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18/02/2018

“El primer oficialista”

“El primer oficialista” | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Dueño de un pensamiento que cualquier progresista no dudaría en calificar de reaccionario, “Pechi” Quiroga sobreactúa su papel de niño terrible de la derecha neuquina. Intuitivo y pragmático, no duda en dejar de lado berrinches ideológicos cuando algo le indica que la liebre puede saltar por otro lado.

Héctor Mauriño

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Quiroga es un jugador experimentado que nunca termina de mostrar sus cartas. Apasionado por la política y adicto a la adrenalina que proporciona el poder, el cuatro veces intendente de Neuquén se propone morir de pie. No lo dice, pero no hace falta ser adivino para darse cuenta de que sigue queriendo ser gobernador.

Con 15 años de ejercicio del poder en la municipalidad y muchos más de política en la provincia, este hombre de San Martín de los Andes nacido y criado radical, ha atravesado por las más disímiles alianzas políticas. Desde el MPN al Frepaso, pasando por Recrear y el kirchnerismo hasta aterrizar en Cambiemos. Siempre a favor de los vientos de la historia.

Dueño de un pensamiento que cualquier progresista no dudaría en calificar de reaccionario, “Pechi” sin embargo sobreactúa su papel de niño terrible de la derecha local. Intuitivo y pragmático, no duda en dejar de lado los berrinches ideológicos cuando las circunstancias le indican que la liebre puede saltar por otro lado.

Administrador de un recetario de dichos criollos, aplica uno para cada circunstancia y con maestría de estandapero exitoso sabe arrancar carcajadas de la tribuna en el momento oportuno. Es incorregible.

Filoso, duro y provocador tiene, con todo, un poderoso atenuante: en el fondo, no muy al fondo, no se la cree, al menos del todo. Acaso porque sabe bien que detrás de su empaque de hombre de orden e ideas conservadoras está la sombra de un ratón perfumado, de un “morocho, sin plata ni título” -como él mismo dijo alguna vez- que nunca terminó de convencer a los figurones de su partido.

Ese partido al que se afilió cuando todavía era una fuerza nacional y popular, y del que sigue siendo parte aunque hoy le alquile la estructura al más desfachatado conservadurismo.

Por eso, por todo eso, y porque cuando es preciso para acumular masa crítica no le hace asco a nada y deja rápidamente de lado la tilinguería de medio pelo, Quiroga puede ser “amigo del negro Ramón Rioseco”, en lugar de endilgarle su supuesta condición de ‘maldito populista’. O decir, como supo hacerlo, que Néstor Kirchner había venido a “restaurar la imagen presidencial”.

Como no podría ser de otra forma, este Quiroga que atesora muchos votos propios, sabe que no inspira total confianza entre sus aliados del partido de los CEO. Pero como todo aquel que ‘la conoce lunga’ sabe dar a entender también que ese sentimiento es mutuo, que no se traga del todo el discurso sinuoso de los dueños; su macaneo permanente sobre no importa que promesa o juramento.

Por eso, y porque tiene espalda para decir lo que piensa, se mofa un tanto de la “gradualidad” que esgrime un gobierno que no logra frenar la inflación, ni bajar el déficit, ni reducir el desempleo, sino más bien todo lo contrario.

Inclusive es capaz de admitir que, llegado el 2019, los actuales inquilinos de la Casa Rosada serían capaces de elegir a un buen aliado, como el gobernador Omar Gutiérrez, en lugar de un viejo conocido en el que no confían del todo porque tiene su propio juego y sus propios intereses.

Además, como le tocó fumarse todos los gobiernos de la democracia, sabe de sobra que uno tras otro, sin importar su corte político, terminó apoyando al MPN en lugar de sostener a sus propios candidatos.

Por todo eso Quiroga, que no es del Pro ni parece que lo quiera ser -aunque santifique la imagen del presidente Macri-, se permite advertir que en Neuquén “Cambiemos nació con los pantalones largos”. Que si vienen a decirle lo que tiene que hacer “también vamos a decir lo que pensamos”, porque con sus votos hace lo que quiere y ya está grande para que le calienten el oído.

Por supuesto, el intendente de la “capital de la Patagonia” tampoco come vidrio. Sabe ir exactamente hasta el borde del abismo, mostrar las uñas y retroceder con una sonrisa, después de todo como el mismo dice, “soy el primer oficialista”.

29/07/2016

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