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El gobierno nacional pretende fortalecer la agenda agropecuaria que ocupa menos espacio en el campo, la prensa, y en la bolsa de valores. A través del proyecto de Ley de Fomento a la Agroecología presentado en la Cámara Baja por los diputados Leonardo Grosso y José Ruiz Aragón, un minucioso texto que contó con el soporte técnico del ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, la cartera de Agricultura, Ganadería y Pesca, además del CONICET y el INTA, el oficialismo busca proteger un modelo primario de tiempos largos y rindes más cortos, aunque equilibrado con el medio ambiente y la salud de las personas. En otras palabras, una matriz económica que prioriza el medioambiente y la defensa del trabajo rural frente al esquema dominante, el denominado modelo agroindustrial, rico en generación de divisas pero lesivo del suelo al modificar el ciclo natural de producción por su alta incorporación de agrotóxicos.
El proyecto de ley es ambicioso, ya que busca impactar en diferentes segmentos. En principio, en la producción agraria a través de subsidios, créditos e incentivos fiscales para los colectivos rurales agroecológicos; a su vez, el texto presentado por Grosso y Aragón plantea la necesidad de ampliar el sistema de etiquetado agroecológico y así alentar la demanda de este tipo de productos; por último, la normativa propone generar una instancia federal de investigación científica con el foco puesto “en desarrollar tecnología apropiada adaptada a la producción agroecológica”.
En los fundamentos del proyecto hay un párrafo significativo y nodal contra el modelo sojero; Grosso y Ruiz Aragón recuerdan que: “los sistemas de producción convencional, difundidos en la llamada Revolución Verde del siglo XX, están basados en el uso intensivo de insumos externos al agroecosistema, como así también en la utilización de un reducido número de especies cultivables y a una alta dependencia de combustibles fósiles. Y esto se traduce en el uso intensivo de insumos como plaguicidas, fertilizantes, semillas híbridas. Este modelo ha mostrado generar diversas consecuencias sociales, económicas y ambientales que lo vuelven insustentable e insostenible»
Nuestras Voces habló con la diputada nacional Daniela Vilar, una de las legisladoras y legisladores que impulsa el Foro Legislativo Ambiental, el reciente bloque parlamentario nacido para construir fuerza política en el Congreso a favor de la agenda verde.
“El principal objetivo del proyecto es crear herramientas para que más productores puedan volcarse a otro modo de producción. Actualmente, muchos no pueden hacerlo por cuestiones económicas e inseguridad productiva. Además, se prioriza en la ley a quienes ya practican la agroecología, los y las miembros de la agricultura familiar, campesina e indígena y sus organizaciones. Otro punto fundamental es que busca promover la soberanía alimentaria y la alimentación saludable. Este sentido, el proyecto busca aportar diferentes herramientas, tanto para los consumidores como para los productores”, explica la diputada con anclaje político en Lomas de Zamora.
Por otro lado, la referente de la organización La Cámpora resalta que: “Un punto a destacar es el fomento y la inclusión de la ciencia y técnica nacional en todo el proceso de desarrollo de un nuevo modo de producción. Tanto desde la investigación, lo que permitirá alcanzar los mejores resultados posibles, como desde la creación o aporte de las herramientas necesarias para la producción sustentable. Este proyecto, en conjunto con otras medidas que se están tomando desde nuestro gobierno, va en búsqueda de un proceso de transición hacia la agroecología. Porque no es todo lo mismo, a la misma velocidad, o con las mismas recetas, como plantea hoy el modelo imperante. Tenemos que construir gradualmente un modelo alternativo al hegemónico, que sabemos que tiene muchos problemas”.
Por último, Vilar resalta el hecho de que los legisladores oficialistas buscaron incluir en el proyecto las propuestas surgidas desde el propio territorio en disputa: “es muy destacable que se haya hecho en instancias donde participaron organizaciones campesinas, comunidades de pueblos originarios, productores independientes que hoy practican la agroecología. Esto permitió crear un proyecto que los incluye y pone por delante sus necesidades y opiniones”.
En el territorio
Matías es parte del colectivo Pequeños Productores sin Agrotóxicos del Parque Pereyra Iraola, un agrupamiento rural que trabaja la tierra en el amplio espacio público y recreacional expropiado durante el gobierno de Juan Perón que hace de frontera natural entre la ciudad de La Plata y el cinturón sur del conurbano. Además, integra el emprendimiento familiar «Hola sabor», un proyecto iniciado en el 2003 que gracias al gobierno bonaerense pudo completar la transición desde el modelo tradicional de producción hacia la agroecología.
“Un programa de cambio rural decidió apoyar a los productores del parque que no usábamos agroquímicos ni agrotóxicos. Con asesoramiento técnico nos ayudaron a mejorar los circuitos de comercialización y a ser parte de ferias o mercados agroecológicos. El cambio de modelo de producción fue favorable porque nosotros manipulábamos venenos. Además, después nos dimos cuenta de que la transición ayudaba a no contaminar el medio ambiente, ni a envenenar al consumidor», cuenta Matías a Nuestras Voces cómo posibilitó el Estado que sus padres y hermanos trabajasen la huerta con una filosofía de trabajo ambiental.
“Hola sabor” será, claro está, uno de los núcleos productivos rurales beneficiados en caso de aprobarse la Ley de Fomento a la Agroecología. Matías y su familia son pioneros en el hecho de contar con un certificado agroecológico emitido por el gobierno provincial. Ellos producen verduras de estación, de acuerdo al clima rastrillan y desmalezan la tierra para cosechar coles, repollitos de bruselas, brócolis, coliflor. También producen espinacas, rúcula, lechuga, apio, perejil, cilantro, o ciboullete.
Matías explica a Nuestras Voces por qué la ciudadanía debería mostrar interés en la promulgación de la mencionada ley: «Las frutas y verduras agroecológicas son más sanas porque no tienen agregados químicos como pesticidas, insecticidas, plaguicidas. Estudios científicos certificaron la existencia de hasta 34 tipos de veneno en una sola planta. Las frutas y verduras agroecológicas, además, son más sabrosas porque completan su ciclo de maduración; de esa manera, alcanzan los nutrientes y las vitaminas que pueden aportar. Con la maduración forzada la verdura o la fruta se ve linda, pero no sabe linda».
Por último, Matías reconoce que un modo de producción más lento implica asumir más costos y trabajo: «Las verduras agroecológicas cuentan con un poco más de costo frente a las convencionales. Es lógico, porque el modo de producción es mucho más trabajoso. También necesita de preparados caseros para ahuyentar y espantar plagas o enfermedades. Su cuidado requiere de mucho trabajo manual. Es decir, el reemplazo de los herbicidas necesita de mucha mano de obra».
Nuestras Voces conversó también con Lucas Tedesco, referente nacional de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), una organización social que ganó protagonismo durante el macrismo al accionar los llamados “verdurazos”, cuando a partir de la entrega gratuita de hortalizas, frutas y verduras en lugares emblemáticos como la Plaza de Mayo visibilizaban el malestar del sector rural. La UTT, explica Tedesco, nuclea a 22 mil familias en 18 provincias. Comenzaron a organizarse una década atrás en el cinturón agrícola de la ciudad de La Plata, diez años después han logrado expandirse, y hoy representan también por ejemplo el reclamo de productores cárnicos regionales.
Tedesco sienta posición a favor de la agroecología, además al ponderar la agenda del colectivo expone un rasgo central del modelo agroindustrial, la concentración de la tierra en pocas manos: «Con los verdurazos y los feriazos buscamos hacer público nuestro reclamo por el acceso a la tierra. Seguimos reclamando que se apruebe la ley de acceso a la tierra. La agroecología es uno de los pilares fundamentales para cambiar el modelo agropecuario. Sin agroecología no hay alimento sano para el pueblo. Sin agroecología no hay posibilidad de contar con soberanía alimentaria. Sin agroecología, no hay precios populares. Por eso, decimos que el Estado se tiene que hacer cargo para construir otro modelo, más soberano y sano. Un modelo que hace, en definitiva, a nuestra soberanía»
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