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Columnistas
19/12/2021

El MPN y las asonadas militares

El MPN y las asonadas militares | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Los gobiernos de facto, que debían encontrar una salida a su gestión agotada y sin consenso, pusieron la mirada en los partidos provinciales pensando que el alcance de sus ambiciones siempre iba a estar a la zaga de los liderazgos militares.

Osvaldo Pellin

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Una característica que se repitió en la época de las asonadas militares en el siglo pasado, fue que esos gobiernos de facto, que habían despreciado la política tradicional, debían encontrar una salida a su gestión agotada y sin consenso, y para ello debían desdecirse de sus posiciones anti políticas y en esa tónica descartar a los partidos tradicionales y buscar nuevos colaboracionistas. La mirada estuvo puesta en los partidos provinciales pensando que el alcance de sus ambiciones siempre iba a estar a la zaga de los liderazgos militares, prolongando su dependencia, pero reduciendo sus intereses a los límites de sus respectivos territorios. Seguían gobernando ellos pero el rostro lo pondrían los caudillos provinciales.

El MPN fue considerado en un primer ensayo y así fue como Felipe Sapag asumió la intervención de la provincia en 1970. Demás está decir que la experiencia empezó y terminó allí. La resistencia peronista y el retorno de Perón agrandaron el espectro de las libertades políticas, al mismo tiempo que iba desarmando las aspiraciones de perpetuarse al gobierno de facto. Y en 1973, Perón volvió a ser presidente por una mayoría aplastante de votos.   

Con la vuelta de Perón en la agenda, la figura de Felipe Sapag fue la que daba las mayores garantías de eficiencia en la gestión. Tan es así que, como queda dicho, Onganía lo designó interventor de la provincia  en una curiosa situación que no tuvo nada de diplomática: lo designó a Sapag, estando el presidente descansando en el Messidor y sin conocimiento del interventor Rosauer, en ejercicio. 

Posteriormente desde ese gobierno de la llamada revolución argentina, se intentó que Sapag formase parte de la fórmula presidencial que encabezaría el marino Manrique. Esta vez la intentona fue fallida pues Felipe se negó. 

Ya con Perón en el país se hicieron algunos intentos de reintegrar al MPN a la alianza Frejuli local, que no prosperaron, pues la fuerza que generaba la coalición justicialista no aceptaba los méritos políticos electorales que ostentaba legítimamente la trayectoria de Sapag. Ese desplazamiento, replegó una vez más al líder provincial hacia su propio partido y lo colocó en posición obligada de competir contra el Frejuli, o sea contra Perón, en la provincia. 

La campaña política fue violenta y trajo a la provincia a conspicuos dirigentes justicialistas que ocuparon los medios de prensa locales para denostar al partido provincial y a sus líderes más notorios. Eso no alteró el resultado de las elecciones en que el MPN se impuso aunque no sin estar obligado a una segunda vuelta electoral que ratificó el triunfo inicial.

En concreto el MPN no pudo nunca cerrar filas orgánicamente con el PJ tal como lo prometía su carta orgánica fundacional: el retorno al país del Perón proscripto, implicaba el reintegro del neo peronismo neuquino al peronismo sin ningún prefijo neo que valiera. Eso no se produjo y quedó consolidada la estructura de partido provincial del MPN 

A la vez que las relaciones con los líderes militares de los gobiernos de facto no cristalizaron tampoco en alianzas manifiestas pero sí en un colaboracionismo ocasional, aspecto este último que daba al gobierno de facto una legitimidad que había perdido y a la provincia, entre otras cuestiones, el intento de atenuar que la represión en su territorio llegara con menos crudeza. No obstante los crímenes de lesa humanidad por los que los militares serían posteriormente juzgados no hicieron excepción ni en su alcance ni en los nombres de las víctimas que los padecieron.


 

29/07/2016

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