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26/09/2021

¿No hará falta algo de populismo?

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En estas últimas elecciones primarias, la sociedad no desconoció el esfuerzo del gobierno frente a la pandemia, ni el exitoso plan de vacunación y hasta tuvo tolerancia con cierta pérdida de bienestar, pero de un gobierno peronista se espera algo más que administrar el desorden.

María Beatriz Gentile *

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En tiempos de desorientación política, donde el debate de ideas se reemplaza por un casting de insultos, retomar algunas cuestiones sobre el populismo y sus avatares, no estaría nada mal.

A los populismos clásicos, entre ellos el peronismo, se les endilgó haber llevado la intervención del Estado en la economía más allá de lo necesario y al tiempo no lograr sustituir la dependencia del sector exportador - extractivismo - ni modificar la estructura productiva por vía de la modernización tecnológica

Sin embargo, la regulación entre el capital y el trabajo; la protección del consumo mediante políticas de precios; la intervención en materia educativa, habitacional y de salud hicieron que la dimensión social de la democracia -en cuanto a la disposición del Estado para incluir masivamente a los sectores desprotegidos- fuera un logro y resultado de estas experiencias.

El éxito o fracaso dependió de la capacidad de restaurar el orden institucional mediante un programa político-económico eficiente. No olvidemos que los populismos surgieron en contextos de crisis profundas y movilización social fragmentada

En nuestro país, los gobiernos peronistas que sucedieron a la experiencia original mostraron esa capacidad ordenadora en términos de gobernabilidad política y previsibilidad económica.

Menem (1989-1999) y Kirchner-Fernández (2003-2015) partieron de profundas crisis macroeconómicas y sociales y fueron elegidos primero, como única salida; luego revalidados en las urnas por una amplia mayoría. ‘El peronismo contemporáneo no es solamente el partido de la soberanía política, la independencia económica y la justicia social: es también el partido del orden, de la gobernabilidad durante la tormenta’escribió Julio Burdman.

En esta oportunidad, el gobierno peronista del Frente de Todos aún no logra enfrentar la tormenta -herencia macrista y pandemia- con la misma eficiencia que sus antecesores. Inflación, pobreza y desempleo siguen siendo parte de ese desorden que no se logra revertir

¿Se puedegobernardesde el peronismo sin una economía que produzca movilidad social ascendente? le preguntaron a la politóloga María Esperanza Casullo “No. No es algo que esté a la altura del peronismo. Es un dato duro de la historia argentina”,respondió

Se podrá pensar en distintos modelos para organizar el bienestar y por eso al peronismo se lo vota esencialmente para ejercer políticas de inclusión y ascenso social. Pero también se lo vota por su capacidad de conducir y organizar para detener la caída y entonces la estabilidad cobra relevancia.

El menemismo fue esto último; un peronismo más cerca del partido del Orden que de la Justicia social y por eso reivindicado por liberales y conservadores. Los gobiernos kirchneristas, en cambio, sin descuidar la gobernabilidad se acercaron más al ideario resdistribucionista del primer peronismo.

En estas últimas elecciones primarias, la sociedad no desconoció el esfuerzo del gobierno frente a la pandemia, ni el exitoso plan de vacunación y hasta tuvo tolerancia con cierta pérdida de bienestar, pero de un gobierno peronista se espera algo más que administrar el desorden.

La narrativa liberal entendió al populismo, como el desvío del curso natural que el país venía siguiendo desde la hegemonía oligárquica exportadora. Dicha anomalía, tuvo por consecuencia la instalación de una falsa conciencia en los sectores populares: hacerles creer que podían aspirar a derechos y condiciones materiales para una vida digna. Esta es la ‘razón populista’.

Aunque los analistas insistan en que las elecciones se ganan con ese 20 o 30% que no forma parte de la grieta, en términos de puja distributiva no hay Corea del centro: las clases propietarias no tienen razones para identificarse con los intereses de las mayorías populares y estas últimas nada tienen para ganar con el triunfo de las primeras.

Por eso, tal vez, haya que recuperar algo del viejo populismo, porque de la crisis todavía no salimos y el bienestar se demora en llegar.



(*) Historiadora, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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