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Columnistas
15/10/2020

Votos, dinero y corporaciones

La democracia devaluada

La democracia devaluada | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Las arremetidas de los poderes fácticos contra las políticas del gobierno nacional expresan su desprecio por la voluntad popular. La sumisión de la oposición a las expectativas de los “dueños del dinero”. El desafío de construir gobernabilidad y una utopía capaz de enamorar a millones.

Sergio Fernández Novoa *

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Corría diciembre de 1999 y se había terminado el menemismo. Quienes creíamos en la recuperación de la política para salir del pozo en el que nos había metido una década de neoliberalismo, vivíamos aquellos días con expectativa. 

Como nos había enseñado el general Perón, sólo el pueblo podía salvar al pueblo, y cada uno quería aportar lo suyo. Más aún cuando el peronismo se había sacado de encima a aquellos que gobernaron para “los dueños del dinero”.

En aquel entonces era Director de Comunicación de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) y como tal participé de la reunión que la conducción obrera mantuvo con el flamante vicepresidente electo, Carlos “Chacho” Álvarez. 

Faltaban pocos días para la asunción de Fernando De la Rúa como presidente y nos preocupaba el camino que elegiría el gobierno de la Alianza para superar una crisis que había hundido en la pobreza y el desempleo a millones de compatriotas. 

Fue Víctor De Gennaro, secretario general de la Central en esa época, quien expresó nuestras dudas en la reunión realizada en la histórica sede porteña de la avenida Independencia: nos inquietaban los nombres que sonaban para el nuevo gobierno y los rumores sobre sus políticas, que poco tenían que ver con las promesas realizadas durante la campaña electoral. 

“Chacho” Álvarez despejó nuestros recelos. Respondió con firmeza, aunque no sé si con convicción: “No le pidan a ningún político serio de este país que se pelee con los dueños del dinero”. 

Aquellas palabras fueron un balde de agua fría y anticipaban la tragedia que nos esperaba. También una realidad todavía vigente: la rendición de buena parte de la clase política, aún de “honestos” y “bienintencionados”, a los poderes fácticos. 

A dos décadas de aquella reunión vemos cómo el grueso de la oposición al gobierno nacional se encolumna detrás de aquella lógica de sumisión a los “dueños del dinero”. 

Para ellos la democracia solo es votar cada cuatro años y la política el terreno donde vale todo, salvo “pelearse” con los poderes económicos y mediáticos.

Esta lógica no hace más que agravar una crisis como la que vivimos, producto del desastre económico y social dejado por el macrismo y por la pandemia provocada por el Covid-19. 

¿Acaso hubo más inversiones, más trabajo, más viviendas, más salud y educación cuando esos acaudalados a los que no se debería importunar formaron parte del gobierno de Mauricio Macri? 

La lluvia de inversiones nunca llegó. La Pobreza Cero, solo quedó en eslogan. Se destruyó a la industria nacional y al sector productivo con la consecuente pauperización de la clase trabajadora. Entregaron nuestros recursos y nos colocaron una vez más de rodillas ante los organismos financieros internacionales. Los ricos fueron más ricos y los pobres cada vez más pobres.

Lo que queda sobre la mesa es la discusión en torno a la soberanía y al poder. Nadie que pretenda representar la voluntad popular debería esquivarla. El pueblo tiene derecho a saber qué piensa cada uno. Y así poder decidir con absoluta (y real) libertad. 

Si la soberanía está en el pueblo, en su intención de tomar decisiones a través de los preceptos que define la Constitución Nacional, o si se encuentra en los poderes de siempre, en aquellos que, por su capacidad económica, mediática y simbólica tienen “poder de fuego” para imponer sus mandatos a los gobiernos.  

Si el poder emana del dinero, de los vínculos con los Estados Unidos, de la capacidad corporativa o del voto de los millones de mujeres y hombres que día a día buscan llevar el pan a la mesa y tener una existencia feliz, libre de angustias y agobios.

"¿Tiene enemigos? Bien, eso quiere decir que usted ha defendido algo con convicción, en algún momento de su vida", meditaba Winston Churchill. 

Esta sentencia, dicha por un político conservador, no quiere decir que todos debamos pensar lo mismo, que haya que acallar las diferencias que tenemos sobre cómo pensamos el mundo en el que queremos vivir. 

Lo que quiere decir es que hay que tener la valentía (y la honradez) de expresar lo que cada uno piensa, sin tapujos ni eufemismos que no hacen más que confundir a una sociedad golpeada por la crisis y la necesidad.

El sociólogo Anthony Giddens sostiene que, a pesar del desdibujamiento de las clases sociales, las grandes empresas transnacionales y sus directivos son actores centrales de la vida política, sin los cuales es difícil comprender el poder y el devenir de las naciones.

Son precisamente estos poderes permanentes, los que no están sometidos a la voluntad popular, los que hoy en la Argentina buscan desestabilizar para luego gobernar con un programa antipopular amparado por el complejo mediático. 

En esa línea, una víctima cada vez más herida por toda esta situación, es la democracia tal como la conocimos en los últimos 75 años. De allí los ataques constantes hacia quienes se esfuerzan para garantizar los derechos básicos de argentinos y argentinas. 

Frente a esto sólo queda trabajar para dar sustento a la gobernabilidad que el país necesita. Construir consensos amplios y duraderos que tengan como horizonte atender el bienestar de las mayorías. 

Para ello hay que seguir convocando a todos y a todas a hacer posible un modelo de desarrollo inclusivo que termine con tanta desigualdad y que no ceda a las presiones del privilegio. 

Nos merecemos ser capaces de construir utopías que puedan enamorar a millones, que recuperen la solidaridad, la autonomía de la política respecto de los poderosos y la justicia social. 

Y sobre todas las cosas, necesitamos una democracia donde el poder y la soberanía estén en el pueblo y no en “los dueños del dinero”.



(*) Periodista. Ex Vicepresidente de Télam y ex presidente del Consejo Mundial de Agencias de Noticias y de la Unión Latinoamericana de Agencias de Noticias.
29/07/2016

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