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Columnistas
15/08/2021

Viejas y nuevas infancias

Viejas y nuevas infancias | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
Foto: Gentileza

Según datos de Unicef, el 75% de los niños que viven en pobreza extrema lo hacen en la región subsahariana de África y en Asia. En América Latina y el Caribe 70 millones de niños se encuentran en situación de pobreza y uno de cada cuatro padece pobreza extrema.

María Beatriz Gentile *

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¿Para qué sirve la piel? preguntó la maestra, ‘para no ensuciarse la ropa’ respondió una nena de 6 años; ‘para que no se te caiga todo’, dijo otro de 7.

Respuestas que obviamente a ningún adulto se le ocurrirían; sin embargo, hace tiempo que los adultos han perdido ese lugar exclusivo de ser ‘los que saben’.

Los medios de comunicación, las redes sociales y las nuevas tecnologías disputan esa antigua y enaltecida atribución

Hoy, niños y niñas al mismo tiempo que aprenden a escribir comienzan a chatear, se alfabetizan con el teclado de la computadora, se relacionan virtualmente, escuchan y crean música, utilizan un lenguaje por abreviaturas de mensajes de texto y formas ortográficamente incorrectas, pero válidas en ese ámbito.

 

¿Esto implica un camino progresivo de emancipación de la escuela y de los adultos en general?

 

Comencemos por decir que no hay una, sino múltiples infancias y que la desigualdad sigue siendo una constante que fragmenta y jerarquiza la experiencia de ser niña o niño. Por todo esto, difícilmente pueda generalizarse lo dicho

Hay un presente que construye esta diversidad y hay un tiempo histórico que la explica.

Fue en el siglo XVIII que la niñez comenzó a ocupar un lugar distinto en la familia y en la sociedad, alcanzando una categoría social específica en la Europa Occidental.

En las sociedades industriales, paulatinamente la escuela fue adquiriendo centralidad al igual que la Iglesia, pero no sería hasta comenzado el siglo XX que la idea de una infancia vulnerable, necesitada de protección demandaría mayor intervención del Estado.

Controlar a la niñez significó, en parte, controlar el futuro leído en clave de progreso. Así como los más pequeños llegarían a constituir futuros trabajadores y futuros soldados,también corrían el riesgo de convertirse en futuros delincuentes, por eso tutela y disciplina.

Las dos guerras mundiales proporcionaron al Occidente la visión más generalizada de esa nueva idea de infancia vulnerable y necesitada de protección más que de control, en particular frente a la cantidad de huérfanos rechazados por su etnia, religión, idioma o color de piel.

En 1924 se aprobaba la ‘Declaración de los Derechos del Niño’ que más tarde se traduciría en políticas sociales bajo las experiencias de los Estados de Bienestar de la posguerra.

En 1989 era sancionada la ‘Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de la Niñez’; sin embargo, esto no se tradujoen la existencia de condiciones materiales dignas y equitativas para niños y niñas, más allá de los compromisos firmados por los Estados.

En la actualidad, según datos de Unicef, el 75% de los niños que viven en pobreza extrema lo hacen en la región subsahariana de África y en Asia. En América Latina y el Caribe 70 millones de niños se encuentran en situación de pobreza -el 40% del total de la población de 0 a 14 años- y 1 de cada 4 (28,3 millones) padece pobreza extrema.

Esto expone, que más allá de los nuevos contextos en que se desarrollan las infancias, la desigualdad y la diversidad siguen exigiendo la responsabilidad de los adultos que son quienes toman las decisiones.

En las múltiples experiencias de ser niño niña, siempre hay un ‘Otro’ necesario porque existe un ‘desamparo originario que inaugura la vida del cachorro humano’, nos explica Perla Zelmanovich

Sean niños o niñas que habitan la calle, que juntan cartones, que estudian inglés y computación o que juegan al rugby, que van a un casting televisivo o trabajan de criadas, existe siempre una frontera que marca la diferencia y la distancia con los adultos.

Es esa asimetría la que nos debe hacer más responsables que omnipotentes, en un aula, en una oficina, en un patio de recreo, en una cancha de futbol, en la atención de un comedor.

Es esa relación asimétrica la que hay que reactualizar, no en clave de superioridad ni autoritarismo tutelar, sino en clave de amparo; hacedora de una sociedad más justa, responsable por un presente con oportunidades, facilitadora de una relación de entendimiento donde crecer sea sinónimo de volar.



(*) Historiadora, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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