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Columnistas
17/07/2022

Plan opositor: la suma del poder público y del privado

Plan opositor: la suma del poder público y del privado | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
Junto a Macri, el principal jerarca del conglomerado empresarial Clarín, Héctor Magnetto. (Imagen: gentileza).

Macri tenía en 2015 un apoyo mínimo en el Congreso y hoy la oposición casi empata con el oficialismo. Si una alianza de derecha y ultraderecha derrotara al peronismo y sus aliados, controlarían el gobierno, el Parlamento y el aparato judicial, junto con las corporaciones locales y los factores de poder extranjeros.

Miguel Croceri

En la primera vuelta de las elecciones de 2015, la fórmula presidencial de Cambiemos (integrada por Mauricio Macri y Gabriela Michetti) obtuvo el 34 % de los votos a nivel nacional. El binomio del Frente para la Victoria (con Daniel Scioli y Carlos Zannini) ganó en esa ocasión con el 37 % de los votos. El resultado se revirtió en el balotaje: 51,34 % para Macri-Michetti, contra 48,66 % para Scioli-Zannini.

Pero la conformación de las cámaras de Diputados y de Senadores de la Nación, según la legislación vigente, se determinan por la primera vuelta y no por la segunda. Además, Diputados se renueva “por mitades cada dos años”, lo cual significa que su composición -esa vez- era en parte el resultado de esos comicios del 2015, y en parte de la votación de 2013 (en esta última el macrismo aún no existía a nivel nacional, sino solo en la ciudad autónoma de Buenos Aires).

Más aún: el Senadorenueva “un tercio de sus miembros cada dos años” y los mandatos de los/las senadores/as son de seis años. Quiere decir que la integración de la Cámara siempre resulta no solo de la última elección sino de las últimas tres. En concreto: tras la elección presidencial y legislativa de 2015, el Senado se conformó con una combinación de los/las elegidos/as, respectivamente, en 2011, 2013 y 2015.

Lo señalado en los párrafos anteriores explica que cuando Macri llegó a la presidencia, su apoyo legislativo propio era mínimo. La situación más reveladora se produjo en Senadores, donde sobre un total de 72 miembros de la Cámara, el Pro solo llegaba a6 (seis) representantes, y sus aliados de la Unión Cívica Radical (UCR) tenían 8 (ocho). En cambio, el justicialismo unificado, que en ese tiempo conservaba el nombre de “Frente para la Victoria”, alcanzabala mayoría absoluta con 38 integrantes del cuerpo parlamentario.

Desde esa extrema debilidad parlamentaria partió Cambiemos para gobernar. Y lo hizo de la única forma posible: negociando el apoyo en el Congreso de una parte considerable de los/las legisladores/as peronistas, más otros/as representantes de fuerzas con un peso numérico ínfimo pero determinantes a la hora de votar en ambas cámaras, entre ellas varios partidos provinciales.

En Diputados el macrismo fue respaldado por los bloques provenientes del justicialismoque lideraban por un lado Sergio Massa y por otro Diego Bossio. Solo elFrente para la Victoria (FpV), leal al kirchnerismo y presidido en ese tiempo por Héctor Recalde, se mantuvo en la oposición.

En el Senado, en tanto, la mayoría del bloque Frente para la Victoria-PJ (tal era su denominación oficial), cuyo presidente era Miguel Pichetto, apoyó al gobierno de Macri en todas sus medidas más trascendentes y devastadoras.

Y de igual forma que en la otra Cámara, resistieron al macrismo un grupo minoritario de representantes kirchneristas. Eran 10 (diez) o a veces algunos/as más (de 38 que tenía la bancada), aunque no formaban un bloque aparte. Recién lo hicieron en diciembre de 2017, cuando Cristina Kirchner fue elegida senadora por la provincia de Buenos Aires.

Apenas como ejemplo de la complicidad justicialista con el régimen neoliberal, puede mencionarse lo ocurrido solo en los tres primeros meses: el voto a favor del pago a los fondos buitre -que fue el inicio de la deuda externa que hoy asfixia al país, mucho antes del préstamo del FMI- y el aval para el copamiento de la Corte Suprema de Justicia con el nombramiento de los “jueces” Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz.

(Un análisis y opinión sobre aquella etapa en el Congreso fue motivo de una columna titulada “El co-gobierno parlamentario del peronismo no kirchnerista”, que publicó Va Con Firma cuando transcurrían diez meses de la gestión macrista. Nota del 03/10/16). 

El Congreso actual

La composición actual del Congreso es absolutamente distinta. El gobierno del Frente de Todos no tiene mayoría en ninguna de las dos cámaras, y los bloques o interbloques que lo representan están prácticamente empatados con los de Juntos por el Cambio (JpC, ex Cambiemos). Pero más grave todavía para el oficialismo es el hecho de que las bancadas con menor peso en Diputados habitualmente se abroquelan del lado de JpC e impiden que el gobierno pueda aprobar sus proyectos.

La situación del presente es consecuencia de que en las elecciones de 2019 y 2021 en Diputados, así como de 2017, 2019 y 2021 en el Senado, Juntos por el Cambio nunca bajó del 40 % de los votos, y del tal modo consiguió un peso gravitante en el Parlamento. Aun cuando perdió los comicios presidenciales del año ‘19.

Hoy, en una Cámara baja (Diputados) de 257 integrantes, la bancada del Frente de Todos suma 118 miembros. Mientras que Juntos por el Cambio, si bien está dividido en 10 bloques (sí: diez), conforma un interbloque de 116. Apenas dos de diferencia. Para llegar a la mitad más uno del cuerpo legislativo -número necesario para poder sesionar y eventualmente aprobar proyectos- se requieren 127 diputados/as. (Los números se pueden constatar en la página web de la Cámara de Diputados). 

En la Cámara alta, sobre 72 miembros y en consecuencia con el requisito de 36 para lograr la mitad más uno, el Frente de Todos tiene un interbloque de 35, dividido en los bloques Frente Nacional y Popular, de 21, y Unidad Ciudadana, de 14. (La separación se concretó en abril pasado por razones tácticas y presuntamente a instancias de Cristina Kirchner. Fue cuando la Corte Suprema asaltó el Consejo de la Magistratura. Por motivos reglamentarios, si el oficialismo no se dividía hubiese tenido en dicho Consejo menos representantes que el cambiemismo).

Juntos por el Cambio no tiene en el Senado una expresión formalmente unificada, pero con diferentes aliados suma habitualmente 34 votos. Uno menos que el oficialismo. Los bloques más numerosos de la oposición son Frente Pro (9 miembros) y Unión Cívica Radical (con 18). Normalmente se le suman 7 senadores/as más: cinco bloques unipersonales (incluida la neuquina Lucila Crexell) y otro de dos integrantes. (Información de la página web del Senado de la Nación). 

Meta por demás ambiciosa

Sobre la base de una relación de fuerzas casi empatada en la actualidad, la expectativa cambiemita es derrotar el año que viene al Frente de Todos (o como se llame/llamen la o las alternativas electorales que representen al peronismo y sus aliados) y eventualmente conseguir mayoría en las dos cámaras, además de la presidencia de la Nación.

La expresión parlamentaria de los distintos sectores que integran JpC tendría como seguros aliados a los grupos encabezados por Javier Milei y José Espert, que ya ingresaron al Congreso tras la elección de 2021 (con dos diputados/as cada uno) y esperan aumentar su caudal de votos en 2023.

En caso de que los hechos sucedieran de esa manera -esto es solo conjetural- una alianza de derecha y ultraderecha gobernaría el país con suficiente apoyo en el Parlamento. Pero además, y nada menos, al contar con la complicidad de la fracción dominante del aparato judicial, tendría el control de los tres poderes del Estado nacional.

A su vez, el dominio de las instituciones estatales sería solamente una parte del objetivo mayor de los sectores político/partidarios, y además los corporativos, que hoy son opositores al gobierno del Frente de Todos: el plan que nunca anunciarán de manera explícita es la suma del poder público y también del privado.

La meta es por demás ambiciosa pero no imposible, teniendo en cuenta que esas derechas y ultraderechas que se presentan a elecciones para acceder a cargos en el Estado, conforman un mismo bloque de poder con (solo por mencionar ejemplos) el conjunto de los conglomerados empresariales y las cámaras que los representan; con las cadenas mediáticas más poderosas que transmiten desde Buenos Aires pero influyen en la opinión pública de todo el país; y con factores de poder extranjeros como Estados Unidos y el FMI (Fondo Monetario Internacional).

Las condiciones estarían dadas para la implantación de un régimen más extremista y agresivo que el encabezado por Macri entre 2015 y 2019, esta vez camuflado bajo discursos contra el “populismo” y a favor de las “libertades” y “las reformas que el país necesita”. El objetivo a mediano y largo plazo es el mismo: imponer un modelo de capitalismo cada vez más injusto, saqueador y violento.

Si los acontecimientos fueran como planea la actual oposición, el poderío acumulado por esa hipotética oligarquía sería gigantesco. Pero enfrente estaría la sociedad civil argentina, con la infinidad de organizaciones populares que tratan de representar sus intereses, y que a lo largo de la historia construyeron una tradición de participación, resistencia y lucha.

Las consideraciones posibles acerca de lo que vaya a pasar son, literalmente, infinitas. No obstante, la realidad por venir solo se conocerá a medida que los hechos ocurran efectivamente.

29/07/2016

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