Corrían los años 80 y ya se veía que pronto se produciría la entrega del poder de la Junta Militar de entonces a los partidos políticos, que volvían a entrar en vigor. ¿Quiénes serían los candidatos? Habían pasado 7 años y se palpitaba alguna renovación .

Se acercó Don Felipe Sapag a una ronda de conversadores que había sostenido recientemente la necesidad de formar cuadros técnicos para estudiar la realidad política de la provincia y alguien preguntó:

-¿Y con los candidatos, cómo hacemos Don Felipe?

-Como siempre. El mejor candidato es aquel que se desempeña bien en su trabajo, que claramente tiene vocación para trabajar por los demás y tiene prestigio en su comunidad.

Cualquiera de los dos amigos a los que me referiré se ajustaban muy bien a la definición dada por el caudillo. No inventaron nada ni llevaron a cabo ninguna proeza, salvo la de vivir honrada y solidariamente, en un territorio rico en recursos naturales que busca aún su destino

Mario Gercek Y Edgardo Kristensen, que fallecieron hace muy poco hubiesen podido ser candidatos en cualquier partido de aquella época, pero no lo fueron y eso no quiere decir que no contribuyeran positivamente a la conformación de una sociedad política en búsqueda de su excelencia, en sus calidades de excelente productor uno y excelente docente el segundo.

Tanto Edgardo como Mario, uno productor frutícola y otro, profesor de Historia fueron hasta su desaparición física excelentes ciudadanos que hubiesen podido honrar a cualquier partido donde militaran.

Quiero recalcar que para hacer política hace falta vocación pero cuando no la hay alcanza con ser un buen vecino, un buen obrero, un buen profesional, un ser comprometido con la dinámica de la realidad que le ha tocado vivir.

Tanto Edgardo como Mario, cada uno en lo suyo, hicieron política de la buena. Edgardo prodigándose por la excelencia aplicada a la producción de frutas del Valle. No había congreso de la actividad al que no concurriera a señalar los trastornos ocasionados por la creciente, la incompatibilidad entre la explotación petrolera y la frutícola, el precio incierto de la cosecha con el que los acopiadores oligopólicos condenaban al productor artesanal al desamparo financiero. Y fueron decenas de reuniones en la región y en Buenos Aires donde concurría para clamar por una producción respetada en sus renovadas necesidades tecnológicas y en el valor monetario de su trabajo.

Mario en lo suyo, que fue la docencia, fue concretando por concurso todos los niveles hasta que llegó a supervisor.

Fue un estudioso de la Historia Argentina y un enjundioso orador. Engalanó con su conocimiento desde reuniones sencillas de un grupo de amigos hasta otras más formales como las del centro de Cultura Socialista de Neuquén y las del café Literario, donde exponía periódicamente acerca de temas y personajes de relevancia para solaz y enorme aprovechamiento de quienes éramos sus oyentes

Neuquén acaba de perderlos y quienes los frecuentamos lamentaremos no encontrarnos con ellos en alguna esquina una tarde cualquiera de la ciudad, para detenernos un momento, intercambiar unas palabras y despedirnos con abrazos. Tranquilos de sentirnos acompañados.

Ellos cuyos nombres son conocidos sólo por aquellos que los amaron y apreciaron en su proximidad, mejoraron nuestra vida dejándonos lo mejor de la suya.

Por todo eso en Neuquén, sus familiares y amigos hoy lamentan sus partidas, porque sabemos que con hombres como ellos creamos la reserva moral de nuestro país.