No es por falta de legislación. Contamos con un amplio marco jurídico: Convención sobre los Derechos del Niño, Ley Nacional 26061 de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, Ley Provincial 2302 de Protección Integral de Niñez y Adolescencia, además de la Ley Provincial 2785 de Violencia Familiar, entre otras. Se necesita política pública y presupuesto para el cumplimiento de las leyes vigentes.

En las noticias de los periódicos de estos últimos días, leemos sobre la muerte de un niño de 2 años a manos del adulto responsable que debería protegerlo. Un niño y dos adolescentes desamparados por el abuso sexual y maltrato. Una niña de 2 años sola, tirada muerta en la calle, aparentemente atropellada. Un niño de 5 años intoxicado y hospitalizado por cocaína.

Somos esa sociedad y también la que se conmueve frente al destrato hacia las infancias.

El individualismo creciente, la deshumanización, los discursos violentos, la indiferencia del Estado, la desigualdad, el consumismo con la búsqueda de la felicidad inmediata, el adulto centrismo. Todo es el caldo de cultivo para generar más y más una sociedad dispuesta a desconocer los derechos humanos, en especial de quienes más necesitan que se los respete, para poder crecer.

¿Cómo poder reconocer al otro como un igual y no ir perdiendo nuestra humanidad?

Con un Estado responsable, presente, donde cada ministerio cuente con la autoridad máxima capacitada, para llevar adelante con la mayor excelencia programas y proyectos que contemplen de verdad, la restitución de derechos. Programas que supimos tener, enunciados en la ley 2302.

Proteger a las infancias y adolescencias compete al ministerio de Gobierno y Educación, ministerio de Desarrollo Social, ministerio de Economía e Infraestructura, ministerio de Niñez, Adolescencia y Ciudadanía, ministerio de Salud. También de una Justicia activa y comprometida cuando se requiera tomar medidas de protección, que pongan a salvo niñes y adolescentes o se deba penalizar el daño que se les provoca.

Basta de lo discursivo y del “como si”, de esto ya hay demasiado. Tampoco puede existir ajuste, ni limosna para el cuidado de las infancias y adolescencias. Son necesarios dispositivos accesibles, con recursos materiales y profesionales especializados que cuenten con herramientas teóricas y experiencia para reconocer el nivel de riesgo ante cada situación y ofrecer un acompañamiento adecuado según su particularidad. Re-alfabetizar en como maternar y paternar sin dañar, aceptando que no todos pueden, ni quieren hacerlo.