Columnistas
06/09/2016

Las nuevas condicionalidades del Imperio hacia América Latina

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En un contexto distinto al de los años 80 y 90, las condicionalidades vuelven. En Argentina se reinician con el endeudamiento macrista, y pronto regresarán al país los burócratas del FMI.

Osvaldo Pellin

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Ya no son los principios del anticomunismo como en los años '80. Entonces, América Latina acompañó la cruzada adhiriendo a la Doctrina de la Seguridad Nacional. Ni las del FMI en la economía, en los '90.

Fue una época en que EEUU venía de ser derrotado en Vietnam y Camboya, perdía en Medio Oriente con la caída del Sha de Irán que era el mejor gendarme del Golfo, los sandinistas llegaban al poder en Centroamérica, y tenía dificultades para que Israel aceptara los acuerdos de no intervención en el Sinaí.

La llegada de Ronald Reagan al poder el 4 de noviembre de 1980 señala, en palabras del propio presidente, que se debe terminar con las humillaciones y las derrotas, y decidirse a poner a los EEUU en el primer puesto de la escena internacional.

Para poder consagrar esa premisa, los conservadores norteamericanos no toleran la existencia de otra nación que podría ser competitiva en su liderazgo mundial y, en el marco de la guerra fría, con la URSS propone la Iniciativa de la Defensa Estratégica (IDE), a la cual se llamó “La guerra de las galaxias”.

Se deja de lado además el pensamiento económico que toma al Estado como gran motivador de la actividad económica. Emergen entonces otras corrientes, aquellas que propugnan los economistas de la “oferta”, con la dirección de Milton Friedman, cuyos conceptos fundamentales son: reducción de las presiones impositivas y fiscales, control estricto de la moneda, desregulación y privatización. Se reducen los gastos sociales y se aumentan notablemente los gastos militares. Todos los acuerdos crediticios y de otra índole con los norteamericanos nos exigirán que desregulemos nuestra economía en base a esas premisas.

Serán considerados gobiernos o países amigos de los EEUU, aquellos que sean permeables a suministrar la información de sus ciudadanos y organizaciones a través de sus agencias oficiales de espionaje (las locales están habitualmente colonizadas por aquellas), contribución vinculada a un gigantesco sistema internacional de defensa.

Por otra parte, para ser país amigo se requiere que las decisiones en economía no se aparten de la que los propios EEUU han adoptado para sí mismos, como si los países del sur de América tuviesen todos idéntica sustentabilidad y disponibilidad de recursos. Además, se estimula la homogeneidad del sistema económico para permitir la concentración del capital y la apertura irrestricta de sus mercados a favor de las multinacionales con sede en EEUU.

La apertura comercial bajo su hegemonía, y la privatización de los recursos naturales a favor del gran capital, es otra condición esencial que exigen los intereses norteamericanos. La mayor parte de las veces, se trata de condicionalidades formuladas y vigiladas desde los organismos financieros multilaterales, como el FMI y el Banco Mundial.

Por si esto fuera poco, otra condición ha de ser la vinculación con el sistema financiero internacional, a efectos de que cada país sirva para la irrestricta circulación de capitales, con intereses especulativos. Ya lo dijeron los propios norteamericanos, “que los EEUU no tienen amigos, tienen solo intereses, y que cuando se afecte en cualquier lugar del mundo los intereses, por ejemplo, de la General Motors, se están afectando sus intereses como nación”.

Frente a ese panorama, quién no puede imaginar que la soberanía nacional sonará como un anacronismo, la industrialización nacional como una actividad costosa e innecesario, la seguridad social reducida a lo que cada ciudadano pueda hacer por sí mismo sin auxiliarse en momentos de crisis por parte del Estado. Los habitantes dejan de ser iguales ante la ley, y no tendrán acceso a bienes y servicios patrocinados por la solidaridad social.

Todos los países, siguiendo la Doctrina Monroe, estarán sometidos a los dictámenes del Imperio, y su “Patio Trasero” convertido en un obediente “hinterland” para solaz y crecimiento de las multinacionales, diciendo adiós además a la autodeterminación de los pueblos.

Nadie duda de que el tamaño y la capacidad de consumo de la sociedad norteamericana sea deseable para cualquier país que piense en la exportación. Pero en ese caso Argentina está mal posicionada, porque produce los mismos productos agrícolas y ganaderos de exportación que los propios norteamericanos.

Ergo, debemos buscar economías complementarias y no competitivas con la nuestra. Además nunca nos ha ido bien en el sistema financiero comandado por ellos. Siempre fue un ardid que acentuó una dependencia casi perpetua, salvo cuando Kirchner inició la política de desendeudamiento que revirtió el actual gobierno de Macri.

Y en el proceso de endeudamiento macrista se reinician las condicionalidades que provienen del país del norte. Un claro ejemplo de ello será la presencia en el país de los burócratas del FMI, que vendrán a supervisar los gastos sociales y a aplaudir las decisiones que profundicen nuestra dependencia. Ya lo hicieron en el ocaso y previo al desmadre del gobierno de Menem. ¿Por qué no han de hacerlo ahora, cuando la crisis social nos desborde y a Macri le quede alguna carta más por jugar en la manga del interminable ajuste?

29/07/2016

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