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Argentina
22/03/2020

Coronavirus

Todos atrás y Alberto de 9 frente a la crisis

Todos atrás y Alberto de 9 frente a la crisis | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La pandemia fortaleció el liderazgo presidencial. Como un delantero encargado de hacer los goles, Alberto Fernández logró encolumnar detrás de sus decisiones a todos los gobernadores y a las fuerzas de la oposición. Con un alto consenso social, el mandatario protagoniza una nueva etapa política, volátil y de final incierto.

Daniel Hernández

Jueves por la noche. El presidente Alberto Fernández anuncia que el país entra en cuarenta total por 11 días para combatir el coronavirus: habrá severas restricciones en la circulación, aislamiento, parate en la actividad económica y social. 

Terminado el discurso se escuchan aplausos. En los balcones y ventanas de distintos barrios porteños y bonaerenses hay gente aplaudiendo. A los médicos y trabajadores de la salud que combaten la pandemia. A un presidente que se puso al frente de una pelea difícil y con final impredecible.

El anuncio pudo ser a través de un ministro, con la difusión del decreto que lo instrumentaliza, con el presidente hablando en solitario. Pero no. Fue con Alberto Fernández al frente y todos detrás de él. Una metáfora futbolera para el partido más difícil: todos atrás y Alberto de 9. La foto del jueves fue elocuente. 

El presidente adelante. Un paso detrás (y a un metro de distancia), el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y los gobernadores Axel Kicillof (Buenos Aires), Gerardo Morales (Jujuy), y Omar Perotti (Santa Fe).

El jefe del Estado alineó detrás suyo a la oposición (incluyendo a sus referentes más duros y controvertidos), al peronismo en sus distintas vertientes, a gobernadores e intendentes. Y se podría agregar: a los medios opositores (incluso a los que intentaron hablar de inacción oficial frente al virus) y a los “contreras” inorgánicos, que trocaron cacerolas por aplausos.  

El liderazgo de Fernández es, por estas horas, político e institucional, orgánico e inorgánico. Pocos lo esperaban. Tal vez porque tras cuatro años de liderazgo empresarial, donde el interés individual primó sobre el beneficio colectivo, había rezagado a la política y pocos se acordaban de ella.

En primera persona

“El presidente tiene que coordinar políticamente y coordinar operativamente el riesgo para que no deje de ser potencial y pase a ser efectivo”, explica a Va Con Firma el politólogo Mario Riorda, al analizar lo hecho por el primer mandatario en la última semana, cuando el coronavirus ocupó el centro de la agenda pública y el primer mandatario reafirmó su liderazgo.

Con el mapa del avance del virus en el mundo y fundamentalmente en Europa, donde resultó impredecible para Italia y España, los dos países con mayores lazos históricos y culturales con la Argentina, la Casa Rosada apostó a tomar la iniciativa y no correr detrás de los acontecimientos. Algo que en términos políticos siempre resulta clave. 

Para Riorda, experto en comunicación política, “la sobreestimación del riesgo siempre es recomendable. Y tratándose del riesgo, credibilidad a través de medidas ciertas que eviten la especulación social”. Es aquí donde el gobierno parece haber encontrado la llave para el liderazgo presidencial.

El despliegue de decisiones gubernamentales contra el virus pero también sobre sus consecuencias económico-sociales resulta un eje central de la acción presidencial, permitiéndole mostrarse activo y reduciendo a la mínima expresión el margen de acción de la oposición.  

“El gobierno debía mostrarse activo, con medidas capaces de contener y paliar las adversidades  sociales producto del impacto económico de la pandemia”, asegura el politólogo, para quien Fernández apostó por la “sobriedad y la certeza, antes que por la emotividad y las diferencias políticas explícitas”. 

En términos político-comunicacionales, según el especialista, en crisis como la actual “no se necesitan ni presidentes amables ni pilotos de tormenta ni héroes ni machos alfa. Se necesitan decisores sobrios”. Un perfil que desde la Casa Rosada van puliendo en cada intervención presidencial.

Mario Riorda: “En estas circunstancias se necesitan decisores sobrios”. 
 

Contrastes

Lo propio se ve mejor por contraste. Más aún en una crisis global, donde hay mucho para comparar y la información circula a toda velocidad. Un ojo atento (y de un gobernante se espera que tenga los dos) determina reacciones. Y hace mucho más estrecho el margen de error.

“Es difícil ver en tiempo real todo lo que pasa regionalmente. Lo que se ven son generalmente los extremos radicalizados, sean por estilos, así como por medidas”, sugiere Riorda. 

“Son destacables –agrega- el nivel de subestimación y politización indebida de Bolsonaro en Brasil, López Obrador en México y Ortega en Nicaragua. Todos sometiendo a un doble estrés a la sociedad, no tan sólo por la pandemia sino por el nivel de confrontación política al que someten a la población”. 

“Luego hay casos, como el de (el presidente Nayib) Bukele en El Salvador, que parece haberse comprado el traje de superhéroe, y salió a pelearse con todos en una pose de decisionismo confrontacional”, explica el especialista para describir un segundo modelo de liderazgo observado hasta ahora en América Latina. 

“Y por último”, enumera Riorda, “casos como el Vizcarra en Perú o Piñera en Chile, con un decisionismo institucional radical, que decretaron tempranamente el estado de emergencia y toque de queda respectivamente”. 

“Creo que Fernández –concluye- está más cerca de estos últimos, en el medio entre un decisionismo institucional con consenso con algo de decisionismo voluntarista un poco desordenado”.

Qué hacer

Todo lo que se diga hoy, mañana puede ser insuficiente si la situación no logra controlarse. Y lo que se haga también. El tipo de liderazgo que construyó en estos días Alberto Fernández requiere dinamismo, matices, inflexiones, que se expresarán en el discurso público pero también en la acción.

Las intervenciones presidenciales a través de las redes sociales y de los medios de comunicación, instando “a quedarse en casa”, dejando ver sus “ganas de abrazar” a médicos y trabajadores de la salud que luchan contra el virus y dando señales de autoridad al prometer “ser implacable” con quienes violen la cuarentena, suponen una forma de relacionarse con la sociedad que complementa la batería de medidas, tanto sanitarias como económicas y sociales, que se anuncian casi todos los días.

“El gobierno está hiperactivo, tomando decisiones en dos frentes. Por un lado, con lógica de comunicación de riesgo ante un riesgo potencial elevado, sin que sea crisis sanitaria por el momento, y por otro en el marco de una situación de crisis económica con consecuencias sociales amplias”, analiza Riorda. 

Subraya que “en ese dilema hay medidas derivadas de recomendaciones internacionales de organismos especializados, y otras de mitigación económica que gozan de consenso ciudadano y de acuerdo político. Ello es destacable”, apuntó. 

Un escenario con cambios constantes, y donde el humor social irá variando a medida que avance la cuarentena (y sus consecuencias individuales y colectivas), requiere ajustes permanentes, aun cuando se haya definido un estilo, un horizonte, un tipo de liderazgo que hoy resulta efectivo. 

Para el experto, “el gobierno nacional debe ajustar la coordinación del riesgo en su faz informativa, donde muchas veces el voluntarismo decisional supera a las recomendaciones del riesgo en estas circunstancias”. 

“Pareciera que son cosas menores, pero le resta eficacia a la comunicación del riesgo como propia política pública que se transforma en un derecho ciudadano. Restarle eficacia es pérdida de chance para una comprensión y conciencia social frente a lo que ocurre”, asegura el analista.

Lo que vendrá

El gobierno nacional tiene objetivos declarados: “aplanar la curva” de infectados para que el sistema de salud pueda atender la demanda en todo el país, y paliar las consecuencias económico-sociales que el coronavirus trae sobre una realidad compleja y angustiante.

La evaluación colectiva que se haga del gobierno dependerá de en qué medida se alcancen esas metas. Pero también de la “administración de la crisis”, lo que supone un conjunto de variables, desde el liderazgo presidencial hasta la efectividad del rumbo elegido para hacer frente a la pandemia y sus consecuencias.

En cualquier caso, ya nada será lo mismo después del coronavirus. Es una verdad de Perogrullo pero que tendrá impacto en el futuro inmediato, en la vida cotidiana; en el escenario político y en el hacer de todos los días de millones de argentinos.

“Nadie sabe cómo será el día después”, afirma Riorda. “Dependerá de la capacidad de mitigación que logre cada país. Sí está claro que la mirada internacional, como elemento comparativo para juzgar lo local, será un agravante o un atenuante en los juicios que hagamos”.

Alberto Fernández lo sabe. Como sabe también todo lo que está en juego. Y parece haber asumido la necesidad de ponerse al frente de lo que ocurre. Y de lo que vaya a pasar.

29/07/2016

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