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Columnistas
24/07/2022

Decime si exagero

Todo lo que existe por fuera de la N

Todo lo que existe por fuera de la N | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Ahora que Netflix en todo Argentina nos usará de conejillos de indias para probar el principio comercial del no compartir pantallas, veamos propuestas alternativas que nos muestren que hay tanta pero tanta vida más allá de la N.

Fernando Barraza

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En apenas unos días Argentina será uno de los cinco países en los que Netflix probará cobrar un plus a cada usuario que decida compartir sus cuentas en diferentes dispositivos usados desde diferentes locaciones. Si el experimento funciona y las suscripciones no terminan cayendo como casas de naipes al viento, la N entrará en una fase de reinvención empresarial global por la que se le quitará a sus usuarios la posibilidad de compartir pantallas en los cinco continentes, a menos que las paguen, claro está. Todo hace prever que este sea el camino ejemplar para que cada servicio de streaming calque y -en un futuro no demasiado lejano- los servicios de entretenimiento audiovisual más masivos sean todos así: cobrados a cara de perro.

Esta apuesta de mejoría exponencial de beneficios sin necesidad de inversión alguna por parte de la empresa se da un poco porque la lógica de consumos audiovisuales domiciliarios en todo el planeta ha entrado en un amesetamiento general de los usuarios que, lejos de salir a buscar ofertas gratuitas a través de las casi inagotables autopistas de la Internet, han decidido comprar a paquete cerrado lo que empresas como Netflix, Amazon, Disney, Paramount o Apple les ofrecen a través de portales y aplicaciones de streaming contratado. Trazando una analogía con algunas barbaridades que suelen verse en hipermercados de grandes centros urbanos: la humanidad parece haber elegido comprar las mandarinas peladas y en gajos que vienen en bandejas de telgopor envueltas en nylon por sobre la fruta en su estado natural.

Pues bien, en un mundo así de perezoso, pero que le reza permanentemente a ese poderoso caballero, Don Dinero, esta tocada de bolsillo a la clase media regional ha movilizado en Argentina a un cada vez más numeroso ejército de usuarios de redes digitales que en apenas horas están empezando a quejarse y a lanzar rayos y centellas contra la empresa de la N, jurando abandonarla si continúa con esta política del no dejar compartir pantallas. Ojalá este pequeño sacudón del consumo también sirva para que muchísimas personas reconsideren las posibilidades de enriquecimiento cultural que otorga el poder salir a buscar propuestas y no solamente quedarse esperando a que las empresas sugieran qué, pues -ya lo sabemos- ellas priorizarán en una proporción de mil a uno sus producciones hechas como chorizos por sobre las que puedan haber en sus catálogos y que realmente muestren diversidad y variedad.

Lo cierto es que, por más que esto que ha decidido Netflix parezca algo súper importante, la variedad de opciones que se encuentran diseminadas en aplicaciones y redes digitales (sociales) gratuitas son casi un océano. YouTube, Pluto, Vimeo y Cont.ar son algunas de ellas, pero hay muchas más, solo hay que rastrearlas con empeño. Ni que hablar de las posibilidades que brindan los portales como cuevana o repelis, esos que para la legislación internacional estarían casi en el límite de lo permitido, o el maravilloso e injustamente abandonado mecanismo de p2p, por el cual usuarios de diferentes partes del planeta van intercambiando fragmentos de archivos de series, películas o música hasta completar la obra que se quiera descargar, todo ello en la tranquilidad automática que se realiza a través de servicios gratuitos de programas de facílísimo uso como el torrent, el emule o el ares, todos ellos aun hoy en pie.

Por todo esto, porque hay mucho y muy variado al alcance de cualquiera que le dedique unos minutos a la búsqueda en el vastísimo mar de la Internet, recomendaremos aquí algunas producciones bien pero bien buenas que nos ayuden a recuperar ese espíritu de navegación con astrolabio propio, aquel que nos entusiasmó hace 30 años, cuando la world wide web estaba naciendo y nuestra curiosidad humana nos hizo soñar que esta nueva Biblioteca de Alejandría virtual era una herramienta que podíamos usar de manera horizontal, y nos haría ser mejores, libres y más cultos. Pues bien, por ahí no estaría nada mal recuperar aquel instinto básico de ansias de libertad en el consumo cultural, que es mucho más edificante que esta pachorra que nos han contagiado las empresas norteamericanas de contenidos globales.

En honor a ese idealismo tentador, vayamos con algunas recomendaciones gratuitas que nos confirmen lo que ya sabemos: que hay vida más allá de la N.

 

Capítulo I: Dos en la que la imagen la crea el teatro de tu mente

Las primeras dos propuestas quebtraeremoss para ti son muy pero muy atractivas, sobre todo por lo que proponen en una era en la que la impronta de la imagen es la reina absoluta del todo. Ambas te invitan a que vos crees la imagen de la ficción a partir del mero sonido. Son dos series conclusivas de ciencia ficción, y le rinden culto a la tradición de gigantescos géneros populares en desuso como el radiodrama. Ambas tienen guiones sumamente atractivos -por momentos brillantes- no le temen a los resortes argumentales clásicos y poseen excelentes direcciones de actuación por voces.

La primera se llama “Calls” (llamadas) y es una serie que originalmente hizo el uruguayo radicado en USA, Fede Alvarez, hace casi dos años, para la plataforma Apple TV. Son nueve episodios de entre 12 y un poco más de minutos en los que en pantalla lo único que vemos son una serie de animaciones abstractas, casi de barra de editor digital de sonido, y como único guion posible escuchamos una llamada telefónica a ambos extremos de la línea, con esas dos personas (a veces tres) intentando solucionar situaciones de lo más diversas. El tema es que las llamadas -por más que sean parte de uno de los actos más naturalizados y cotidianos del ser humano- no siempre se dan en el mismo plano temporal. Puede una madre hablar con su hija muerta, puede que alguien comience a contarle a otra persona como sus extremidades se alargan hasta transformarse en cosas irreconocibles, puede que un padre hable con su hija sobre la trascendencia total de la existencia mientras planea resetear fácticamente al universo entero. Y así.

Dijo el director y guionista de la serie que hizo la saga así sin imágenes, para que "(…) cada espectador vea lo más increíble y aterrador que pueda imaginar en todo momento". Así se van sucediendo viajes al futuro y el pasado, líneas temporales alternativas, y criaturas de lo más extrañas enfundadas en cuerpos sumamente familiares, todo esto actuado por voces excelentemente dirigidas como la de estrellas actuales como Rosario Dawson o Pedro Pascal y otres un pelín menos conocides, pero igual de salientes, como Mark Duplass, Karen Gillan y Aubrey Plaza, y hasta estrellas de culto como la genia de Jennifer Tilly. Imperdible experiencia sensorial que te invitamos a descubrir. Se la puede “ver” de manera gratuita en el portal de repelishd.tv.

 

La otra pequeña gran obra para el teatro de la imaginación es la producción chilena “Caso 63 (el viajero del tiempo)”, una serie sonora de ciencia ficción, de dos temporadas, que originalmente fue estrenada en Spotify, pero ya se encuentra disponible también en YouTube.

“Caso 63” cuenta la historia de alguien que asegura ser un viajero en el tiempo, que tiene que darle cuentas de su propia existencia y acometido a una psiquiatra en un instituto de salud mental de Santiago de Chile, advirtiéndole que la pandemia ocasionada por el Covid-19 no fue la peor, que se viene en camino una etapa oscurísima en la humanidad si él -con la ayuda de ella- no corrigen el destino de los sucesos. La ficción, montada en capítulos sonoros de entre 15 y 20 minutos, tiene todos aquellos condimentos que hicieron salientes a ficciones clásicas como “La Jetee” (luego convertida en “12 monos”) y otras ficciones futuristas que de la posibilidad distópica disparan aventuras atrapantes. La serie fue creada y escrita por el chileno Julio Rojas y producida por una pequeña compañía llamada Emisor Podcasting durante el año 2020, en pleno confinamiento, siendo grabada de manera remota, con los actores conectados mediante sus cámaras vía online y grabando cada uno su pista de audio por separado. Lo más curioso del caso es que la inspiración creativa a Rojas (que ademas es paramédico) le llegó a través de una vivencia personal: "Hacía turnos de urgencia y una noche llegó un tipo desnudo al servicio de urgencias diciendo que venía el fin del mundo. Venía teniendo un brote psicótico, pero su discurso era muy coherente”, cuenta. De allí nació la idea para esta ficción recomendadísima para una gran maratón en la que te será muy difícil no comerte las uñas. Los diálogos son concisos, la sonorización sutil y efectivísima, la musicalización minimalista y llegadora. Muy buena realización para una historia atrapante al cien por cien. Si la vas a ver/escuchar en YouTube, lee los comentarios que dejan los usuarios, son un placer.

También podés escuchar las dos temporadas en Spotify: 

Y ahora, en el momento en el que estabas esperando que te sigamos recomendando más opciones de navegación y descubrimiento de series o filmes por fuera de la N, vamos a hacer como hacen ellos al final de cada temporada de sus tanques superproducidos... ¡Te vamos a dejar en ascuas hasta la semana que viene, a la espera de más contenidos!

No nos odies eh, peor sería espoilear contenidos ¿no?

Nos vemos por aquí la semana que viene y te recomendamos muchas más alternativas.

29/07/2016

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