La propuesta de armar un frente anti MPN para las elecciones del año que viene, es arriesgada. No sólo porque en política dos más dos no siempre es cuatro, sino porque esta experiencia ya fracasó en el año 2011 cuando Jorge Sapag derrotó en las elecciones a gobernador al amplio espacio variopinto que encabezó Martín Farizano.

¿Cómo se concilia el perfil del Frente de Todos con el del Pro o con las diferentes variantes de Cambiemos? En caso de que triunfe alguna de estas fuerzas de derecha en una hipotética interna entre todo el arco opositor, ¿cómo se conjuga este resultado con la madre de las batallas que se dará en los comicios del 2023 por la presidencia de la Nación?

La ciudadanía no se arroja al vacío, y mucho menos si la oferta que se le presenta no le inspira confianza ni gobernabilidad.

En el orden municipal los neuquinos ya demostraron que pueden cambiar de signo político y mucho más si las circunstancias se enmarcan dentro de contextos de crisis sociales e institucionales. En cambio, a nivel provincial, el pueblo vota seguridad y -mal que nos pese-, se aferra a lo poco o mucho que tiene. Prefiere lo conocido a lo bueno por conocer.

Quizás sea mejor pensar entonces en un acuerdo programático con las fuerzas progresistas del campo nacional y popular. Dejar atrás los frentes meramente electorales y retomar los grandes lineamientos que se plantearon en la Convergencia Neuquina en el año 2005. Un frente que discuta política, un nuevo modelo de provincia y una ajustada estrategia electoral.

No es sólo un problema de amplitud, sino también de construir una alternativa política participativa democrática y con identidad.

Si nuestro único objetivo es ganarle al MPN a cualquier costo, incluso fantaseando con la idea de que algún sector del oficialismo gobernante se sume al Frente de Todos, es porque no pudimos caracterizar adecuadamente al partido provincial que, si algo ha tenido, es habilidad para dividir a la oposición y transformar al 'sujeto peronista' en 'sujeto neuquino'.

La vocación de poder no se proclama, se construye. Si no percibimos esto no es solo por miopía a la hora de leer correctamente la coyuntura del momento. Es también la muestra palpable de que perdimos el rumbo.