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Columnistas
14/08/2022

Aguafuertes del Nuevo Mundo

Paradojas continentales

Paradojas continentales | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Tras asumir Gustavo Petro y Francia Márquez en Colombia, se abre el diálogo con Venezuela. Los gobiernos de México, Chile, Bolivia, Perú y quizás próximamente Brasil, ofrecen un escenario latinoamericano amigable. Pero Argentina, sin mediar una elección presidencial, afronta una instancia contracíclica.

Ricardo Haye *

El domingo 7 de este mes asumió en Colombia el primer gobierno que rompe la inalterada secuencia de regímenes de derecha. Por primera vez, la tierra cafetera ungió a un presidente de izquierda. Se trata del ex senador Gustavo Petro, quien llega al gobierno acompañado de una vicepresidenta mujer, Francia Márquez.

Petro es un abogado y economista que supo ser militante del grupo guerrillero M-19 y permaneció en prisión durante más de un año y medio. Su compañera de fórmula también es abogada, pero además es una líder social, activista medioambiental y defensora de derechos humanos.

Ambos llegan a la presidencia de Colombia en medio de lo que algunos analistas internacionales definen como un gran cansancio social por la desigualdad, la corrupción y la violencia que desde hace más de 50 años se enseñorean en la patria de Gabriel García Márquez.

Petro trae como referencia previa el haber sido alcalde de Bogotá, la ciudad capital de su país. Desde ese cargo, sus decisiones incluyeron la creación de centros para el control natal y la atención de abortos en los casos permitidos por la ley. También fue prohibida la portación de armas de fuego, lo cual redujo la tasa de homicidios, que alcanzó la cifra más baja de los últimos 20 años. Sin embargo, recrudecieron delitos como los hurtos, que incrementaron la percepción de inseguridad. Aunque ese flanco es uno de los caballitos de batalla predilectos en todas las campañas de los partidos de derecha, la ciudadanía de Colombia ha decidido darle una oportunidad de enfrentar ese flagelo a una administración progresista.

La decisión de los votantes seguramente se vio estimulada por el hecho de que el contendiente de la fórmula de Gustavo Petro y Francia Márquez haya sido una figura extravagante, que hizo toda su campaña desde el exterior y que, en alguna ocasión, declaró su admiración por Hitler.

Desde el gobierno municipal de Bogotá, Petro se propuso proteger los humedales de la ciudad e impulsar unaplanificación para la preservación del agua ante el calentamiento global. En materia de salud también planteó una agenda de realizaciones que reveló una alta cuota de sensibilidad social, que ahora la ciudadanía espera ver trasladada al ámbito nacional.

El gran interrogante que se abre a partir de aquí es qué margen de maniobras tendrán Petro y Márquez, en una nación estragada por niveles de violencia que anualmente dejan miles de muertos y con un régimen paramilitar de relaciones tenebrosas con los cárteles de la droga, que tienen como destino principal el mercado estadounidense.

Precisamente el país norteamericano lleva años desplegando bases militares en un territorio cuyos sucesivos gobiernos mantuvieron un alineamiento férreo con las políticas de la Casa Blanca.

Apenas tomó posesión del cargo, el mandatario recién asumido conversó con el presidente de la Argentina para trazar estrategias que acerquen a Colombia al Mercosur. Fernández y Petro también coincidieron en que América latina tiene que coordinarse para fortalecer a la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), particularmente ante el descrédito de un organismo continental como la OEA.

En su primer discurso Petro reclamó que los países de América Latina se unan para hablar con las principales potencias (y sobre todo con Washington) a fin de establecer acuerdos que conduzcan a una transición energética ante los estragos causados por el cambio climático, y construir una economía descarbonizada, una economía de la vida en toda América.

Este corrimiento del eje ideológico histórico colombiano bien podría citar como antecedente la voluntad continentalista del libertador Simón Bolívar, prócer con similares niveles de consideración y respeto cívicos tanto en Colombia como en Venezuela. Quizás a partir de aquí se abra una posibilidad de diálogo fructífero entre las dos naciones vecinas que en los últimos años tuvieron numerosas fricciones.

Una imagen del diario español El País, para ilustrar su artículo “América Latina gira hacia una nueva izquierda”.

 

Lo cierto es que los nuevos mandatarios arriban a un escenario subregional amigable, en el que los niveles de interacción se verán favorecidos por las simpatías y los puntos en común que el gobierno colombiano establezca con el presidente chileno Gabriel Boric, el jefe de estado boliviano Luis Arce y el gobernante peruano, Pedro Castillo, a quien inclusive podría ayudarle a establecer una necesaria estabilidad tras el quinto cambio de gabinete en el año inicial de su administración.

Igualmente valioso resultará el establecimiento de una corriente integradora con el gobierno mexicano que preside Andrés Manuel López Obrador y con la próxima administración de Brasil, si las tendencias que anuncian algunas encuestas se confirman y Lula consigue regresar al Palacio de Planalto en octubre próximo. Incluso en Centroamérica la corriente se manifestó recientemente con la victoria electoral de Xiomara Castro en Honduras.

Xiomara Castro, presidenta de Honduras.

 

En este escenario la Argentina se encuentra en la situación paradojal de afrontar una instancia contracíclica sin que medie una elección presidencial.

Es que ante la amenaza del fortalecimiento de expresiones claramente identificadas con la derecha e incluso la ultraderecha, un gobierno debilitado, anómico e incapaz hasta aquí de contener la estampida inflacionaria y la pérdida de capacidad adquisitiva de los salarios como el de Alberto Fernández, parece haber entronizado a una de las figuras de su elenco menos identificadas con la satisfacción de necesidades de los sectores populares y a la que explícitamente se le reconoce como virtud su fluida relación con la embajada estadounidense, a la que ha visitado con asiduidad.

Desde lo meramente simbólico, las aprehensiones quedan patentemente verificadas con presencias como las de José Luis Manzano o Francisco de Narváez durante el acto de asunción de Sergio Masa como ministro de Economía.

De Narváez y Manzano, invitados a la jura de Massa como ministro de Economía.

 

Pero, sobre todo, alcanzan una confirmación rotunda con la decisión de evitar nutrir las arcas enflaquecidas del Tesoro recurriendo a los sectores más poderosos de la economía, los mismos que aún en medio de la crisis sanitaria mundial y del actual fenómeno inflacionario global nunca dejaron de recaudar.

Pero la paradoja o singularidad que mencionamos no solo atañe a los responsables de gobernar. También a una ciudadanía que, a diferencia de la chilena o la colombiana, parece resignada a tolerar un nuevo experimento económico más cercano a los de los laboratorios neoliberales, que a los del campo nacional y popular.

Algunos analistas sociales y políticos han señalado en las últimas horas que no hay riesgo ni espacio para los estallidos registrados a comienzos de este siglo.

Esa parece haber sido una razón suficiente para que el oficialismo haya decidido postergar la reparación de las asimetrías sociales y hasta para poner en discusión las políticas inclusivas, en un país con media población hundida en la pobreza. Todo ocurre en aras de un pragmatismo puesto al servicio de un objetivo excluyente, que sería el de llegar competitivo a 2023. La apuesta descansa en la ausencia absoluta -hasta aquí- de emergentes que le disputen seriamente y en su propio campo ideológico la base social que llevó al Frente de Todos a la Casa Rosada en 2019.

Pero también corre el riesgo de los desgranamientos que producen los cantos de sirena inverosímiles como el que en sus discursos recientes incorporó el ascendente jefe de gobierno porteño: “tenemos que sumar valor agregado a nuestra producción de materias primas”, viene sosteniendo Rodríguez Larreta. Los ríos vienen tan revueltos y todo es tan paradojal que hasta un referente del PRO presume de productivista.

Mientras tanto, un sector considerable de la población parece no estar tomando debida nota de los acontecimientos que ocurren en el vecindario de la Patria Grande.



(*) Docente e investigador del Instituto Universitario Patagónico de las Artes.
29/07/2016

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