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Columnistas
25/09/2022

Aguafuertes del Nuevo Mundo

Otro polo necesario

Otro polo necesario | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
En el centro de Roca, una imagen emblemática de la ciudad.

En el Alto Valle, así como se destaca por sus instituciones educativas, Roca respira un clima adecuado para asumirse como Polo Cultural zonal. La cultura propicia un humanismo fraterno, comprometido y solidario, lo cual no es poco en un país lastrado por discursos de odio y asimetrías sociales.

Ricardo Haye *

Hace varias semanas, desde este mismo espacio, propusimos considerar la reivindicación de General Roca como un Polo Educativo Regional (Véase “El polo educativo que no es tal”, del 10/07/22). Lo hicimos amparados en la cantidad de instituciones académicas radicadas en la ciudad. Si las hay, deben ser muy pocas las localidades argentinas que pueden presumir de contar con tres universidades públicas. En cambio, Roca cuenta con la Universidad Nacional del Comahue, la Universidad Nacional de Río Negro y el Instituto Universitario Patagónico de las Artes. A esas tres casas de estudio prestigiosas, también cabe sumar el Instituto Superior de Formación Docente, que nutre la oferta local de capacitación.

El aguafuerte de hoy funciona en paralelo con aquel planteo, porque Roca respira un clima adecuado para asumirse complementariamente como Polo Cultural zonal.

La respaldan para ello un grupo calificado de instituciones que abastecen con ideas, enriquecen el patrimonio simbólico, nutren los imaginarios y alimentan la sensibilidad de las personas que vivimos en el Alto Valle del Río Negro.

Ahí está para confirmarlo la Casa de la Cultura, que ya tiene 50 años en los que amplificó y diversificó sus propuestas. A la par existe la Fundación Cultural Patagonia, hogar de una maravillosa Orquesta Sinfónica Provincial, sede de festivales internacionales estupendos, como el de percusión o el de jazz, anfitriona del Festival Nacional de Teatro y el Festival Patagonia Cine y ámbito de manifestaciones teatrales extraordinarias, tanto propias como de grupos visitantes.

El mexicano Víctor Mendoza es uno de los vibrafonistas latinos más destacados y se ha convertido en animador habitual del Festival Internacional de Percusión.

El pasado 24 de agosto, por ejemplo, ocurrió un acontecimiento formidable cuando el actor y dramaturgo Pompeyo Audivert se puso al hombro una obra completa de William Shakespeare y él solo interpretó todos los papeles de la tragedia de Macbeth. Una sala repleta aplaudió de pie la interpretación sobrecogedora de un trabajo para el asombro. Desde días antes de la presentación, las entradas estaban agotadas, lo que deja ver que el gusto de los espectadores guarda especial consideración por las propuestas intrépidas y de alto valor expresivo. O, puesto en otras palabras, que hay público para presentaciones que excedan el marco de las producciones mainstream, ese anglicismo que etiqueta las tendencias o modas dominantes, pero sobre todo aquellas de carácter ligero, sin espesor conceptual alguno.

Pompeyo Audivert y una clase magistral de teatro.

En todo caso, lo que el episodio pone de manifiesto es que la ciudad necesita una sala teatral de mayor capacidad que las que actualmente posee, equivalente en aforo a la del Círculo Italiano de Villa Regina o el bello Cine Teatro Español, de Neuquén.

En cuanto a espacios, también es significativo lo que aportó el municipio de Roca con la habilitación de los salones de la primera planta de la Terminal de ómnibus. Ese lugar alberga al Espacio INCAA, que sería deseable programe con mayor asiduidad y continuidad la presentación de películas nacionales. Además, esas mismas instalaciones fueron escenario de una muestra valiosísima del notable artista plástico Julio Ojeda, casi en las vísperas de su reciente fallecimiento.

La muestra con la que se despidió Julio Ojeda, artista plástico cordobés afincado en Roca desde 1985.

El Club de Arte El biombo también se anota en la agenda de los sitios culturalmente aportantes, desde la singularidad del empecinado emprendimiento de la familia DiGiovanni. Y el Teatro de la Estación, cuya actividad ayuda a disimular el dolor de la pérdida de una institución dinamizadora como el ferrocarril, contribuye con propuestas que acarician el espíritu valletano.

Junto a la Biblioteca Popular céntrica, Roca posee una red riquísima de bibliotecas barriales que, además de espacios de lectura, fungen como equivalentes de clubes sociales amables para el encuentro.

El universo de la letra impresa debería rendir tributo a “Quimhue”, cuya dueña presume con orgullo justo de que el suyo fue el primer comercio de la Patagonia consagrado exclusivamente a la venta de libros.

Más allá de lo institucional también vale enumerar los aportes individuales de personas valiosas, como la docente Cecilia Boggio, cuyo legendario Taller de Lectura desmenuzó una miríada de textos y un sinnúmero de autores de todo el mundo. O los talleres de historietas de Chelo Candia, que acercaron a cientos de niños al relato gráfico. O los talleres de teatro de la actriz, directora y dramaturga Maite Aranzábal.

Cecilia Boggio y Chelo Candia, talleristas que comparten sus conocimientos y su arte.

Sumamente gratificantes resultan los trabajos de Fernando Carmona como director de sucesivos ensambles vocales o las actuaciones de la Orquesta Ocasional de Rock Sinfónico. El ámbito de la música también se fortalece con la presencia de las agrupaciones de jazz, rock, tango y demás que funcionan bajo la égida de la Fundación Cultural Patagonia. Y, además, se potencia con las murgas, esa combinación de música y teatro que en los últimos años crecieron y se desarrollaron como expresión de arte callejero con una carga fuerte de crítica social.

El largometraje documental “La livertá”, que el roquense Gustavo Gzain realizó acerca de la vida y la obra del escritor e historiador Osvaldo Bayer, es una prueba fehaciente de las capacidades con las que cuenta nuestra región.

Las muestras fotográficas habituales de Viviana Portnoy son estéticamente modélicas.

Seguramente esta nómina incurre en olvidos involuntarios, pero esta enunciación de posibilidades que cada semana ponen al público en contacto con músicos, escritores, teatreros, titiriteros, artistas plásticos configura un listado de opciones que predisponen al bienestar espiritual.

No es poco es una sociedad lastrada por discursos de odio, enojosas asimetrías sociales y preponderancia de propuestas pseudo culturales guiadas por criterios puramente crematísticos. La cultura protege de todos esos despropósitos y crea condiciones propicias para el desarrollo de un humanismo fraterno, comprometido y solidario.

La confluencia articulada de la acción de ambos polos (educativo y cultural) debiera formar parte de una planificación estratégica de la ciudad, concebida a la luz de la potencia de los recursos disponibles y no en virtud de expectativas ilusorias. Esa programación sería consistente y robusta si aunara dialécticamente la pluralidad de culturas de un escenario en el que habitan referentes diversos: pueblos originarios, inmigrantes extranjeros de procedencia variada y argentinos que bajaron del norte en búsqueda de una tierra hospitalaria.

Frente a los procesos actuales de globalización también se impone la necesidad de una planificación estratégica de la cultura que, sin desconectarnos del mundo, salvaguarde y potencie nuestra identidad. El diseño de esas estrategias debe implicar a distintos actores sociales, comprometidos y corresponsables en la gestación de políticas públicas inclusivas que favorezcan el desarrollo humano a escala individual y comunitaria.

El ejemplo de sociedades avanzadas debería servirnos para tomar debida nota de las acciones sostenidas que despliegan para protección de las manifestaciones nobles de espectáculo, el arte y la cultura. Esas que en Roca encuentran terreno fértil, aun cuando carezcamos de la formalidad de ese sello identificativo de “Polo Cultural Regional” que esta columna reclama.



(*) Docente e investigador del Instituto Universitario Patagónico de las Artes.
29/07/2016

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