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“¿Qué te pasa Clarín, estás nervioso?”, quiso saber Néstor Kirchner poco antes de las elecciones de 2009, que el expresidente perdería con Francisco De Narváez (y también con Clarín, por supuesto).
La pregunta era retórica. Y también disruptiva, ya que hacía público lo que nadie se atrevía a decir: el grupo comandado por Héctor Magnetto, uno de los principales actores de la vida política y económica de la Argentina, podía hacer mucho daño.
A poco más de una década de aquel interrogante el Grupo Clarín es más fuerte y poderoso que entonces. El presidente Alberto Fernández lo sabe. Y lo sufre en carne propia.
Su gobierno es presentado por los medios y editorialistas del Grupo como “rehén” de Cristina Kirchner e incapaz de afrontar una crisis en la que parecen no tener nada que ver la devastadora política económico-social del macrismo ni la pandemia provocada por el Covid-19.
Alberto tiene frente a sí a un Clarín todavía más grande que aquel que desenmascaró Néstor Kirchner. Hoy factura ocho veces más que entonces, tiene más empresas e ingresó al codiciado mundo de las telecomunicaciones (puerta para la convergencia) gracias a la adquisición, durante el gobierno de Mauricio Macri, de Nextel primero (completó su compra) y de Telecom después.
Además, creció como actor político: posee un amplio elenco de dirigentes partidarios que le reportan, tanto a nivel nacional como en las provincias, y sumó importantes interlocutores en el Congreso, pertenecientes a un arco variopinto.
Construyó también más poder real que cualquier otro actor en el Poder Judicial, donde puso al presidente de la Corte Suprema de Justicia, Carlos Rosenkrantz, quien como abogado supo representar los intereses del Grupo y los de sus sociedades.
Nada de todo esto llegó sin complicidades gubernamentales. Por eso, a diferencia de lo que sucedió durante los gobiernos de Néstor y de Cristina, Magnetto y compañía ahora saben lo importante que es tener un “presidente propio” en la Casa Rosada, como lo fue Macri entre 2015 y 2019.
Durante el gobierno de Juntos por el Cambio el Grupo pudo revertir los intentos antimonopólicos desplegados por el kirchnerismo. En esa etapa también dio el salto hacia las telecomunicaciones. Siendo así, ¿por qué conformarse con menos?
Lo que no crece se debilita
El desarrollo de la empresa fundada por Roberto Noble en 1945 no paró de crecer (y acumular poder) casi desde sus orígenes, fundamentalmente desde que se transformó en multimedio bajo la dirección de Héctor Magnetto.
Adquirió Papel Prensa a sangre y fuego durante la dictadura, se quedó con radio Mitre con el retorno de la democracia, adquirió Canal 13 gracias al festival privatizador del menemismo y logró la fusión de Cablevisión-Multicanal durante el primer kirchnerismo.
Pero fue con la llegada de Macri al gobierno cuando coronó su expansión. Logró deshacerse de los artículos que le molestaban de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (sancionada después de un histórico debate público durante el gobierno de Cristina Kirchner) y alcanzó su principal conquista: ingresar con fuerza en el mercado de las telecomunicaciones.
“Telecom y Cablevisión se integran y se transforman en el primer operador argentino de cuádruple Play”, tituló el 30 de junio de 2017 el diario Clarín en su edición online. Así daba a conocer la decisión de ambas compañías de avanzar en la fusión más importante en la historia del sistema info-comunicacional en nuestro país.
Cuando Clarín y Fintech (grupo italiano dueño de Telecom) sellaron la fusión, la suma de los servicios de Cablevisión y Telecom arrojaba a nivel nacional el 42% de la telefonía fija; el 34% de la telefonía móvil; el 56% de las conexiones a Internet por banda ancha fija; el 35% de conectividad móvil; y el 40% TV paga.
Cash
La frutilla del postre que supuso el ingreso del Grupo al negocio de las telecomunicaciones se ve más clara cuando se cuenta el efectivo: en 2019 la tarifa media de la telefonía móvil aumentó 91%, mientras que la inflación acumulada fue del 53%.
Hay que tener en cuenta también que en su informe de resultados Telecom indicó que en el primer semestre de 2020 registró una ganancia de explotación de $ 14.491 millones (u$s 186,9 millones), lo que supone una suba del 8,5% en relación con igual lapso de 2019.
En los cuatro años de gobierno macrista las empresas de comunicación aumentaron sus tarifas 326,3 % mientras la inflación promedio fue de 231,4 %, según estima el CEPA. Esta tendencia de aumentos por encima de la inflación se mantuvo: en marzo de 2020 subieron un 8,3% mientras el IPC daba un 3,6%.
De este modo Clarín concentra los mayores ingresos del mercado. Sin tomar en cuenta sus negocios de provisión de TV por cable, telefonía móvil y fija y conectividad a Internet, obtuvo en 2017 ganancias por $159 millones, cuando el resto de los grupos mediáticos no llegaron a cruzar el umbral de los $10 millones.
Obviamente, la renta del Grupo se multiplica con creces si, además, se incorporan las unidades de negocios hoy agrupadas en Cablevisión Holding.
Es en este contexto de sumas y multiplicaciones es que Magnetto y compañía leen como una suerte de declaración de guerra el decreto 690/2020, que estableció como servicios públicos en competencia a la telefonía móvil, el acceso a Internet y a la TV paga.
La voracidad de las ganancias puede no tener límites y, precisamente, el límite a la expoliación del bolsillo de los usuarios es leído como una afrenta, sobre todo después de cuatro años de expansión y rentabilidad garantizadas.
¿Qué hacer?
Según un relevamiento hecho hace poco más de un año por el Monitoreo de la Propiedad de Medios, realizado por el diario Tiempo Argentino y Reporteros sin Fronteras, las empresas del Grupo Clarín concentran el 25% de todas las audiencias del país de forma directa. Porcentaje que, sin embargo, sería sensiblemente mayor si se consideraran los receptores indirectos.
Tal concentración se alcanza gracias a la propiedad de los diarios Clarín, La Voz del Interior (Córdoba) y Los Andes (Mendoza), tanto en su versión papel como digital; las radios Mitre y FM (y su red de repetidoras); la TV abierta (canales 13, 12 -Córdoba-, 7 -Bahía Blanca-, Bariloche TV) y por cable (TN, TyC Sport -50%-, Volver, Rural, Metro, Magazine, Quiero Música), más la operadora Cablevisión; las revistas Ñ, Genios, Jardín, Elle y Pymes; y las productoras audiovisuales Polka y Patagonik.
Hay que tener en cuenta, que su ostensible liderazgo se ejerce en el día a día ante cualquier tema que Magnetto elige para tematizar a la sociedad. Así, en numerosas oportunidades vemos un título en el diario Clarín que replican la mayoría de los principales periódicos de las provincias argentinas. Incluso hasta el propio La Nación es parte de ese operativo de reproducción.
“La centralidad de las comunicaciones en la sociedad actual requiere que se discuta cuál es el interés público para proteger y en base a ello elaborar una política para el conjunto del sector”, proponen los expertos Fernando Krakowiak y Guillermo Mastrini al analizar el estado de las telecomunicaciones en la Argentina.
Es un tema que las dirigencias que anhelan el ejercicio de una política libre tienen que asumir en su real dimensión. Se necesitan regulaciones desde el Estado que promuevan la equidad y desmonten los monopolios, pero también son imprescindibles ideas que permitan articular y potenciar las voces plurales que existen pero que tienen corto alcance.
Tarea que resulta urgente si se quiere proteger el derecho a la información y la diversidad de expresiones, jaqueadas por la concentración y por grupos mediáticos que, como en el caso de Clarín, resultan actores políticos y económicos de primer orden. De lo contrario, como dice la canción, el “monstruo grande” que “pisa fuerte” acabará con “toda la pobre inocencia de la gente”.
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