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La aprobación de la ley Bases por parte del Senado de la Nación, la euforia de un gobierno ávido de triunfos políticos y el alivio de grupos económicos y comunicacionales preocupados porque el modelo libertario funcione, bien puede ser el árbol. Pero detrás está el bosque.
En el racconto de lo que queda fuera de foco, podrían anotarse estos ejemplos: la aprobación de la ley se produjo gracias al desempate de la vicepresidenta Victoria Villarruel, con lo que eso significa dentro y fuera de la coalición de gobierno; las “facilidades” otorgadas por legisladores “no oficialistas” para aprobar la ley en general pero también las facultades delegadas, que dan cuenta de la capacidad de fuego libertaria para horadar a la oposición; la represión en las calles, con complicidad judicial incluida, que devino en santo y seña para una sociedad que se debate entre la expectativa y la incertidumbre por lo que va a venir.
“Después del affaire del ministerio de Capital Humano, de los alimentos no distribuidos e incluso vencidos, el gobierno logró la aprobación de la ley Bases, que como objetivo político le resulta muy positivo. Falta ver si cuando la norma vuelva a la Cámara Baja logra incorporar algunos de los puntos que había cedido para su aprobación. Pero la ley en sí le da aire a su fortísimo modelo comunicacional”, aseguró a Roberto Bacman, sociólogo especializado en estudios de opinión pública y Director Ejecutivo del CEOP.
Roberto Bacman dirige el CEOP, fundado en 1984.
En un sentido similar, Gisela Brito, politóloga e investigadora de Celag Data, consideró que “a pesar de las concesiones para su aprobación, el gobierno consiguió su primer triunfo político. Queda ahora ver cómo sigue el trámite parlamentario, que puede traerle nuevas complicaciones si en Diputados se opta por insistir en el texto original”.
Cuando finalice este mes el gobierno podría tener su ley, que soñó fundacional, pero que terminará aceptando como un límite de la realidad político-social. Una victoria pírrica que el tiempo, la paciencia social y la capacidad de la oposición de proponer una alternativa, colocarán como un hito en la construcción de un nuevo orden social o el punto de partida de la debacle del experimento anarcocapitalista.
Saca pecho
Mientras tanto, Javier Milei saca pecho, confía en seguir controlando la inflación y que la caída de los salarios, el empleo y la actividad económica sean absorbidas por la expectativa de mejora que su gestión todavía despierta en una porción considerable de la población.
Sabe, o aprendió sobre la marcha, que para todo eso necesita de la política. Esto es: ceder, negociar, articular, construir. El relanzamiento del devaluado Pacto de Mayo puede servir a esos fines. Como así también para recuperar la apuesta mítica-fundacional anunciada ante la Asamblea Legislativa el 1ro. de marzo pasado; absorber la base electoral y dirigencial de lo que fue Juntos por el Cambio; y debilitar, hasta la inanición, al peronismo.
“La aprobación de la ley le permite al gobierno avanzar con el Pacto de Mayo y proyectarlo para el 9 de Julio, con algunos gobernadores. Habrá que ver, sin embargo, cómo convence a los mandatarios de participar, porque si bien se arreglaron algunas cuestiones con las provincias hay muchas otras aún sin resolver”, advierte Bacman.
En ese sentido, el consultor anota que la delegación de facultades extraordinarias al Poder Ejecutivo aprobada por los senadores -con sugestivas ausencias opositoras- puede contener la paradoja de crear nuevas rispideces.
Bacman plantea que si bien es cierto que quedaron acotadas y limitadas a un año, las facultades extraordinarias le dan a Milei un poder importante para “tomar decisiones sin consultar al Parlamento, resolviendo cosas en las que tuvo que ceder para que salga la ley”.
Ampliando la lente, Brito avizora un escenario de conflicto con “un presidente que se propuso arrasar desde adentro con el Estado y que, por el momento, lo está consiguiendo con la implementación de un plan económico que desguaza todo el sistema de protección social y de promoción a la industria nacional”.
Gisela Brito es integrante de Celag Data, centro de investigación dirigido por Alfredo Serrano Mancilla.
La paciencia y la calle
La política, al igual que las estrategias y previsiones, suelen encontrar su límite en la calle. Y es aquí donde se abren los mayores interrogantes, tanto para el gobierno como para la oposición ¿Hasta cuándo está dispuesta a aguantar el ajuste (y la recesión) una sociedad que no deja de recibir golpes?
“A partir de ahora viene lo más difícil para Milei”, anticipa Bacman, dado que “tiene que empezar a dar alguna buena noticia para mantener la esperanza en quienes todavía creen que las cosas pueden cambiar y que ese estado de ánimo no se convierta en incertidumbre o, lo que es peor, en odio. Hay mucha gente que ya no aguanta el ajuste y muchos de quienes lo votaron están muy enojados”.
“El riesgo para Milei -explica el analista- es que su gobierno se convierta en un gobierno de expectativas. Aunque estas puedan subir o bajar, si se queda solo con ellas, le va a pasar lo mismo que a Macri, a quien le fue bien en las elecciones de medio término y con la crisis solo le quedaron los brotes verdes, el segundo semestre, el crédito del Fondo Monetario”.
“El gobierno de Milei se encuentra en un ‘mientras tanto’ en términos de valoración social”, afirma Brito. Y agrega: “Alrededor de la mitad de los electores del oficialismo mantiene su voto de confianza, posiblemente anclados en una expectativa de futuro positiva. Pero ese apoyo no es incondicional ni inmutable. Es posible que tienda a diluirse rápidamente si esas expectativas de mejora económica no se materializan en los próximos meses”.
“Incluso si se lo compara con los inicios de mandato de otros presidentes en el periodo democrático, por ejemplo con Cristina Kirchner o Mauricio Macri, el apoyo que tiene Milei es relativamente bajo para los primeros meses de gobierno”, explica a la experta de Celag Data.
El titular del CEOP pone el análisis en números: “Del apoyo que recibe Milei solo el 30%, que es su núcleo duro, está dispuesto a esperar todo lo que sea necesario. El resto, un 22 o 23 % le pone fecha. La mayoría, entre uno y tres meses, y un 5 o 6 % entre tres y seis meses, estirándose algunos a un año. Esto significa que si no da algún tipo de respuesta su nivel de apoyo indefectiblemente va a caer”.
Sin lugar para los tibios
Pero lo que suceda no dependerá sólo del gobierno sino también de quienes lo enfrentan. Y es allí donde la falta de definiciones claras por parte de la oposición, sumado a la tensión entre proyectos diferentes y la ausencia de liderazgos, puede resultar clave.
“El sector de la oposición que gobernó hasta 2023 atraviesa una crisis de liderazgo y de ideas que no comenzó con el triunfo de Milei, si no que viene de mucho antes”, analiza Brito, quien ve “una oposición desarticulada y ausente que no está pudiendo ofrecer a sus 11 millones de votantes una lectura clara del contexto y, sobre todo, un horizonte de futuro”.
El escenario político tampoco es sencillo. “En la Argentina -sostiene Bacman- hay una extrema polarización, donde no hay lugar para las medias tintas ni para la tibieza. A Milei se lo ama o se lo odia. A seis meses de gobierno, la imagen positiva del Presidente está en el orden del 46-47 % y la negativa entre 49-51 %. La aprobación de su gestión está un poco más abajo: 45 %”.
Para el especialista, la oposición “está dispersa y golpeada” y dividida tres sectores diferentes: la peronista no kirchnerista, la peronista kirchnerista y la llamada dialoguista, donde ubica a legisladores y gobernadores de distinta extracción.
“El gran desafío del peronismo, como principal expresión opositora, es ponerse muy duro; lograr, por ejemplo, que los 33 senadores voten juntos. Por otra parte, comprender que solo no puede hacer nada. Milei, sin el apoyo de Macri, no ganaba las elecciones. Esto significa que el peronismo también tiene que pensar en una coalición”.
A la hora de pensar ese nuevo conglomerado, Bacman lo imagina “con nuevos dirigentes y una posición del centro hacia la centro-izquierda, aceptando al progresismo como parte de ese frente, ante un gobierno muy a la derecha”.
E insiste: “Este es un desafío muy importante. No hay otro camino que buscar, en una sociedad polarizada, aglutinar a todos los opositores a Milei y ganar a los escasos independientes que quedan, mostrándoles que hay otro proyecto de país”.
Para Brito, “el gobierno basa su ‘batalla cultural’ en el vacío que deja la oposición, y si ésta no sale a discutir ideas con un programa claro, que contraste con el modelo de país que ofrece Milei, y no deja de lado la rosca de nombres y personajes, no tendrá grandes perspectivas de volver a atraer a un electorado que también muestra signos de desgaste”.
Así las cosas, el futuro no será una fiesta. Pero, como recomendaba Mario Benedetti, es mejor “no amilanarse todavía”. Lo que ocurra en los próximos meses puede resultar determinante. No solo para el futuro del gobierno, sino para los sueños, expectativas y calidad de vida de todos los argentinos.
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