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A las tres de la mañana hora de Nueva York, cuando Trump comenzaba a revertir la elección en Pensilvania, el Consejo de Seguridad de Corea del Sur convocó a una reunión de urgencia. México comenzó a prever una caída del peso mexicano cercana al 10%. En ese momento también, las bolsas orientales comenzaban a caer, Tokio por ejemplo, cerró con una caída de 5,36%, y más hacia occidente, en Moscú, se comenzaban a respirar un nuevo aire.
Un nuevo aire que recorrió y recorrerá por algún tiempo a toda la geografía mundial. Es el aire de lo que se presume será un cambio en el sistema político internacional. El rompimiento de un statu quo que parece abrirle paso, ya no solo a la idea, si no también a la intención de una Rusia “imperial”, a una China más liberada, y a un mundo que al menos en la cúspide, será más tenso.
Es el tiempo de los interrogantes. Si Rusia avanzó sobre Crimea con la OTAN en frente, Si Erdogan, el presidente de Turquía, desafió a occidente a no entrometerse en sus asuntos internos, si el Estado Islámico logró conquistar territorios en Libia, Argelia, Egipto,Iraq, Afganistán y Siria, entre otras zonas, y todo bajo la óptica de los EEUU como garantes de la paz y la democracia del mundo libre, ¿qué podrá suceder con un EEUU retrotraído?
¿Hubo un Trump de campaña y habrá un Trump de ejercicio, que serán diferentes entre sí?
Los interrogantes se pondrán de cara a lo que será su política exterior. El mundo estuvo atento, no por si Trump al ganar hará “grande América de nuevo”, sino si lo intentará hacer, a costas del mundo, en contra del mundo, aliado al mundo, o de qué forma lo intentará. No interesa a la geopolítica estratégica si el nuevo presidente construirá un muro en la frontera o no, o si insultará a las minorías de su país.
Nos hemos acostumbrado al mundo uni-multipolar de la pos-guerra fría. Con la victoria de Trump, la lógica del orden internacional se modificará. Inevitablemente los cambios traen riesgos, más aún, los cambios inesperados, y los que tienen en su esencia una profunda incertidumbre. Es muy difícil predecir un eventual gobierno de Trump, ni siquiera se puede predecir desde el punto de vista partidario, debido a que a todas luces, pareciera haber llegado a la Casa Blanca, un gobierno de tinte personalista. Trump es Trump, no es el Partido Republicano.
Es uno más, quizá el más fuerte de los últimos acontecimientos de elección popular que presenta resultados impensados. Una nueva elección anti sistema. Que promueve romper con las lógicas actuales y migrar hacia lo desconocido. O incluso volver hacia lo ya sepultado, como los ejemplos de la derecha en Alemania, Hungría, Austria y Francia.
El Brexit y el “No” al acuerdo con las Farc en Colombia fueron las sorpresas principales del 2016. Sorpresas que junto a lo de Trump, requiere para los análisis modernos replantear y entender una nueva lógica y un nuevo orden, tanto regional, como global.
Ganó Trump, un magnate que desde hace 18 meses decidió meterse en la política.
El mundo cambiará bajo su presidencia, lo que resta saber es si los norteamericanos toleraran y acompañaran ese cambio. Y hasta donde lo harán.
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