaciones y pasiva entrega de aquel propósito, tan insistentemente pregonado, de industrialización en origen de los recursos naturales.

Los postulados partidarios que suenan bien pero que son impracticables si se los encara solo con la fuerza de un partido de distrito. En cambio, las coaliciones, las alianzas o los movimientos suelen ser más eficaces porque allí existe la posibilidad de concretar colectivamente aquello que parece imposible lograrlo en soledad.