“Noemí Labrune y la lucha por los derechos humanos. De lo individual a lo colectivo”, es el título de un libro que recoge algunas de las más emblemáticas causas, en defensa de la dignidad humana, en nuestra región.

¿Por qué hacía falta un escrito de estas características?

En palabras de su editor, Juan Pablo Bohoslavsky, porque era importante contar a través de una trayectoria de vida militante por los derechos humanos, como se articula lo individual y colectivo.

Y porque hablar de Noemí Labrune, es hablar de una pedagogía de la militancia, concluye Adolfo Pérez Esquivel.

Sin querer ser un homenaje esta compilación -de alguna forma- lo termina siendo. No sólo para ese nombre propio que se repite en cada uno de sus capítulos, sino, quizás, para toda una generación que puso en lo colectivo, la clave y la llave del futuro.

El escritor mexicano Carlos Fuentes bautizó al año 1968 como un año constelación, en el que sin aparente razón, coinciden hechos, movimientos y personalidades inesperadas y separadas en el espacio.

En ese año ocurrió el Mayo francés, la Primavera de Praga, la matanza de Tlatelolco en México, el asesinato de Martin Luther King, la Conferencia episcopal de Medellín (Colombia), además de movilizaciones e insurrecciones en Alemania, Italia, Argentina, Uruguay, Turquía, Saigón, Estados Unidos, Japón y Brasil

Una revolución que viajaba de La Habana a Paris, de Vietnam a Bolivia

Una geopolítica de la rebelión y la protesta protagonizada por una generación convencida de que las batallas no se eligen, sólo se libran. Posiblemente por el axioma repetido, por esos años, de que ‘se es responsable hasta de lo que no se hace’.

Una generación que leía los mismos libros que simultáneamente aparecían en las librerías de Roma, Buenos Aires y Hamburgo, dice Eric Hobsbawm. Que incursionaba en el feminismo con Simone de Beauvoir pero lo comprendía con Rosa Parks, enfrentando al racismo y al patriarcado a la vez.

Una y mil batallas. Algunas ganadas, otras muchas perdidas.

Esta compilación es también una constelación. Distintas causas, distintos conflictos, multiplicidad de voces, de edades, de identidades políticas, de lugares, todas enhebradas por Noemí Labrune.

De la lucha contra el terrorismo de Estado a la protección de niñas, niños y adolescentes; de los juicios de lesa humanidad a la denuncia de la megaminería; del Choconazo a las fábricas recuperadas; de la reivindicación de los derechos del Pueblo Mapuche al combate de la desigualdad económica.

Aun cuando sabemos que las generaciones que siguieron respiramos más el aire de la derrota, que el del cielo por asalto; aun cuando aprendimos a elegir nuestras batallas e intentamos ganarlas, Noemí corre el eje de atención y muestra un camino posible para andarlo con otros y otras.

Estas son las historias que se cuentan en este texto.

Es un libro de historia, dice su protagonista principal, donde las acciones y los relatos reconstruidos puedan ser semillas de nuevas historias colectivas, de nuevos compromisos para transformar lo dado y, porque no, cambiar el mundo.

Sí, cambiar el mundo, dice y sonríe.

Que la presentación se hiciera en el aula magna de la Universidad Nacional del Comahue un 10 de diciembre, aniversario de nuestra recuperación democrática y día internacional de los Derechos Humanos, corona esta apuesta a sembrar colectivamente para un tiempo por venir.

Noemí Labrune camina siempre del lado de la vida. Por eso, cuando la incertidumbre inunda y alguna causa tambalea, si ella nos ha cruzado o tuvimos la suerte de acompañarla en algún tramo de ese andar, no hay de qué preocuparse, quiere decir que estamos andando por el lado más iluminado de la Vida.