Uno
En una entrevista de las tantas que se difundieron tras su muerte, Horacio González habla del malentendido. Según la periodista que redacta la nota, González habla del conflicto entre las juventudes peronistas y Juan Perón que eclosionó en 1974. Dice González, y sonríe con la satisfacción de estar ante un hallazgo: “Entendimos mal, sí. Porque entender mal es una manera de izquierda de entender” (ver enlace).
El malentendido permite desencajar las cosas, desgarrar ese sistema cerrado de palabras, símbolos, mitos y creencias que hace sólida la trama de una sociedad. Hace harapos del tejido dominante, el discurso del malentendido. ¿Quién puede sostener ese movimiento sin claudicar? El arte, la poesía sostienen el malentendido: mal entienden lo que ocurre, ponen lo real y su interpretación oficial en cuestión. Primero ponen en crisis el lenguaje, porque sus convenciones y estructuras expresan el poder, fijan el discurso que domina, si no, veamos las críticas que recibe, desde los ámbitos del poder cultural y político, la instalación de, por ejemplo, el lenguaje inclusivo. También ocurre con los lenguajes de los pueblos originarios y la aceptación del multilingüismo. Aquí, la poesía tiene una función: la de erigirse también como malentendido, porque no dice lo que dice; dice eso y otra cosa. Siempre.
Una amiga cuenta que acaba de escuchar por la radio una frase del escultor suizo Alberto Giacometti: “So?lo se? lo que estoy viendo cuando voy creando”. La escuchó en francés pero duda sobre la fidelidad de su traducción y entonces acomete una nueva versión: “lo que mis ojos ven surge en la obra cuando la estoy haciendo”. Y concluye ella: esto se aplica a la escritura. Una poeta reproduce en una red social un fragmento que ha traducido de los diarios de Anaïs Nin y que parece hablar de esta existencia en pandemia:
“Vivís así, resguardado, en un mundo delicado, y creés que estás viviendo. Luego leés un libro... o viajás... y descubrís que no estás viviendo, que estás hibernando. Los síntomas de la hibernación son detectados fácilmente: primero desasosiego. El segundo síntoma (cuando hibernar se vuelve peligroso y puede degenerar en muerte) ausencia de placer. Eso es todo. Aparece como una enfermedad inofensiva. Monotonía, aburrimiento, muerte. Millones viven así (o mueren así) sin saberlo. Trabajan en oficinas. Manejan un auto. Salen de picnic con sus familias. Crían hijos. Y luego una especie de sacudida los toma por sorpresa, una persona, un libro, una canción y los despierta y los salva de la muerte. Algunos nunca despiertan.” (Anaïs Nin, The Diary of Anaïs Nin, Vol. 1: 1931-1934. Trad: Marina Kohon)
Dos
Nunca hay un punto final para las preguntas. No en esos tiempos de presunta normalidad y que en rigor disfrazan, con rutinas y repeticiones, el intento de conducir ese caos que es la existencia, y tampoco ahora, cuando no hay burbuja que no estalle (ver enlace).
De regreso con González: ¿es entender mal o entender de otra manera? En El ABC de la lectura, Ezra Pound habla de los artistas como antenas de la sociedad, y pone su ejemplo: “un animal que desprecia las advertencias de su propia percepción necesita un inmenso poder de resistencia si está destinado a sobrevivir. Nuestros sentidos más preciados están protegidos: el ojo está protegido por los huesos de la órbita, etcétera. Una nación que desprecie las percepciones de sus artistas entra en decadencia. Al cabo de un tiempo deja de actuar y se limita a sobrevivir”. Años después, McLuhan va a tomar esa expresión y dirá que “si el artista es la antena de la raza”, también funciona como un radar que activa un sistema de alarma precoz que permite prepararse para enfrentar las situaciones adversas.(ver enlace). Ambas citas sólo consiguen sintetizarse el el ritmo de un poema que se repite como una letanía mientras la vida sigue:
Y alguna vez, no siempre, guiado por el radar
el poema aterriza en la pista, a ciegas,
(entre relámpagos)
carretea bajo la lluvia, y al detener sus turbinas,
descienden de él, pasajeros aliviados de la muerte: las palabras (Alfredo Veiravé: Radar en la tormenta, Bs.As., Sudamericana, 1985)
Tres
También hay poetas de la Patagonia cuyos textos funcionan como radares, como antenas. Barrios de la capital de Neuquén donde ocurren cosas entre cuatro paredes que son los cuatro rumbos del viento; hechos que vienen del pasado y continúan poniendo en cuestión las actualidades, no por livianas menos importantes; hechos, cosas y palabras que pasan junto con las gentes, que también pasarán.
En “La física en el barrio San Lorenzo”, poema seleccionado para una antología que viajó a La Habana, Raúl Mansilla está diciendo que “Si la poesía salva es por olfato./La poesía es limitada/pero tiene la suerte de la música/y puede ser más fuerte en la barbarie del sábado jabón”. Su autor también se pregunta si “La poesía es el termostato que regula el mundo”. Acaso sin proponérselo, Mansilla intenta decir que la poesía es un salvoconducto, un escudo que protege y alerta. La antena de Pound y el radar de McLuhan parecen sobrevolar las palabras de este largo texto, que también advierte: “La poesía regula el mundo./A Las cuatro de la mañana se oye un ruido detrás del universo”, y ese sonido escondido es la garantía de que hay algo que salva en un espacio sin gravedad, es decir, donde no hay una respuesta sino un nuevo interrogante: sólo un ruido detrás.
Sin embargo, desde el recuerdo también interroga la poesía al lenguaje. Por ejemplo, dice Viviana Ayilef: “puede hilar el lenguaje de todas las luchas/sociales/ponerlas a dialogar/tensionarlas”... Y ella está hablando de “Qué cosas podría tocar sin herir/el lenguaje/de la poesía”, pocas acaso, y recuerda a los fusilados de Trelew en 1972 que siguen hablando en la historia, en esos retazos de memoria que subsisten pese a las recomendaciones del olvido, sin dejar de lado la ternura: “La poesía debe enlazar con amor/con dolor/con espanto.//Pero también con ternura”. Entonces, memoria sí, ternura también.
¿Qué alivio hay en épocas de convulsión, dónde buscar alguna respuesta? Además, ¿hay algo por encontrar? Quizá de eso hable Jorge Spíndola, porque la condición de mudable está en la esencia de las cosas y de los hechos. Todo es pasajero y detrás sólo quedan huellas, rastros, estelas en la espuma. Este texto de Spíndola remite a los Proverbios y cantaresde Machado: “todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar”. ¿Habrá acertado quien recomienda que lo conveniente para éstas y para todas las épocas -especialmente si son interesantes- es aprovechar el día sin fiarse del mañana? Así habla Spíndola: “bandadas de gentes y de estrellas pasarán//estos ojos/ con que miro/ la lluvia/ pasarán”. Es la renovación, el retorno continuo y la renovación del universo anuncia el poeta: “pasará we tripantü/y otros pájaros pasarán”. La poesía, entonces, es el malentendido: dice lo que dice, y otra cosa. Y así.
Los poemas
La física en el barrio San Lorenzo
Raúl Mansilla
1-
A vuelo de pájaro
se ve el pequeño mundo
donde el suéter marrón
y la máquina escribiendo
lucha por trascender a la pared lechosa
que es cielo y almanaque.
2-
Según la mirada que se tenga
sobre los dados arrojados por Einstein
las cuatro paredes pueden matar a Dios
de una pedrada.
3-
La escritura a vuelo del pájaro:
cinco paredes en suéter marrón
la máquina escribiendo situaciones del primer balbuceo
de una mujer en la caverna
entendiendo el mundo.
4-
Si la poesía salva es por olfato.
La poesía es limitada
pero tiene la suerte de la música
y puede ser más fuerte en la barbarie del sábado jabón.
5-
Hombres, mujeres, travestis, putos
poniéndole el pecho a la noche
en que las balas caen en el estereotipo común
sin el fundamento del plomo
los shoppings llevan al arreo
las penas y las vaquitas todo en una bolsa.
6-
Todos metidos en un cráter
los buenos los malos y los feos.
Que en griego significa la concha de tu hermana.
Los postes de luz son tu corral
el signo de admiración que juzga tus actos nocturnos en el oeste.
7-
La cumbia sale por todos los poros de las casas
y a vuelo de pájaro tu suéter marrón
Sábado shampoo, sábado mordisco.
Bandas de menores obtienen, con su noche, el fluido prometido.
8-
Una rubia y una morocha se pegan con guantes
de seda aunque la mona se vista
la carita linda de la rubia con el tabique destruido
y la sangre, desconocida de siempre
pone la cuota de miedo que todos tenemos que pagar del uno al diez.
El miedo es la sangre, y el rojo:
la concha de tu hermana.
9-
La poesía actual tiene el tabique roto
arrastra su sangre por las mesas de lectura buscando crédulos.
La mirada a vuelo de pájaro es la verdad
El suéter marrón es la certeza que viste y abriga
al sujeto que escribe con la máquina en la pared blanca
10-
La poesía es el termostato que regula el mundo?
11-
El mar estaba cerca, años tardé en olvidar su sonido nocturno mientras mi madre gritaba que volviera porque era tarde, que volviera del mar, de las sombras del mar y lo peor de todos saber ahora que nunca nadie vuelve de la palabra MAR.
12
La poesía regula el mundo.
A Las cuatro de la mañana se oye un ruido detrás del universo.
13-
Un suéter marrón es considerado signo inequívoco de que hubo vida alguna vez
Vendrán seres que todavía no nacieron y harán la V con sus naves en el cielo.
Sin miedo, regula el mundo este recuerdo del futuro
los que duermen a esta hora no tienen estatus de rivales.
14-
Observado desde arriba
el suéter marrón es un punto pendular entre el teclado
la pared de ladrillo visto y la blanca locura donde ingresa letra.
15-
Nos gustan las piedras y los gatos, porque no solo no acuden a un llamado
sino que ambos miran con la sabiduría del que ya estuvo.
16-
En el banco de madera que rescaté de la humedad
están las pisadas de mi padre
su ir y venir
su visión de mundo
como el primer anfibio que salió del mar
y se fue a tomar un vino con la mirada cambiada
con la mirada de mar. (En Poetas de Neuquén en La Habana, Neuquén, Con Doble Zeta, 2015)
Qué merece decir la memoria en 2020
Viviana Ayilef
Qué cosas podría tocar sin herir
el lenguaje
de la poesía
en un contexto
como éste
en el que la historia del asco nos escupe a veces
la cara
(escupe con sangre).
La poesía puede hablar sobre todo porque la poesía quiere
y tiene
que hacerlo;
puede hilar el lenguaje de todas las luchas
sociales
ponerlas a dialogar
tensionarlas
decir que la lesa humanidad de los años
que hoy recordamos
es una recurrencia de estado
argentino;
decir que aquello que ya nos pasó
siempre vuelve
que la cosa toma diferentes formas
porque se puede agobiar a los pueblos de infinitas formas.
Pero los pueblos resisten también
de infinitas formas.
La poesía debe enlazar con amor
con dolor
con espanto.
Pero también con ternura.
La poesía puede decir sin metáfora alguna:
la sonrisa de Susana
los ojitos de Ana María
su embarazo
avanzado
la mirada de Mena.
El porte
de todos.
La familia de Pujadas, también.
La familia de Pujadas.
La
familia
de
Pujadas.
La poesía puede citarse a sí misma
como testimonio de verdad
y decir
todavía:
"yo amo
Tú escribes
Él sueña
Nosotros vivimos
Vosotros cantáis
Ellos matan",
Como escribía Santoro.
La poesía elige hoy acá
Ese verso:
Nosotros vivimos
Nosotros vivimos
Nosotros vivimos
Hagamos algo
Con eso
urgente.
Eso es lo que entiendo por deber de
memoria. (inédito)
Tras la lluvia empecinada
Jorge Spíndola
bandadas de pájaros huyen tras la lluvia
hojas de sauce caen con el agua
y dejan charcos luminosos estancados
bandadas de hojas vuelan en tus ojos
es we tripantü y la gente de la tierra
aguas aéreas evaporados espejos
se hunden o deshacen inconscientes
pasará we tripantü
y otros pájaros pasarán
bandadas de gentes y de estrellas pasarán
estos ojos
con que miro
la lluvia
pasarán (En Jerez volcado (poemas novelas) trelew, bajo los huesos, 2010)
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