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Falleció Elsa Moreno, médica sanitarista a quien Neuquén debe un fundamental aporte para la instalación y desarrollo de lo que se llamó el Plan de Salud de Neuquén,
Recordar aquellos aportes merecería un trabajo en colaboración entre los muchos que por aquella época nos nutrimos de su capacidad y docencia. Cada uno aportaría la descripción de lo recibido por Elsa, que sería seguramente un monumental inventario de experiencias y de valores.
Elsa tenía la autoridad profesional del que sabe y la pedagogía generosa del que enseña, devolviendo en ese acto, mucho de lo que ella misma reconocía como haber recibido en su larga trayectoria profesional.
Neuquén la recibió con altas tasas de mortalidad infantil, con Chagas e Hidatidosis, con neumonías y enfermedades transmisibles, con poblaciones infantiles sin inmunizar y establecimientos con numerosas y fundamentales carencias.
Armar el instrumento para combatir ese panorama sanitario en poco tiempo, no solo era complejo sino que implicaba dejar de lado transitoriamente equipamientos de aparatos de tecnología moderna de alto costo pero bajo impacto en la solución de la morbimortalidad que padecía la provincia. En otras palabras fijar prioridades, qué es el arte que debe exhibir un buen planificador. Eso hizo Elsa acompañada por la amplia visión de Néstor Perrone. Había, en síntesis que salvar a los más vulnerables, a los que se enfermaban y morían por causas evitables y en una segunda etapa aplicarse a configurar una nueva infraestructura de atención médica contemplando nuevos regímenes de dedicación horaria para los profesionales, completar equipamiento, multiplicar las coberturas y facilitar la accesibilidad a los servicios, con la construcción racional de nuevos establecimientos.
Y para esa gigantesca tarea había que convencer a las autoridades políticas para que el presupuesto en salud fuese jerarquizado, racionalizar la obra pública de salud, abrir nuevos servicios, hacer del mantenimiento un área prioritaria para la continuidad de los servicios.
En dos años y con las primeras mejoras de los indicadores de salud, sobre todo la dramática baja de la tasa de mortalidad infantil, se fueron consolidando estas actividades
Elsa estuvo al frente de todas esas complejas tareas, coordinando un equipo fiel a su inobjetable dirección general.
Así como fue providencial su llegada y sus periódicos retornos en que aconsejaba y evaluaba la marcha del Plan, fue ejemplar su dedicación y la escuela de discípulos que creó.
Puede afirmarse que nunca abandonó Neuquén que apareció descrito como valiosa experiencia en muchas de sus publicaciones, así como su aporte no será olvidado y será reconocido por los muchos que hoy perduran en el compromiso laboral por la Salud Pública, desde todos los rincones de nuestra Latinoamérica, donde Neuquén fue una etapa sobresaliente en su vida.
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