Columnistas
31/10/2021

Decime si exagero

¡El poderoso canto de la mujer del norte neuquino vive!

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El 28 de octubre se celebró en Las Ovejas la quinta edición de la Fiesta del Día de la Mujer Cantora. El encuentro, que tuvo a 28 cantoras de diferentes edades y de distintas localidades del norte neuquino sobre el escenario, fue una verdadera fiesta popular que puso de manifiesto una realidad cultural: el canto de las cantoras está fortalecido.

Fernando Barraza

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Rosita Cofré entrecierra los ojos y se apoya en su hijo, las luces del escenario encandilan y los pasillos del acceso al mismo están en penumbras. La mujer, que esta noche cumple 83 años, lleva la guitarra asida del mango; la aprieta fuerte con sus manos que son la huella misma del canto campesino de las cantoras del norte. Domingo, el presentador de la Fiesta de la Mujer Campesina, le ha prestado la guitarra con la que va a subir al escenario tras más de 9 años de no cantar. Nueve años en la vida de cualquier persona es un número considerable, pero en la vida de una mujer campesina todo se puede multiplicar por dos, tal vez por tres. Nunca se sabe con certeza, salvo si se está en la piel de una de ellas, cuántas vidas entran dentro de la vida de una mujer campesina del norte neuquino. La mirada de Rosita, sus manos, sus espaldas y los surcos de las arrugas de su rostro no hacen otra cosa que confirmar en su nombre todas esas duras e intensas trayectorias, cargadas de vivencias profundas, experiencias extremas en la naturaleza, vida comunitaria en sintonía con el territorio. Montones de amaneceres en la veranada, pan y mate debajo de la nieve, volver a caballo en medio de una tormenta de viento, estirar la olla para que todos coman, cantar las canciones que su madre y la madre de su madre entonaron, para que no se pierda la crónica cultural, la bitácora cantada de la comunidad en su conjunto. Todas esas cosas es Rosita, sentada al costado del escenario con su guitarra, esperando su turno para subir a cantar, tras nueve años en los que su pueblo y todo el Departamento Minas no escucharon su voz, que ya es leyenda viva. Rosita en ese momento de vértigo previo no es Rosita, es todas las cantoras del norte neuquino en una sola mujer.

Silvia Canale, cantora de El Cholar
 

Todo esto que nace del sitio menor de mero cronista de quien firma esta nota, no es una simple impresión: es una realidad que acontece, una realidad que el norte de Neuquén vive con intensidad. Será por esto mismo que, cuando Rosita sube de la mano de su hijo al escenario, el Gimnasio Municipal de Las Ovejas -que está colmado- aúlla y explota en decenas de sapukai/grito campesino/afafan. Rosita, la cantora que es todas las cantoras, comienza a tocar la tonada que marca su regreso al canto comunitario, y el público responde con devoción. Ella, así de notable y con esa trayectoria cultural, es la quinta cantora de 28 que por la noche sube a cantar, en esta: la quinta edición de la Fiesta del Día de la Mujer Cantora, el máximo y más popular encuentro que las celebra como referentes culturales únicas.

Es reconfortante ver el gimnasio colmado en su capacidad de aforo sanitario estipulado. Es muy bueno ver como público de todo el Departamento Minas va llegando hasta Las Ovejas y tiene las ganas, el entusiasmo y la necesidad de vivir lo que estas mujeres tienen para dar. El camino que se recorrió hasta este momento de resurgimiento popular de las cantoras ha sido duro. Muchas décadas transcurrieron sin que estas mujeres pudieran cantar. Parece mentira, ahora que la provincia y una buena parte del país han prestado atención a su trabajo cultural y social, pero hubo un tiempo largo y gris en el que la fuerza torcedora del desarrollo modernista, con su impronta cultural urbana, deshizo casi por completo la tradición por la cual las cantoras campesinas cantaban para contar. Fueron años de silencio en el que se las dejó de escuchar y ya no estaban más allí: cantando en medio del campo, al regreso de la veranada, en velorios y fiestas comunales, o en las señaladas, o en cualquiera otra pausa del oficio tradicional del arreo. Fue un silencio de décadas, angustiante. Es que el canto de estas mujeres agonizó a causa del viento devastador del desarrollismo, y casi muere sepultado entre los unos y los ceros que desparramó la binaridad utilitaria de la impronta de ciudad que fue entrando a los pueblos y los parajes. La globalización no es una fantasía.

Mercedes Muñoz, cantora de Las Ovejas
 

Por suerte la tragedia de la pérdida no sucedió como una acción completa y definitiva, y la semilla del canto de mujer campesina quedó sembrada, y esperando por la germinación. Tremendo hubiera sido haber perdido ese poderoso canal cultural que - en la voz exclusiva de la mujer- es una perfecta mezcla de ritmos de la música popular europea española de los siglos XVIII y XIX (la más proletaria, claro) con los nuevos ritmos surgidos -también en el Siglo XIX- en mestizaje de la cultura folclórica americana y el extra de un componente final único y poderosísimo: el Vlkantvn, el canto de crónica originario, ancestral, sentido y existencial. Todas esas cosas suenan en las guitarras de las cantoras. Todas esas cosas son las que no solo no se perdieron, sino que han reflorecido con mucha fuerza, de maneras tradicionales y también renovadas.

Es muy bueno, entonces, que la celebración acontezca y se repita cada año. Cada vez más sólida y cada vez más popular. Tan bueno es, también, que los estados municipales -en este caso particular el de Las Ovejas- entiendan que las fiestas deben ser y realizarse en contextos de buena producción, porque la fuerza de la necesidad cultural de ese canto único de cantoras es un pedido legítimo de las comunidades que quieren vivir su tradición, porque celebran no haberla perdido. La respuesta correcta, desde los estados, ha de ser apoyar y fomentar concretamente esta circulación del cantar y estos encuentros puntuales en fiestas municipales y provinciales. El estado no debe sacarle el cuerpo a esto, a esta responsabilidad de dinamización en el crecimiento de la recuperación del lazo firme y genuino entre las comunidades y sus cantoras, sobre todo porque hay tres generaciones que están involucradas en este acontecer cultural.

Magaly Sepúlveda, cantora de Varvarco
 

Solo por dar algunos ejemplos concretos, con nombres y apellidos: ver a cantoras jóvenes como Magaly Sepúlveda (de Varvarco), Karen Alarcón (de Chos Malal) o Verónica Iturra (de Huinganco) alternando el escenario con cantoras de la generación intermedia, como Silvia Canale (de El cholar), Marta Barros (de Andacollo), Paola Quitriqueo Calluqueo (de Varvarco) o Teresa Contreras (de Las Ovejas), y que todas ellas compartan escenario con mujeres grandes como Mercedes Muñoz (de Las Ovejas), Rosita Villar (de Barrancas) o Elevina Pilquiñan (de Taquimilán) es la confirmación de que un legado intergeneracional, que va desde las abuelas a las nietas y vuelve como corriente de energía en sentido contrario a las agujas del reloj, es algo simplemente genial. Porque si consideramos de manera lógica y lineal el camino cronológico, podemos ver con claridad como las mujeres más grandes han pasado la posta de los cantos a las más chicas, legándoles el estilo, la forma y la sustancia; pero si uno escuchó con atención las pocas y conmovedoras palabras que doña Elevina dijo en el Gimnasio Municipal de Las Ovejas antes de sentarse a tocar, está más que claro que las más jóvenes han nutrido y revitalizado a las más grandes. Etelvina saludó al público e inmediatamente dijo: “es bueno estar hoy acá, porque todo esto lo habíamos perdido, pero hoy está de vuelta, vivo”. Tres generaciones de cantoras expresan, en los escenarios, en las radios, en los patios y las casas y el pueblo las escucha con atención y pasión. Esa fuerza va y viene a través de esas tres generaciones, en un sentido y en el otro, ya no es relevante si va o viene entre las mujeres más grandes y las más chicas, porque la continuidad del canto -cualquiera sea su sentido- está asegurada.

Rosita Villar, cantora de Barrancas

 

Quizás sea hora de que la provincia entera y la región toda tomen conciencia de la relevancia que tiene esta manera de vivir el canto femenino de la mujer campesina, porque es un canto colectivo, y su expresión es única en el contexto de nuestra realidad cultural cercana. Y está aquí, diciéndonos en todas esas voces de mujeres de distintas edades, que la crónica de lo que nos pasa tiene un canal atávico en plena vigencia. Eso es concreto y es magia. Las dos cosas y a la vez.

29/07/2016

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