Fabio Lacolla es psicoanalista y no existe en el panorama nacional de la actividad alguien que se le parezca. Profesional de consultorio, terapeuta de bandas de rock, profesor en escuelas de Psicología Social y disertante en universidades de distintos puntos del orbe. Columnista en medios audiovisuales (en esta metié ha conseguido un milagro: cada vez que va a algún programa hace que los conductores incontinentes cierren sus bocotas mientras él desarrolla una idea) y es autor de seis ensayos que hablan sobre el amor, el desamor, la conexión de las personas con sus épocas, la dependencia emocional actual y la independencia, por qué no. Ha tocado el bajo y cantado en bandas que mezclaron el rock, con la música de raíz latinoamericana mientras hacían el humor con las letras. También tiene un disco solista que es maravilloso.

Puede cenar con Rocambole o con el Bicho Bolita, mailearse con Calamaro o con Rulo Lupano del dispositivo Artepidol. Puede ir de visitas con facturas a lo de su maestro Alfredo Moffat, o irse de vermú a una fonda de San Telmo con Fernanda Parranda Martínez. O puede ir a la cancha y tirarse una selfi con Viggo Mortensen, o no darle bola y allí mismo clavarse un chori en la grada mientras se muerde el labio inferior porque San Lorenzo ha vuelto a hacerlo sufrir.

Todo eso es el tipo, que es porteño porque le tocó y oficia muy a menudo como actor de una “patagonidad” añadida por amor. Por amor a esta región, claro está.

Por todas estas condiciones excéntricas, y porque en él habita la razón del profesional y el humor del artista, cierto desparpajo inteligente y una estructura profesional clarísima hemos decidido hacerle una entrevista de cara a que ya salió a la venta “El derecho a lo torcido”, su nuevo ensayo.

El libro traza un periplo de búsquedas psicoanalíticas y filosóficas a la salida de la pandemia, con todo lo que ese raro periodo de nuestras vidas como seres humanos nos ha dejado en materia de salud mental y proyección colectiva.

La pequeña reseña que aparece en el sitio oficial de su casa editora es realmente implacable y puede ilustrar bien al lector de Va Con Firma sobre el tono y el tenor de este ensayo que Fabio presentará durante el primer fin de semana de la próxima edición de la Feria del Libro de Neuquén. Presten atención al texto, que dice...

“Acariciar lo torcido es revolucionar. Tenemos el derecho a estar tristes, a la imperfección, a quedarnos una temporada al costado de la ruta viendo cómo pasan los autos. Derecho a decir que no, a mostrar la panza y pelear con la heteronorma. Podemos autopercibirnos deformes, horribles, intrascendentes. Tenemos derecho a dudar, a equivocarnos y a tomar el colectivo en la vereda de enfrente. La sexualidad es la que inventamos y no la que consumimos. Asumamos el derecho a la desconfianza de los que piensan bien, a la crítica de lo que no nos gusta. No hay deconstrucción posible sin haber sufrido un ACV social. Porque sin hilvane no hay deconstrucción, sin ruptura no hay pregunta y sin pregunta no hay respuesta. Fluir es no pensar en la fluidez. Valiéndose de nuevos conceptos como el ICV, o inconsciente colectivo virtual, en tanto limitador arquetípico de la virtualidad, y el posfuturo, que contiene en sí mismo el aspecto más patológico de la esperanza y el más deseante de la ilusión, Fabio Lacolla desarrolla en su nuevo libro un ensayo que invita a recuperar el derecho a la torcedura, a sentirnos felices con la decisión de no seguir ningún patrón para poder serlo. El derecho a lo torcido es un libro permisivo que le pone una capa al superyó para que salga volando mientras le sirve una cerveza al ello para que nos haga una recorrida por los pasillos en los que Neo incursionó después de tomarse la píldora”.

Dejamos a nuestrxs lectorxs con la entrevista al autor, que finalmente se realizó en un registro que honra a ese hombre consciente, genial por momentos y siempre lleno de un humor listo para cachetear a Tánatos en la mismísma cara. Por eso nos atrevimos a desacartonar la charla hasta que quedó... ¡esto que vas a leer!

: No busque subterfugios y cuéntenos la verdad: ¿estaba escribiendo otro libro y la pandemia lo puso a escribir este otro? Si es así, ¿qué de diferente era aquel que no escribió?

Me pilló. Si, estaba tratando de terminar, por fin, mi novela “Lechón”, pero el stress post pandémico y esa vida uterina del principio de la pandemia que nos hizo seres regresivos, donde la vida cotidiana se llenó de fantasmas, me llevaron a pensar sobre los derechos a las imperfecciones y los volantazos.

: Perfecto, es bueno que sea sincero. Escuche: uno le lee o escucha y parece que usted siempre abjura de este mundo tan apologistas de las certezas. Pero debe tener usted algunas... ¿cuáles?

Justo me agarra en un momento de incertezas, pero la ética del deseo creo que es una de ellas. En el libro hablo mucho de la muerte y los duelos, así que supongo que esa debe ser otra. Y últimamente vengo pensando que no hay que esperar demasiado para vivir mejor. Un postulado de anti ayuda si se quiere.

: ¿Qué les diría a los millones de personas que cada día están seguras de que ustedes les terapeutas nos salvarán de la insanía tras la pandemia?

Que se busquen como terapeuta a una buena persona, nosotros no salvamos a nadie, sólo acompañamos para que las insanías sean más amables al insertarse en la vida cotidiana. Nada es para siempre, diría la autodidacta. Un terapeuta sin cuerpo es un pensador sin corazón.

: Nombre dos ficciones (serie, película, obra de tetaro, libro) que le parezca que hayan sido asertivas con lo que nos pasó como humanidad durante la pandemia.

La primera es “El colapso” una serie francesa filmada en plano secuencia donde, de algún modo, adelanta lo que en meses se iba a venir. “Parasite” podría ser otro ejemplo, sobre todo por las brechas obscenas que se evidenciaron durante la pandemia. También vi “We are who we are” sobre unos adolescentes yanquis que viven con sus familias de militares aislados en una base militar en Italia, dirigida por el genio de Luca Guadagnino. Y siempre, más allá de cualquier catástrofe, el mayor acierto de Netflix “BoJack Horsman”.

: Imagine que está en una mesa de pitching de financiación internacional para que una mega editorial le edite este libro. Cinco empresarios les miran a los ojos y usted le tiene que vender este libro en pocas palabras. Comience nomás...

Señoras y señores: le voy a espoilear un gran secreto… todos ustedes se van a morir. Este libro es una píldora a favor del tiempo, así que si creen el capitalismo los va a ser mejores personas, lo más seguro es que mueran infartados. Editen este libro para que la gente desarrolle la capacidad de ejercer el derecho a la imperfección, a la errancia y a hacerse los boludos. ¿Dónde firmo?

: ¿Le asola el fantasma de ponerse viejo y que las nuevas generaciones no le entiendan o no compartan para nada lo que dice?

No me interesan las nuevas generaciones, en todo caso ya buscaran a su propio Lacolla. En cuanto a la vejez ya estoy en ella y es una mierda.

: ¿Qué es lo peor que nos pasó en pandemia?

La desaparición del futuro. Si bien lo más visible fueron las restricciones sanitarias, el miedo a la muerte y lo económico. Por eso en el libro hablo del posfuturo como futuro sin normalidad. El posfuturo contiene el aspecto más patológico de la esperanza y el más deseante de la ilusión, esa combinación de esperanza e ilusión ahora no tiene una base empírica como solía pasar —algunas veces— con lo que llamábamos normalidad.

: Si viniese una nueva pandemia global ¿ésta que pasó nos ha dejado una suerte de manual de como transitarlas, o cree que no nos hemos desempeñado muy bien?

Algo nos enseñó, por supuesto, pero estoy convencido que la próxima nos enfrentará a nuevos desafíos, lo que si es cierto que posiblemente manejaremos mejor el pánico.

: ¿Qué fue lo más árido que ha tenido que estudiar en los últimos tiempos, que ha llegado a maldecir, pero que en definitiva lo ha hecho crecer profesionalmente? Cuéntenos temática y autores

Estoy teniendo un romance intelectual con Mark Fischer, sobre todo con los libros “Los fantasmas de mi vida” y la trilogía de K-punk. Otro autor que recomiendo seguido es Al Álvarez con el libro “La noche” y “El Dios salvaje”.

: Hay gente que aun insiste con que lo que vivimos no fue una pandemia sino un experimento para el control ¿qué reflexión le merece esto?

Pensarlo así sería una falta de respeto para los familiares de las personas fallecidas. El familiar tiene que entender, en lo posible, qué pasó; y en ese dolor no entiende de conspiraciones ni experimentos. Tal vez sea cierto lo que usted plantea, pero dejémoslo para más adelante.

: ¿Le dieron ganas de tirar el texto a la basura en el proceso de escritura y ponerse a escribir sobre otra cosa? ¿sobre qué?

Este es mi sexto libro y el primero que tomó control sobre mí. Así que estuve cuatro meses de rehén escribiendo a puro inconsciente. Para mi familia, lejos de estar escribiendo un libro, estaba dentro de una pecera.

: Durante un par de semanas a comienzo de la pandemia pensamos que saldríamos mejores de ésta, luego el pensamiento se tornó pesimista y hasta nos llegamos a reír de nosotres mismes por pensar lo primero ¿Se puede ya hacer un balance sobre cómo salimos de esto?

Ni mejores ni peores, diferentes. A todes de algún modo nos dejó una marca, en algunos casos será para siempre y en otros el tiempo la irá borrando como muchas marcas que van desapareciendo con el devenir de la vida en común.