Columnistas
07/09/2016

El Kirchnerismo y sus desafíos

Concientizamos o erramos

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“Más allá de los intentos por explicar por qué se produjo la derrota política del FpV, una de las enseñanzas que pueden extraerse de esa experiencia es que el alto nivel de consumo que promovieron los gobiernos kirchneristas no logró crear hegemonía política para consolidar un modelo a largo plazo”, plantea el autor en artículo publicado en La Tecl@ Eñe.

Mario de Casas *

Los intentos por explicar por qué se produjo la derrota política del FpV y acertar en las acciones que nos permitan retomar el camino del movimiento nacional, popular y democrático, han generado análisis en los que aparece una expresión que podría formularse aproximadamente así: “es increíble, pero muchos que se vieron beneficiados por los gobiernos Kirchner, votaron por Macri”. Hay también, quienes no ocultan su desconcierto, al mismo tiempo que otros, tras la aparente paradoja, proponen explicaciones del tipo “muchos se cansaron del estilo de Cristina”. Ahora bien, poco aportan a la comprensión, tanto la perplejidad que paraliza como las explicaciones basadas en fenómenos que, aunque hayan tenido alguna influencia, no dejan de ser manifestaciones superficiales de causas profundas.

Más allá de la académica discusión sobre cuánto inciden los medios masivos de comunicación en el comportamiento de las personas, la realidad vivida desde el diez de diciembre pasado fue poniendo en evidencia que argumentos como el citado en el párrafo anterior resumen -cuanto menos- una incapacidad para distinguir lo principal de lo accesorio, que llevó a muchos compatriotas a tomar una decisión contraria a sus más elementales derechos e intereses.

Lo que tal vez no sea tan evidente es una de las enseñanzas que pueden extraerse de la experiencia reciente: el alto nivel de consumo que promovió nuestro gobierno, componente de la justicia social y de la política económica con la que se lograron además grandes progresos en materia de integración social y autonomía nacional, no creó, sin embargo, hegemonía política. En otras palabras, no obstante los doce años de gobierno del Estado por el movimiento nacional, no se logró revertir el dominio ideológico del capitalismo tardío. Entonces, una conclusión –provisoria- es que el consumo masivo puede facilitar -o no- la lealtad a un proyecto político, pero no asegura por sí hegemonía en términos gramscianos.

El esbozo de la transición a un modelo social como el impulsado por Néstor y Cristina se funda -a mi entender y siguiendo las reflexiones del revolucionario italiano en los Quaderni- en la suma, por una parte, de un cambio político basado en la articulación de un poder hegemónico que vaya más allá de la conducción del Estado -probablemente aludido por Cristina cuando habla de “empoderar” a la sociedad y conformar un “frente ciudadano”-, es decir, un cambio social cimentado en el control y la dirección de las principales instituciones de la sociedad civil - concepto éste deliberadamente distorsionado por los sectores dominantes en lucha por la hegemonía-, y, por otra, un cambio ético-cultural fundamentado en una reforma intelectual y moral –mucho más que moral burguesa de las buenas costumbres-, que sea capaz de crear una nueva cosmovisión e ideología de las masas mediante la cual adquieran (una nueva) conciencia y apoyen activamente la transformación social.

En línea con lo expresado considero oportuno recordar que, por esos caprichos de la historia, casi en la misma época en que se conocían los Cuadernos de la Cárcel, Arturo Jauretche hacía lúcidas descripciones de las capas medias argentinas; caracterizaciones jauretcheanas que mantienen vigencia y más todavía, pues algunos de los tics allí señalados se han acentuado. Para completar hay que agregar el creciente nivel de colonización de los partidos políticos de añeja tradición popular.          

Es obvio que el desafío implica algo más que ganar elecciones y -a mi modo de ver- en esto tampoco hay magia; para empezar por el principio el camino a recorrer pasa por la formación de cuadros, y continúa con la atención prioritaria de una masiva educación política, concientización indispensable para afrontar la insoslayable batalla de ideas. No es una proposición original, se trata de una prioridad históricamente asumida por la derecha: sin ir más lejos, el PRO es un partido de cuadros y el gobierno de Cambiemos está integrado por una amplia mayoría de intelectuales orgánicos. La tarea será ardua porque la derecha tiene grandes ventajas en el control de instituciones públicas y privadas que adoctrinan en forma más o menos encubierta y sin pausa, cuenta con medios de manipulación masiva cada vez más sofisticados y -por aquello de que la ideología dominante es la ideología de la clase dominante- su ideología está (desapercibidamente) instalada, no necesita explicitarse ni defenderse, se reproduce “naturalmente”. 

La reciente creación del Instituto Patria es un aporte -material y simbólico- importante para superar la histórica postergación de un trabajo que requiere organización, esfuerzo y continuidad; una de las causas –estimo- de la indefinición que, después de doscientos años, se mantiene en torno a la contradicción principal en la que se debate nuestro país: la puja en los planos político, económico y cultural entre la entidad nación-sectores populares, por un lado, y la alianza entre las oligarquías locales y el imperio de turno por el otro.

lateclaene.com



(*) Ingeniero civil, diploma superior de economía política.
29/07/2016

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