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Columnistas
12/06/2022

El libro de las Mil y Una Esperanzas

El libro de las Mil y Una Esperanzas | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La derecha machaca con que el problema de la economía es el déficit fiscal, pero las buenas gentes (no versadas en economía y finanzas) podrían intuir que es el patrón productivo. En el Frente de Todos conviven dos proyectos antagónicos: uno que opta por trabajar dentro del sistema político y otro cuyo deseo es superarlo.

Juan Chaneton *

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Últimamente, la derecha periodística de este país ha sabido exhibir encuestas que probarían la irremediable tontería del pueblo de a pie y, por ende, la justicia ínsita a toda decisión, empresaria o gubernamental, orientada a ningunear y desconsiderar a ese pueblo así extraviado, pues los tontos no merecerían más que el desprecio. Quieren bajar el déficit -dice la derecha- pero no quieren eliminar los subsidios. Y seguidamente ironizan diciendo que tales opinantes serían merecedores de un tratamiento clínico.

Sin embargo, la esquizofrenia que capciosamente se le imputa a quienes quieren bajar el déficit fiscal pero sin restringir el gasto -sobre todo el gasto que favorece a trabajadores y jubilados- está lejos de ser una patología; por el contrario, esa opinión tal vez constituya el signo que oculta una sospecha, una instintiva y saludable sospecha.

Lo primero que la derecha periodística argentina debería preguntarse es de dónde saca ese don nadie -que es el que contesta las encuestas exhibidas como prueba- que el problema de la economía argentina es el déficit fiscal.

Los que no se hacen esta pregunta quizás no se la hagan porque su incómodo inconsciente podría estarles susurrando al oído que una cosa es informar y otra operar tenazmente sobre mentes y conciencias de las víctimas primeras del firmamento comunicacional argentino. Pues, en efecto, hace ya demasiado tiempo que analistas, economistas y periodistas vienen cincelando, con metódica paciencia, el torso manco modelado en cal berreta al que pretenden vender como pieza fraguada en fino mármol de Carrara. Esa escultura trucha se llama déficit fiscal, y la pretenden causa exclusiva y excluyente en la etiología de la crisis económica argentina.

Empero, como decía Giovanni Sartori hace ya también demasiado tiempo, hay ideas "de la gente" e ideas que "están en la gente", y ésta del déficit fiscal como causa de las crisis es una de estas últimas, está en la cabeza de las buenas gentes (no versadas en economía y finanzas) a las que se les viene macerando el magín, sin prisa pero sin pausa, al tiempo que, en ese modo bombardeo, pueden ocultar, los que así machacan, eso que, si no lo saben, al menos podrían intuir: que el problema económico argentino no es de déficit fiscal sino de patrón productivo.

El ejercicio del sofisma y del secreto por parte del periodismo de derecha de la Argentina explica eso mismo que los sorprende: ese ciudadano que derrochó sentido común cuando dijo que no hay que bajar aún más los salarios ni enviar a los viejos a la mendicidad, antes pareció entender que había que bajar el déficit, y esta aparente contradicción se explica porque al susodicho déficit se lo vienen machacando, en los últimos lustros, como causa de todos los problemas, mientras que no hay mortero que pueda machacar que la muerte de los débiles es una salida éticamente aceptable y económicamente inteligente. El ciudadano de a pie responde conforme a un orden expositivo inducido por la misma encuesta a la que se ve sometido: lo del déficit no se entiende mucho si uno no es economista; si es malo, pues habrá que bajarlo, Dios sabrá; pero ningún entuerto, incluso el déficit, debe solucionarse nunca a costa del hambre y del sufrimiento de nadie.

Esa es la secuencia que despliega, "esquizofrénicamente" según dice la derecha, el indagado. Pero, curiosamente, no es patología, es salud mental.

Por eso el pueblo responde como responde, tanto sea en un censo como en una medición encargada por el diario La Nación. Hemos escrito ya que si el problema económico argentino fuera de déficit fiscal " ... habría que equilibrar las cuentas reduciendo el gasto: menos jubilaciones, menos industria aeroespacial, menos Conicet, menos educación, menos salud, y de ese modo, a levantar la copa por la Argentina primaria vendedora de commodities. Si (no se tratara de déficit fiscal sino de patrón productivo) nuestro norte es la industrialización todavía pendiente, todavía posible, que es el único sinónimo de prosperidad general al que puede aspirar la Argentina. Aun si se equilibraran las cuentas -como proponen Larreta, Macri, Espert y Milei, que en esto no tienen diferencias-, una economía vendedora de productos sin valor agregado pronto volvería a ser deficitaria" (ver enlace).

Decir que el problema económico argentino es de patrón productivo es decir que no tenemos que vender lechuga sino productos industriales con alto valor agregado, y para eso la Argentina tiene potencial. No es un país condenado de antemano al agrarismo. Por qué razón los políticos que no militan en la derecha liberal y neoliberal de este país no salen a contraexplicar lo que la derecha viene "explicando" desde hace mucho, es una incógnita a despejar.

La derecha explica silenciando lo esencial. La derecha explica desde la tribuna fundacional de la argentinidad como si a esa tribuna no le fuera imputable el problema del cual procede la actual crisis que sus voceros le atribuyen al "déficit fiscal". Pues si no hubieran consolidado un Estado represivo a la medida de la Argentina primaria, agraria y campestre; y si, en línea con ese designio de clase, no hubieran difundido oficiosamente las bondades de los golpes de Estado que venían a abortar los intentos de la Argentina industrial que clamaba por nacer, hoy no habría déficit alguno porque estaríamos vendiendo acero y no caramelos, o cañones y no manteca, para usar la metáfora de Samuelson.

El campo es el único que genera divisas, dice el órgano oficioso de la Sociedad Rural Argentina fundado por Mitre. Y omiten que son los únicos porque se encargaron de eliminar -aliados a la iglesia católica y a los militares- todo intento de fundar un orden en el que las divisas ya no serían solamente las provenientes del país primarizado.

Roca y Mitre, mediante las armas, fundaron el orden agrario y, simultáneamente, el Estado-nación. Se trataba de un proceso mundialmente supletorio y, por ende, de una excrecencia. Pues la burguesía siempre entra al escenario histórico del mismo modo, primero como víctima y después como victimario. De rodillas ante las monarquías feudales, se emancipa luego sólo para ser ella, ahora, la que postra de hinojos a la clase obrera. La especificidad de nuestras periferias es que aquí la burguesía nunca fue víctima porque nunca fue del todo burguesía.

Supo mirar lejos y se retiró del escenario político pero cuidándose muy bien de conservar su influencia social, la que vehiculizó al interior de la sociedad a través de unos radicales que, en el fondo, admiraron siempre a esa oligarquía rica y estanciera.

Desde aquel ayer tan lejano y tan vigente en sus consecuencias negativas vienen las dificultades actuales que hoy se potencian a tono con la creciente interdependencia regional y mundial de los países en el marco de una globalización que, encima, empieza a dar signos de estar transformándose en otra cosa. Todas las transiciones son caóticas pero cuando esas transiciones despliegan primero la afirmación y luego insinúan su negación y todo ello en un tiempo histórico infinitesimalmente corto, el resultado no puede ser otro que más caos y más confusión pero a niveles de mayor profundidad que todo lo antes conocido.

El narco y la corrupción en el marco de un sistema político que, junto al país primarizado, es la causa material, formal, eficiente y final del criminal derroche de potencial y recursos que aqueja a la Argentina, ingresan al cuadro para dar base a un diagnóstico eminentemente político.

El maridaje obsceno entre las barras bravas, las autoridades de los clubes, la política y el periodismo deportivo cuya función es mirar para otro lado, también constituyen un subsistema necesario para el funcionamiento del sistema político. Allí, en esa mano de obra tribunera, se ha sabido reclutar el personal apto para las "operaciones especiales " que frecuentemente requiere la política. Los muchachos cobran por ejercer el altruismo y por dar testimonio de amor a la patria: no faltan nunca ni a Wembley ni al Parque de los Príncipes cada vez que juega la Selección, así, con mayúscula. Ni los partidos políticos ni la DEA (esa que echaron de Bolivia) juegan a romper esa amalgama criminal, pues son parte de ella.

La política, además, no sólo ama el fútbol, también se financia, más veces de lo saludable, robando del erario y cuando una rara avis exornada con los atavíos del fiscal o de la fiscala se planta y enfrenta, acusa y sostiene su imputación y funda el pedido de sanción penal para los corruptos ... esa fiscala o ese fiscal son destituidos, pues si el sistema político les hace caso todo salta por el aire: oficialismo, oposición y los que no está claro si son lo uno o lo otro, todos ellos saltarían por el aire. Ciertos medios, a su turno, sorprenden concediendo la palabra al que deberían denunciar como ladrón, pues "la democracia" exige que todos tengan derecho a la expresión, a la libre expresión, como Manuel, que les pidió a sus amigos que lo acompañaran al obelisco a "expresar" que siguen siendo pobres, hoy adolescentes, como lo eran sus abuelos, y ahora purga sus arrestos expresivos en Ezeiza este Manuel, que no es gobernador, ni siquiera es político del sistema político, arqueología del saber, vigilar y castigar, cuántas palabras para tan pocas cosas, ¡qué voluntad de saber!

Y no es sólo en el "caso Urribarri" donde asoman las patas de la sota. También hacen rancho compartido todos ellos -oficialistas y opositores- en honorables hemiciclos como los de las legislaturas locales cuyas paredes no oyen, en buena hora, pues de lo contrario tomarían un estado más público que el que en su momento tomaron, unos contubernios obscenos vinculados a dietas, negocios y privilegios varios y diversos de unos "representantes" funcionales a las democracias delegativas para las cuales trabajan. Ni qué decir tiene el que se vacunó por izquierda en medio del dolor y del temor. Además de vacunarse, se jactaran de ello. Y en un doble además, después de eso quieren seguir llamándose “progresistas”. Cinismo y estafa, a una, insinúan allí, en esas subjetividades patéticas, los signos de la frivolidad tilinga. Nadie, sobre todo el que votará el año que viene, se olvidó de estas cosas y eso, a esta altura, ya no se sabe si es malo o bueno.

Si decimos estas cosas, le damos pasto a Milei y si no las decimos Milei es presidente de la Nación. ¿Una aporía? ¡Qué va! Nada de eso. El camino está clarito y despejado: volver al espíritu fundacional que alguna vez enamoró a los jóvenes. Pero ese espíritu ya no es ni puede ser el mismo porque el mundo ya no es el mismo. La esencia secreta de las cosas es que las cosas no tienen esencia sino procedencia y emergencia, y lo que debería emerger, entonces, sería un nuevo espíritu adaptado a los nuevos tiempos, a estos tiempos que han cambiado de forma de ser y de fondo de ser.

En el Frente de Todos conviven dos proyectos antagónicos, dos proyectos de clase: uno que opta por trabajar dentro del sistema político y otro cuyo deseo es superarlo. La diferencia entre ambos sólo se hace visible con nitidez en los posicionamientos geopolíticos y no tanto en los programas de política interior. Tan es así que el sintagma "enfrentar a los poderosos" lapicera mediante deviene enunciado que puede suscribir tanto el cristinismo como quienes se le oponen. Alberto, de tanto en tanto, dice que su desvelo son los pobres y apela a la sensibilidad de los empresarios para que "comprendan" que la situación es muy difícil y que tienen que "ayudar" a superarla. Pareciera que quiere lo mismo que Cristina por otros medios. El caso es que ni esa ilusoria demanda dirigida a los empresarios -que recuerda al radical Juan Carlos Pugliese-, ni la condena en la ONU a quien la semana anterior se agasajó como "puerta de entrada", serían nunca enunciados provinientes desde el otro proyecto que convive en el Frente de Todos.

La oposición, en tanto, despliega el guión “Luis Juez”: oponerse a todo. Los tiene preocupados que “Alberto haga el gasoducto”; y procuran impedirlo judicializando el tema. Ocaña y Wolf no conocen el tema ni saben dónde están parados, pero se oponen. A Rafecas, el elegido de Alberto para la Procuración, le ha tocado hacerse cargo de las impugnaciones que los ignorantes descerrajan a coro y a capela sobre el proyecto energético. Ojalá le vaya bien a Alberto en este punto. Si así fuera, le luciría mejor el horizonte 2023. Y hasta habría que votarlo. Al fin y al cabo y después de todo, un Frente es eso: convivencia, bajo un formato común, con proyectos similares pero también antagónicos. Hasta que el tiempo permita sacudirse, de la pelambre transida, las aguas de la impotencia.

El 2023 está ahí, a la vuelta. Apelando al diálogo no se convence al "Estado profundo" de cabotaje que profita en la Argentina. El aquelarre de AEA el martes 7 de junio, así nos lo hace saber. Ellos esperan a "Patricia", siempre enamorada de la patria, de la patria montonera o de la patria americana, lo mismo da, para ella lo permanente es el poder, y éste atiende en la avenida Pensilvania, Washington DC.

Nuestra fuerza, las masas, por ahora son ajenas. Ni la CGT ni el Movimiento Evita son nuestros. Y los trotskistas, ya se sabe, no aspiran al poder, sino a honrar a su Gurú: ser "oposición de izquierda" ante todo lo que huela a "burgués", y todo huele a eso hoy en la Argentina, incluso ellos.

Sólo nos quedaría, eventualmente y según vengan los hechos, la candidatura de Cristina que, per se, no soluciona nada, pero es la clave isagógica de un proceso que abriría, iniciático, de nuevo, el libro de las mil y una esperanzas.


 



(*) Abogado, periodista, escritor.
29/07/2016

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