Columnistas
26/08/2016

Entre bombas y cortinas: la política actual en Argentina

Entre bombas y cortinas: la política actual en Argentina  | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Frente a las promesas de cambio inmediato, de shock de confianza, de mejora radical de la economía, de cambios en la praxis política, de transparencia, de honestidad republicana y de pobreza cero, la actual administración ha hecho poco y nada.

Francisco Camino Vela *

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Los analistas de la política, de diversas disciplinas, saben que no hay peor combinación que la frustración ciudadana y un gobierno que no acepta sus errores de gestión y los maquilla permanentemente. La resultante prolongada de esta sumatoria de elementos no es otra que la crisis del lazo representativo, la desconexión entre electores y gobernantes. En el mundo sobran las experiencias y en Argentina tuvimos una de las más notables a principios de este siglo, sobre todo por la tragedia que supuso, traducida a pedidas de vidas.  

La realidad Argentina cada vez se vuelve más inocultable. Frente a las promesas de cambio inmediato, de shock de confianza, de mejora radical de la economía, de cambios en la praxis política, de transparencia, de honestidad republicana y de pobreza cero, la actual administración ha hecho poco y nada.

Bien por el contrario, la foto del presente a nueve meses de gobierno es bien distinta. Muestra imágenes de nuestro pasado reciente que pensábamos no íbamos a presenciar, sobre todo porque fueron icónicas de los lamentables años ‘90. Jubilados haciendo cola para obtener fruta, regalada por productores que festejaron la llegada del nuevo gobierno, que en buen número se opusieron con banderas argentinas a las medidas del anterior gobierno, y que hoy, en lugar de recibir la prometida reactivación de las economías regionales, tienen que trasladarse en colectivo y regalar su producción para ser simplemente atendidos. Mauricio Macri ya no habla de ese productor rionegrino que en numerosas ocasiones mencionó en su campaña electoral.

También hoy el Indec da datos, tras varios meses de espera, y resulta que la actividad económica sigue en descenso, que la inflación interanual trepa a niveles que el kirchnerismo ni se acercó, y que el desempleo está a décimas de volver a los dos dígitos. Esto último, quizás uno de los mejores logros del anterior gobierno, el descenso permanente del desempleo, o lo que es lo mismo, el aumento del trabajo, es algo que cambió para mal en la actual administración. La pérdida de puestos de trabajo, impulsada desde el gobierno, fue oficialmente negada en forma sistemática. Incluso cuando logró frenar la ley anti despido a la que acusaron de ser meramente política e irreal. Hoy su propio y reformado Instituto de estadística y censo niega su discurso.  

También en estos días, los fieles periodistas, puros e íntegros por criticar ferozmente al gobierno anterior, son ahora no libres e independientes sino los nuevos enemigos de Cambiemos por ser excesivamente críticos. Es un nuevo ejemplo de la doble moral que acepta y encumbra la crítica ajena pero no la propia. Tampoco en este frente tenemos cambio sino nuevamente un empeoramiento en relación a lo anterior.  

Si faltara algo, la declaración de las fortunas de alguno de los principales funcionarios de este gobierno, la mayoría en el exterior, sumado a lo que cada vez es más inocultable e injustificable en el patrimonio interno y, sobre todo, externo del propio presidente  de la república, contradice la promesa de limpieza. El remate de este cuadro de situación ha sido el revés judicial en el tema del tarifazo y el aumento notable de la pobreza y de la consabida inseguridad, en el marco de una administración que sigue beneficiando a los poderes concentrados y hace poco o nada por la mejora de la calidad de vida de los sectores populares a los que ha condenado a la abnegación y al descenso permanente de su calidad de vida.

Frente a todo esto y agotados ya de culpar a la herencia recibida, han aparecido varias alternativas. La primera, en realidad una continuidad remozada de la herencia, es nuevamente culpar al populismo de la gestión anterior. Aquí hay que señalar una vez más que el populismo no es tributario solo de los gobiernos de izquierda, sino que también han emergido en los últimos tiempos populismos de derecha. Pero además quizás sea ya hora de esquivar esta crítica hablando de gobiernos populares frente a gobierno antipopulares, clarificando la esencia de las diferencias, más allá de los términos elegidos, entre la década que pasó y lo que presenciamos en la actualidad.

La otra alternativa oficial, obviando aquí el lamentable recurso a los “timbrazos” de campaña, ha sido la apuesta a una supuesta violencia ejercida contra el gobierno, ya sea en la versión piedrazos o en la de amenazas telefónicas o insólitos mensajes mafiosos con cartuchos vacíos que apuntan, no casualmente, a la figura femenina estrella de Cambiemos, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires.  Esto no solo no oculta el rechazo popular a un gobierno para pocos y sin ambages en el ajuste, sino que opera como una cortina de humo que no alcanza a tapar la bomba que para la sociedad supone el abrupto descenso en el nivel de vida provocado por las políticas públicas. Por más que lo intenten, campañas de comunicación y represión mediante, no van a poder ocultar el daño que en la materialidad de la mayoría de la población están generando. Si no afrontan esta realidad, el gobierno, más temprano que tarde deberá enfrentar una escalada de violencia  e indignación de consecuencias siempre indeseables.  



(*) Dr. en Historia. Profesor e investigador de FAHU-UNC. Profesor UNRN. Codirector de la Red de Estudios Socio-Históricos sobre la Democracia (Reshide).
29/07/2016

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