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16/04/2022

Decime si exagero

Como condenar al olvido al Black Pride 50 años después

Como condenar al olvido al Black Pride 50 años después | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Este año “Summer of soul” se llevó el Oscar al mejor largometraje documental siendo una de las películas que, en perspectiva histórica, mejor se ha expresado sobre la cultura afroamericana entre todas las producidas a escala empresarial. Pero la cachetada de Will Smith la sepultó en el silencio...

Fernando Barraza

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Cincuenta años tardaron en abandonar las catacumbas del olvido todos esos rollos de películas en 16 milímetros que mostraban alternativas salientes del “Festival Cultural de Harlem”, un evento dividido en seis domingos que fueron, entre el 29 de junio y el 28 de julio de 1969, un hitazo socio cultural que se realizó en pleno corazón de Harlem, en el Parque del Cerro Morris, convocando en cada edición a -como mínimo- 50 mil personas.

Cincuenta años fueron los que este material permaneció en el olvido, luego de que el productor Hal Tochin filmara la totalidad de los conciertos y la filial neoyorkina de la estación de televisión WNEW Metromedia Channel 5 (que con los años pasó a ser de FOX, que a su vez y con los años pasó a ser de Disney) emitiera discretamente en pequeños especiales de una hora durante los sábados de agosto y septiembre de 1969, por la noche, a las 23, cuando la gente en EEUU ya casi ni miraba la tele. Luego esas cintas fueron cajoneadas porque -no es difícil calcularlo utilizando la perspectiva histórica- todas ellas dejaban bien de manifiesto que si la comunidad afroamericana se valía de la energía vital que circuló en aquel encuentro cultural masivo, surgiría una posibilidad de organización socio política bien pero bien fuerte. Pues la “blanquitud” supremacista norteamericana no quiso hacer la prueba y se negó a la posibilidad de sufrir un golpe que ni Malcolm X ni el reverendo Martin Luther King habían podido asestar. Cinta peligrosa, se archiva. Y punto.

Cincuenta años pasaron hasta que el equipo conformado por las productoras Concordia Studio, Mass Distraction Media, Radical Media y Vulcan Productions, manijeadas por el entusiasmo del músico, compositor, DJ, productor, periodista musical, autor, actor y director de cine Ahmir Khalib Thompson (conocido por su nombre artístico Questlove) le golpearon las puertas a la Disney diciéndoles: “Eh, oigan ustedes: en el sótano de una de las compañías que compraron por añadidura de añadidura de añadidura empresarial, hay varias cajas con cintas del festival de música negra más grande de todos los tiempos”. Y eso pasó.

Cincuenta años tuvieron que esperar varias de las personas que participaron de aquel festival -y aun viven- para poder reeditar con imágenes certeras y precisas aquello que habían vivido. Algunas de esas personas aparecen en frente a cámara en “Summer of Soul (when the revolution could not be televised)”, que en español sería: “El verano del Soul (cuando la revolución podría no ser televisada)” un título más que propicio para un largometraje que ha venido a demostrar como se “frizó” el material cultural más grande sobre el “black pride” (orgullo negro) de todos cuantos han dado vueltas aquí y allá en la historia audiovisual de los EEUU. Las caras de quienes testimonian en cámara, sus palabras y sus reflexiones, no hacen otra cosa que sellar la impresión: aquel fue un festival importantísimo, con casi medio millón de personas viéndolo, todas ellas negras, latinas y amerindias (la gran comunidad habitante de Harlem, y más); todas ellas nucleadas por un mismo motivo: juntos es poder. Cada testimonio -ya sea de músicxs participantes, asistentes o personajes de la militancia histórica afroamericana que estuvieron de jóvenes allí- refresca la fuerza demoledora de lo que sucedió durante ese mes y medio en el Cerro Morris, fuerza y poder que el sistema se encargó -como no- de mandar a la catacumba. Por suerte de eso también da cuenta el film y por suerte abrió la puerta de la catacumba, claro.

Cincuenta años pasaron en silencio, sin ningún tipo de pronunciamiento sobre el vacío institucional que el poder empesarial/político norteamericano hizo en contra de la realización del evento. Ningún referente de la cultura blanca habló o habla sobre este festival y sobre el encierro de los carretes de películas en un sótano. Vale decir que por aquel entonces también le hicieron el vació, ya que el festival salió adelante por la obstinación de su organizadores: Tony Lawrence, y porque una empresa de café (Maxwell House Coffee) se animó a poner la plata para la producción de escena y un alcalde republicano (sí, aunque usted no lo crea: John V Lidsay) dio el visto bueno para que se haga, a pesar de que el cada vez más empoderado pueblo afroamericano de EEUU generaba miedo en la sociedad conservadora de su ciudad, que lo estigmatizaba a mas no poder, tanto que el departamento de policía de NYC se negó rotundamente a poner seguridad en las distintas ediciones del festival, por cuánto todas esas siestas/atardeceres de verano quienes se encargaron de ese tema fueron ni más ni menos que les Panteras Negras y la propia gente que asistía masivamente, demostrando que la propaganda en contra de la supuesta naturaleza violenta del Harlem no era mas que otro de los miles de actos de racismo que el statu quo de la clase política blanca quería venderle a su público cautivo.

Cincuenta años han pasado para que el gran público del planeta pueda ver como B.B. King, el Rey del Blues, llegó hasta el Harlem para cantar “Why I sing the blues” (por qué canto el blues) en la cuarta jornada. Observen las caras del público, asintiendo con sus gestos cada una de las consignas que B.B. Lanza desde su filosa y política canción.

 

 

Cincuenta años han pasado para que alguien explicara por qué a este festival se le puso el ridículo nombre de "El Woodstock Negro", siendo que -a diferencia de aquel- todo por lo que se trabajó para subir a escena tuvo contenido social, fue gratuito y asumió un compromiso político que Woodstock no tuvo, salvo en las pocas arengas lanzadas casi de manera desunida por Joan Baez, Arlo Guthrie, Neal Young y Grateful Dead. Más nótese que los dos momentos más explícitos en materia de proclamas socio políticas combativas en Woodstock se dieron de la mano de... ¡las dos bandas negras participantes! Por un lado Sly & The Family Stone (que también tocaron en el festival de Harlem) trayendo una batería de canciones de contenido explosivo como "Sing a Simple Song", "You Can Make It If You Try", "Everyday People", "I Want to Take You Higher" y "Stand!", todas ellas explícitas desde su contenido rebelde y arengadas entre canción y canción. Y el otro fue Jimi Hendrix, que tocó el himno de EEUU de manera distorsionada y animal, así: como probablemente lo escuchaba la mayoría de la gente negra, con la bota del white man pisándole la cabeza. Fuera de esos dos momentos de explosión (negra) poco y nada une en carácter combativo a Woodstock, que encima fue posterior, porque se realizó dos meses después del festival de Harlem, con aquel celebrado en el Cerro Morris ¿Y por qué Woodstock es miles de veces más famoso e icónico entonces? Bueno querido público lector, vayan contestándose a sí mismos de a unx, porque la respuesta es bastante obvia, racista y evidente...

Cincuenta años pasaron para que Harlem le mostrara al mundo esto que tuvo: su gran festival secuenciado, articulado comunitariamente, con familias que ayudaban a organizar y artistas gigantescos que no cobraron un mango por tocar. Una fiesta gratuita, solidaria, combativa, engranada milimétricamente con todas las militancias afroamericanas: las ateas socialistas, las armadas guerrilleras, las bautistas pro estadounidenses, las atávicas pro-africanistas, también las que impulsaban la comunión de todas las “minorías étnicas” (negros, latinos, orientales y amerindios) y -por que no- hasta las más pacifistas y casi hippies.

Cincuenta años han pasado para que el planeta vea ahora todo aquel muestrario de valores culturales excelsos que -de paso- vindicaban cada una de sus propias luchas. El film lo demuestra, poniendo fragmentos de las presentaciones de artistas tan heterogéneos como Mahalia Jackson, Stevie Wonder, Sony Sarrosh, Huge Masekela, Max Roach, Ray Barreto o los antes mencionados Sly y B.B.; pero también lo demuestra (desde lo estrictamente socio político) cuando convoca a participar de los testimonios a personas tan salientes como la periodista Charlayne Hunter Gault, o la activista Denise Oliver Velez, o el ex Pantera Negra Cyril 'Bullwhip' Innis Jr, o el reverendo Al Shrapton. Ecléctico es el recorrido por los testimonios brindados a cámara, y ese eclectiscismo no es otra demostración en refresh de lo “peligroso” que fue (es) aquel empoderamiento negro para el statu quo blanco norteamericano de aquellos días.

Cincuenta años pasaron para volver a ver la aventura que -en una de esas seis tardes- protagonizó Nina Simone, que fue quizás el ejemplo más claro y explícito para dimensionar que fuerte era el momento histórico que la comunidad afroamericana vivía por aquellos años. En medio de esta selección que vas a ver en el video de Nina que te dejamos aquí abajo, aparece el testimonio de Charlayne Hunter-Gault, que cuenta como le puso el pecho a la vida en la universidad, cuando la querían correr por negra en medio de la más retrógrada e infundada ola de racismo. Pero Charlayne no solo no se amilanó, sino que años después, trabajando para el New York Times, logró que sacaran de títulos, bajadas y cuerpos de las notas el termino “negro” o “nigro”, que se usaba super despectivamente para mencionar a las personas afroamericanas. A partir de su cambio semántico/periodístico, se empezó a hablar de lxs afroamericanxs como “black”, o “black people”, y entonces black se convirtió en un término de orgullo total. Miren y escuchen con atención todo lo que pasa en este fragmento del documental de Questlove:

 

Cincuenta años, en fin, han pasado para que el mundo pueda disfrutar y reflexionar con esta obra, que tuvo su oportunidad de cobrar relevancia internacional sincrónica en la última edición de los Oscar, pero que no pudo ser, porque dos minutos antes de obtener el galardón, Will Smith le pegó una cachetada a Chris Rock y -en ese acto de machirulismo absurdo que ambos protagonizaron- corrieron el eje casi por completo del film de Questlove y – a pesar de que los discursos de agradecimiento del productor y del mismo director fueron buenos- no se pudo remontar la atención sobre la obra y durante semanas el planeta entero habló de la cachetada de Smith. Que paradoja ¿no?, dos miembros salientes de la comunidad afroamericana de EEUU terminan haciendo algo parecido a lo que las corporaciones blancas hicieron con el material hace cincuenta años: ocultándolo tras el silencio de la frivolidad, distrayendo la atención con estupideces y vanidades individualistas. Pero bueno, a pesar de toda esa porquería, el documental está aquí. Se puede ver en la plataforma de la megacorporación Disney o se puede ver o descargar en miles de sitios en toda la world wide web.

Cincuenta años después, así es este material: renacido y potente. Porque las ideas de peso ni se compran, ni se matan, por más que nos quieran convencer de otra cosa con tanto asunto baladí y tanta cachetada de millonario de Hollywood. Vos no lo dudes: mirala. Es lo mejor que vas a ver en mucho tiempo, dale su tiempo, su atención y su intensidad de visado. Dale, vela y después...

¡Decime si exagero!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

29/07/2016

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