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16/10/2022

Hudson: ocio en la Patagonia

Hudson: ocio en la Patagonia | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Guillermo Enrique Hudson vivió en la Pampa y en la Patagonia, pero escribió en Inglaterra. Según su pensamiento, la humanidad había perdido su paraíso al divorciarse de la naturaleza, dice el autor de esta nota.

Raúl Mansilla *

 

El aire marino me quemará, los climas perdidos me tostarán;

regresaré con músculos de acero, con la piel oscura,

con la mirada salvaje, por mi máscara se me creerá de una raza fuerte.”

Une saison en Enfer - Rimbaud

 

Nació el 4 de agosto de 1841 en Quilmes (Buenos Aires) y falleció el 18 de agosto de 1922, a la edad de 81 años en Londres (Inglaterra).

Toda su obra fue publicada en Inglaterra y en idioma inglés. Poco se sabía de este solitario ornitólogo de 1,86 metros de estatura en Argentina hasta que una visita del escritor indio Rabindranath Tagore, Premio Nobel de Literatura, en 1924, dio el inicio para la canonización definitiva de este gran autor, a partir de las declaraciones que realizó en Buenos Aires. En esa oportunidad Tagore dijo: “los presentimientos de una América creadora de civilizaciones nacieron en mí al leer uno de mis autores favoritos, tal vez el más grande prosista de nuestra época: el escritor argentino W. H. Hudson”

En su obra Días de Ocio en la Patagoniacuenta su viaje, como ornitólogo, a Río Negro. Esto ocurre a fin de 1870, y permanece en el territorio prácticamente todo el año siguiente. Cuenta las peripecias del barco con el que se dirigían a la zona de lo que hoy es Carmen de Patagones-Viedma, que queda varado unos 50 kilómetros al norte del caserío al borde del río Negro. Después de varias accidentadas situaciones logran llegar caminando a la costa del río y se establece en la cabaña de un inglés que vive allí. A los pocos días tiene un accidente que lo dejará inmóvil un tiempo: examinando un revólver de su amigo se pega un tiro accidentalmente en la rodilla, situación que le imposibilita realizar por el momento el avistaje de aves. En ese momento se convierte en “un ocioso”, inmóvil por el accidente se dedica a observar moscas.

Hudson dice: “Es duro vivir en el seno de una naturaleza indomada o sometida a medias, pero hay en ello una maravillosa fascinación”. Con una prosa distendida y luminosa, Hudson va describiendo distintas situaciones vinculadas con el desierto, la Patagonia; va describiendo plantas, animales, y aves, por supuesto. Cuenta la histórica invasión de brasileños a Patagones, siente el terremoto de Mendoza de 1861, cuenta la historia de los manzanos plantados por los jesuitas, convive una noche con una víbora de la cruz. Relata la historia del soldado que para salvar su vida se va con las huestes de Sayhueque, volviendo a Patagones después de veinte años. El relato por momentos es atravesado por sus lecturas más queridas, polemiza con Herman Melville, autor de Moby Dick, sobre la historia y simbología del color blanco. Recurre constantemente a Darwin y su famosa narración a bordo del Beagle, explica las sensaciones de Darwin con respecto a la Patagonia, quien escribe: “Sin embargo en medio de estas soledades sin que exista cerca ningún objeto atrayente, se experimenta una indefinida pero poderosa sensación de placer”.

En Días de ocio en la Patagoniadice que: “era un júbilo de ese tipo el que yo experimentaba en el desierto patagónico, el sentimiento de volver a un estado mental que hemos sobrepasado porque indudablemente, yo había retrocedido, representaba la condición mental del verdadero salvaje”. Hudson mantiene el equilibrio frente a las contingencias, como ocurre con los árboles y los animales. Este libro salió publicado en 1893, veintidós años después de su viaje. Es un texto de divulgación científica, es una narración de viaje, y es un relato autobiográfico de tipo introspectivo.

Mediante la hábil intercalación de textos, Hudson salta permanentemente de la narración a la descripción científica, y de esta a la reflexión introspectiva, desembocando varias veces a lo largo de la obra en finales de capítulo que hacen referencia a la felicidad que experimenta en contacto con la naturaleza.

Hudson está fascinado por la Patagonia, dice: “ese mar sin olas”. Y la cuenta, como un gran escritor que nunca pensó ser. Amaba vagabundear y observar quieto, y por horas a animales y aves. Amaba los libros de viajes, estaba en contra (en lo literario) de lo excesivamente elaborado. Su escritura es un diario de viaje, no es secuencial, va de un lugar a otro, observa y piensa y filosofa. Habla de los conquistadores españoles, de su increíble apetito por el oro, de su codicia y su terrible religión, dice además, que parecían gozar de la crueldad. Sin embargo ama la literatura española y en particular El Quijotede Cervantes. Dice que debe leerse en castellano o no leerse, sentencia queEl Quijoteen inglés es muy insulso. Opina de los sajones: “… con sus redondas cabezas queso de bola, con sus malignos ojos azules, su obtuso y antipoético cerebro…”

Siente simpatía con los místicos de todas las religiones quienes, dice, pueden llevarnos muchas veces afuera, de este mundo material.

A los treinta y tres años se va a Londres y nunca más vuelve a América del Sur, aunque en sus cartas siempre comenta que volverá a Argentina, cosa que nunca podrá concretar. En Inglaterra, a pesar de ir perdiendo poco a poco su español, nunca perdió la singularidad propia del extranjero que no contempla otra tierra que la suya.

A pesar de realizar prácticamente toda su obra en prosa, expresarse en verso, para él, es superior a todo. Su literatura era un constante alegato contra la aberración urbana. Comenzó a escribir a edad tardía, cuando sintió la necesidad de recordar. En la Pampa y la Patagonia vivió, en Inglaterra escribió. En el pensamiento de Hudson la humanidad había perdido su paraíso al divorciarse de la naturaleza. Su método de escritura es ondulante, sinuoso. “Hudson medía 1,86, era de hablar pausado y persuasivo, agudo en los dichos, lleno de picardía en los gestos con lo que daba un extraordinario vigor y en encanto en la conversación”, dice una semblanza sobre él en Inglaterra.

Hudson fue un auténtico autodidacta con instinto selectivo que le permitió formarse en una cultura superior y hasta científica. Llegó a creer que la violencia era un aspecto inevitable de las vidas vividas cerca de la naturaleza, creía en la virtud anacrónica del heroísmo, que la barbarie en algunos era una etapa, y en otros un destino. Atacaba el cientificismo exagerado y pedante, y se distanciaba de los ambientes académicos por su aversión al protocolo.

Cuando se conoció a Hudson en Argentina, se convirtió al autor en una suerte de emblema nacional, comparable a figuras como Sarmiento, Hernández, Lugones o Güiraldes.

Jorge Luis Borges fue un gran admirador de Hudson, llegó a decir que su obra, en particular La tierra purpúrea,era superior al Martín Fierro de José Hernández. Decía Borges que: “… es absurdo alimentar la polémica de si Hudson es argentino o inglés, a mi juicio Hudson escribe en inglés lo que siente y piensa en castellano”. Borges situaba a este libro como lectura feliz.

El epitafio de su tumba dice lo siguiente: “Amó los pájaros, los lugares verdes y el viento en los matorrales, y vio el brillo de la aureola de Dios”.



(*) Poeta, escritor e investigador en historia de la Patagonia.
29/07/2016

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