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31/10/2021

Inflación y emisión monetaria

Inflación y emisión monetaria | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El único camino para combatir la inflación es el control estricto de precios y los recargos por ganancias brutas que se aplican en cada etapa de la producción y comercialización.

Humberto Zambon

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Desde el primer escrito de lo que puede considerarse como estudios sobre economía, en el siglo XVI, se ha establecido una relación causal entre la cantidad de metal utilizado como moneda y el nivel general de precios, lo que en su momento explicó el nacimiento de la inflación en la España conquistadora debido a las enormes cantidades de oro y plata que llegaban desde América. Es lo que se conoce como teoría cuantitativa de la moneda.

El problema actual es otro. Con la vigencia de la moneda de papel y, actualmente, con el dominio absoluto de la moneda bancaria y digital, ¿Se mantiene esa relación?

Es evidente, y lo demuestran todos los estudios realizados, que ambas variables, cantidad de moneda en circulación y nivel general de precios, están ampliamente relacionados; estadísticamente existe una alta correlación entre ambas. Pero correlación no implica relación de causalidad. Y por eso, en alguna medida, continúa la discusión teórica instalada entre monetaristas y estructuralistas desde los años ‘60, y que se mantiene en el debate entre ortodoxia y heterodoxia.

Para el monetarismo ortodoxo, que coincide con la creencia común de la población, la relación causal es indudable; para ellos el aumento de la cantidad de moneda genera inflación; esto lo podemos simbolizar de la siguiente forma: aumentos en la cantidad de moneda → inflación. Por ejemplo, Adolfo Sturzenegger, absolutamente ortodoxo, cuando fue presidente del Banco Central durante el gobierno de Macri, informó públicamente que “se reducirán las transferencias monetarias (al gobierno central) hasta eliminarlas” y agregó que éste deberá procurarse el financiamiento con acreedores internacionales y locales, comprometiéndose con esa restricción en la cantidad de moneda a lograr las metas de inflación decrecientes establecidas. Como es sabido, la inflación no cedió, las metas no se cumplieron, echaron a Stuzenegger y Macri terminó con una inflación del 53% anual.

Ese resultado lo predijeron muchos economistas hetrerodoxos. Es que, desde hace más de 50 años, los estructuralistas sostienen que la relación causal es la inversa a la planteada por el monetarismo: inflación → cantidad de dinero circulante. El razonamiento es el siguiente: la inflación está causada por desequilibrios estructurales de la economía real y en su origen no es un fenómeno monetario; en nuestro país básicamente se debe a la lucha por la distribución del ingreso entre la oligarquía pampeana, que procura un tipo de cambio favorable para sus intereses (devaluación del peso), los capitales industriales y comerciales que procuran salarios bajos y altas tasas de ganancia bruta sobre los costos y la mayoría trabajadora, cuyo ingreso depende del salario real. Esa puja entre los sectores, cada uno de ellos para incrementar o, al menos, mantener su ingreso real, genera la inflación. Como los ingresos del estado, los impuestos, dependen de valores nominales pasados, con la inflación se deterioran mientras que sus gastos nominales se incrementan por esa misma razón; el déficit fiscal (y su cubertura mediante la emisión monetaria) no sería la causa sino la consecuencia de la inflación.

Milton Friedman, el conocido economista monetarista ortodoxo, mentor de la política monetaria seguida por Pinochet en Chile y Videla-Martínez de Hoz en Argentina, sostenía que la cantidad de moneda circulante debe crecer a la misma tasa que el aumento del producto para no generar iliquidez en el sistema. Con inflación el producto nominal (cantidades producidas multiplicadas por su precio corriente) crece, aunque no lo haga el producto real, por lo que restringir la emisión puede bajar la tasa de inflación, pero a costa de una mayor recesión causada por la iliquidez.

En general hoy, salvo algunos políticos de derecha y unos pocos economistas ortodoxos, todos aceptan el carácter multicausal de la inflación. En la Argentina actual las principales causas son las variables distributivas que reflejan la lucha de clases sociales: tipo de cambio, los salarios, el “markup” empresario y otros costos (como las tarifas de los servicios públicos). En menor medida, también la cantidad de dinero emitido que, como se está muy lejos de la ocupación plena, acá influye sólo indirectamente, principalmente porque el exceso monetario termina como demanda de dólares para atesorar, lo que incrementa la cotización de la moneda extranjera.

La heterodoxia podría mostrar como prueba de su posición lo que ocurrió durante el gobierno de Macri: la devaluación del peso de más del 40% a comienzos de la gestión, con la eliminación o suspensión de las retenciones, generó un aumento del ingreso de la oligarquía pampeana transferida a los precios de los bienes de consumo, a lo que se sumó la remarcación continua de precios por parte de comerciantes e industriales; el resultado fue una inflación creciente que arrumbó a las famosas “metas de inflación”, con caída del salario real y, a pesar de los ajustes al gasto efectuados, aumento del déficit fiscal cubierto con un aumento explosivo del endeudamiento externo, hasta que se cerró el financiamiento privado y terminó con un “default” de hecho, fuerte recesión, desocupación y alta inflación.

Actualmente en nuestro país existen fuertes restricciones para acceder a las divisas, lo que mantiene al dólar estable, las tarifas de servicios públicos no aumentan sensiblemente y hay pérdida del salario real. El principal factor inflacionario que queda es el “markup” empresario. Por lo tanto, el único camino para combatir la inflación es el control estricto de precios y los recargos por ganancias brutas que se aplican en cada etapa de la producción y comercialización.

29/07/2016

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