Macri no nació de un repollo. Nació de la picaresca de la política argentina, que describiera hace un siglo Roberto J. Pairó en Pago Chico y que sin embargo no puede dejar de mencionarse que alcanzó elevadas cumbres éticas con Alfonsín pero se hizo poco a poco, diríamos que más terrenal desde entonces.

Otro padre putativo del mencionado, fue y es nuestra inmerecida oligarquía racista, que lo apadrina aún hoy, después de haber verificado el desastroso estado en que dejó al país, cuando ensayó su capricho de hacer política.

Cruciales fueron los 10 años del gobierno de Menem, cumbre de la farándula y la superficialidad, un modelo al que se prendió la patria contratista y otras con el inocultable propósito de participar de la fiesta de las privatizaciones y el endeudamiento a partir de la convertibilidad.

Por entonces, mientras esto ocurría, Mauricio Macri acompañaba a su padre, Franco, a reuniones con las máximas autoridades del Estado que, entre guiños y agachadas consecuentes y sucesivas, cerraban sus negocios. En ese contexto de poder, entre tramposo e indolente, se desarrolló el ser político de Macri, primero co-gestor y luego actor principal de esa realidad.

Macri no conoce otro modo de hacer política como no esté incluida la trampa o alguna ventaja fuera de contexto en sus manejos.

El joven Macri pasó de ver cómo se corrompe a ser corrupto. Fue contrabandista, espía y escucha ilegal de sus amigos y adversarios, abusó de su poder cuando fue juez y parte en negocios encarados desde el Estado.

Para colmo su maestría la realizó en EEUU en negocios privados tratando con Donald Trump cuando éste no soñaba aún con llegar a la presidencia y era solo un millonario de bienes raíces y organizador de torneos de belleza.

En esta escuela se formó y hoy sus actos de gobierno están nutridos por esos gestos. Y a la inversa, ¿qué personalidades destacadas en el plano de la inteligencia y de la gestión honrada lo han rodeado?

Su principal asesor es un émulo de Maquiavelo, además de admirador del Führer, un ecuatoriano embustero que lo alentó a seguir todos los atajos posibles para eludir la verdad en sus dichos. La cuestión era salir del paso frente al compromiso que significaba la palabra empeñada. Todo podría ser burlado, una ley, una persona o la sociedad. No importaba la magnitud e importancia de los estafados, lo imperioso era mantener el poder. Curiosamente, por ese pertinaz camino lo perdió. Ahora quiere conquistarlo con su aspecto desgastado, con argumentos que rezuman odio antiperonista haciendo foco en sus líderes.

Ahí está este aprendiz de brujo, haciendo una vez más BHUUU, asustando a los incrédulos, desde la caja boba.