Columnistas
31/08/2016

Estados Unidos

El fenómeno Trump y sus riesgos

El fenómeno Trump y sus riesgos | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Las próximas elecciones en el principal país del mundo, plantean cada vez más la necesidad de un análisis profundo sobre los posibles impactos que generarían la victoria de Donald Trump para la política y el orden internacional.

Agustín Mozzoni *

Luego del fin de la guerra fría y por poco más de una década -probablemente hasta  la actualidad- Estados Unidos se convirtió en el país más poderoso del planeta. En lo que se conoció, según Barry Buzan, como un sistema uni-multipolar.

Para que un país se considere súper potencia global, debe tener tres requisitos básicos: reunir las capacidades materiales, creerse que lo es, y ser reconocido por el resto de que efectivamente lo es.

Estados Unidos contó y probablemente aún cuente con todos esos requisitos. El ascenso de China, la recuperación y consolidaciónde Rusia, y el liderazgo económico alemán como controlador de la Unión Europea, mantienen amenazada esa  supremacía luego de la fallida incursión en Irak en el año 2003.

Pero lo que hace poderoso a los EEUU no es solo su poderío militar, económico y  político. Tras la caída del Muro de Berlín, la Casa Blanca se convirtió para Occidente en el garante de la paz mundial.

El país de Obama, fue y por el momento sigue siendo, el veedor de la moral universal, un país de exportación cultural, la imagen del bien. Toda esta construcción, hoy amenazada, le llevó muchísimos años. Desde Toqueville a la actualidad, pasando por Hollywood  y Coca Cola, lograron establecer principios morales y culturales universales y cuya garantía de eso depende de ellos. No por los Estados Unidos, sino por el bien de la humanidad. Así lo expresaban incluso los Federalistas a fines del Siglo XVII.

Las elecciones de 2016 pueden generar un profundo cambio en el Sistema Internacional, una modificación del statu quo global, producto de una  alteración del rol activo que tiene Norteamérica respecto del mundo.

El “payaso” que hacía divertir a la política y a la opinión pública con sus locuras y disparates, se convirtió en el candidato del principal partido político estadounidense y con posibilidades de acceder al poder en enero del año próximo. Lo que parecía un juego se convirtió en una pesadilla, lo que era gracioso, se volvió peligroso.

Donald Trump está a un solo paso de ser el próximo presidente de la súper potencia global. Un candidato que no tiene una agenda política definida, no plantea bases o acciones específicas en relación a las políticas públicas y su política exterior responde al marketing más que a realidades concretas, en un país que vive a través de su liderazgo global.

La ex secretaria de Estado, Madeleine Albright catalogó a la política exterior de Trump como  "simplista, llena de slogans, contradicciones y errores".

Las elecciones en Estados Unidos, no son una elección doméstica, y el pase voluntario de Washington a segundo plano, como especula Trump, generará con el mayor de los optimismos un desconcierto en el planeta.

Trump sostiene que los Estados Unidos no tienen vocación por garantizar la paz del mundo, y mucho menos a cualquier precio. Luego de doscientos años de historia, un candidato con posibilidades de ganar afirma que ya no serán los veedores de la paz mundial. Y peor aún, supone, que garantizar la paz debe ser redituado por aquellas zonas a las cuales se protege.

Trump observa con ojos comerciales y económicos, lo que es geopolítico y estratégico.

El candidato republicano señaló en charla con el Washington Post el 1 de marzoque “los países que defendamos, deben pagar el costo de esa defensa, no debe ser gratuita. De lo contrario, ellos  deberán defenderse a sí mismos.”

El mediático postulante a la presidencia, sostuvo también que China debería encargarse de destronar al líder de Corea del Norte, Kim Jong Un. Es incomprensible para Corea del Sur esperar que China (principal sostén norcoreano) resuelvasu principal y latente amenaza. Amenaza que por otro lado, es garantía para el establecimiento de la séptima flota en el Asia Pacifico,  la presencia en la isla de Guam, Filipinas, Japón y tantos otros despliegues que posee en la zona, para los que no tiene otro propósito que el de “neutralizar” la región. Otorgar a China esa responsabilidad, conlleva la renuncia de su presencia en esa parte del planeta.

También consideró que Medio oriente debe ser estabilizado por Medio oriente. Del mismo modo, con una política de ese estilo, será difícil justificar, la presencia de la quinta flota en el Golfo Pérsico,  las bases en Arabia, Israel, Turquía, la Sexta Flota en el Mar Mediterráneo o el reciente despliegue de fuerzas y asentamiento de sus bombas nucleares en Rumania.

En su intención de ser atractivo y simplista en su discurso, genera desconcierto en lo que puede llegar a hacer con su política exterior. Sin embargo, está por demás demostrado que genera muchos adeptos, y es lógico. Su discurso es fascinante. Logra hacerle preguntar al potencial elector norteamericano, cual es el sentido de ser los mejores del mundo, si adentro de su país les cuesta tanto llegar a cumplir el sueño americano.

Donald Trump da respuestas a esas preguntas. Desde allí, acusa a los latinos, desde allí acusa a los refugiados, desde allí critica la política exterior del gobierno, sosteniendo que mientras se hacen ejercicios militares en la isla de Guam, ellos no logran comprar su casa.

Trump repite, “Hare nuevamente grande esta Nación”, “solucionaré sus problemas”.

Según el estudio de Jorge Arguello, ex embajador argentino en Naciones Unidas y actual presidente de Embajada Abierta,  los principales seguidores de Trump son“blancos de clase media baja o baja, la mayoría hombres y de escasa calificación académica y laboral; atemorizados por la globalización y una modernización que les quita empleos; resentidos con la competencia de minorías como la latina; enojados con el establishment político de Washington;(…) y desinteresados por la suerte del resto del mundo”. Es infalible el discurso de Trump hacia ese sector ya fanatizado con su candidatura.

Son tiempos de grandes desafíos a la política real. El fenómeno Trump, como el resurgimiento de la derecha en América Latina, se dan gracias a  nuevos elementos externos a la política.

Surgen así personajes cautivantes, exitosos, que utilizan el engaño, la mentira, el marketing, con un estudio preciso y eficaz del mercado electoral. Controlan las nuevas plataformas tecnológicas, utilizan los Big Data a la perfección. Hacen de la elección política una competencia con códigos de mercado. Ante estos nuevos fenómenos, la política tradicional durante las campañas queda relegada.

El problema sucede, en el momento en que estos nuevos fenómenos acceden a la suma total del poder de un Estado. Porque no son solo los mecanismos utilizados los que provienen por fuera de la política, lo son también sus planes y sus intenciones.

De ninguna manera se trata de defender el imperialismo norteamericano, pero sí de comprender lo que la política exterior norteamericana es en el mundo como factor de orden internacional, y lo que supone que pueda dejar de serlo. Son solo discursos de campaña, pero por tratarse del país más poderoso, pueden suponer un gran problema y un repentino y profundo desequilibrio del sistema internacional.



(*) Lic. Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales
29/07/2016

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