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Por estos días Jorge Sapag admitió en algunas entrevistas que el año que viene, cuando se jueguen las elecciones legislativas en las que Neuquén deberá renovar tres bancas de senadores y otras tantas de diputados nacionales, el MPN irá en un frente común con el espacio de Figueroa. Dijo también que en la vereda de enfrente y con igual propósito -hacerse de las bancas- estará como competidor principal La Libertad Avanza.
Hace un poco más de un año, cuando se produjo el cataclismo histórico que implicó la derrota del MPN a manos de uno de sus hijos pródigos, comenzaron a tejerse especulaciones sobre la posibilidad de un reencuentro entre el díscolo triunfador y su familia política. Dijimos entonces, desde esta columna y desde nuestro espacio en radio Nacional (que ya no es nacional ni casi radio) que más probable que “Rolando” volviera al MPN era que el MPN se fuera con “Rolando”. Pues bien, todo indica que así ocurre y ocurrirá. Nos faltó decir, empero, que Figueroa, ¡cómo no!, lo recibió con los brazos abiertos.
En tiempo de la pelea entre Felipe y Elías Sapag un amigo decía que cuando los hermanos Sapag se reconciliaran había que tratar de no quedar al medio para no terminar aplastado por el abrazo. Lo mismo corre para el MPN.
En las misma entrevistas, Sapag trajo a colación la máxima de su padre, el extinto senador, acerca de que “en política los agravios caducan a los 60 días”, y añadió que la condición necesaria para tragar esos sapos es “tener el cuero duro”. Efectivamente.
Hay que decirlo, los Sapag -y el MPN en general-, han hecho del pragmatismo su principal instrumento para sobrevivir a lo largo de más de seis décadas en las aguas turbulentas de la política argentina. Nacieron como partido provincial ante la proscripción del peronismo y son el único de los partidos neoperonistas que conservan fuerte presencia en el poder. Y Figueroa también cuenta porque como le gusta decir fue, es y será del MPN.
Eso, con el agregado de que muchos de los gobiernos de otras provincias, aún algunos que están en manos de grandes partidos nacionales, han terminado por adoptar conductas políticas de tipo emepenista. Pragmatismo, prioridad a la gestión, cohabitación con el gobierno nacional de turno sin hacerle asco a nada... en fin, un provincialismo (que no federalismo) que a la postre está por encima de cualquier principio o interés de tipo nacional.
Un ejemplo es el RIGI: aún varios de los gobernadores que están en contra de esa puesta en liquidación de los recursos naturales terminan por admitir en confianza que el “realismo” los llevará a revisar su postura para sobrevivir (y claro que quieren sobrevivir).
Además, no se puede dejar de observar que esta conducta política tiene respaldo entre los electorados de muchas provincias, aún por parte de aquellos sectores que a nivel nacional votan por las fuerzas agrupadas en el campo popular o por cualquiera de las alternativas de la derecha (Pro, UCR, CC-Ari, LLA, etc, etc. (la alianza de Figueroa con varias de ellas así lo demuestra).
Esa suerte de capacidad de escindirse -esquizofrenia política dirán otros-, se manifiesta por acción y también por omisión. Como diría el general Perón, un ejemplo lo explica todo: están los peronistas y radicales que a nivel provincial votan por el MPN y también los idem que no lo hacen pero no lo ven del todo mal o miran para otro lado.
Supervivencia, que le dicen. Mecanismos que tienen su origen o que son consecuencia de décadas de políticas que no tienen en cuenta a las provincias; el resultado de un federalismo mamarracho, que sólo existe en el texto de la Constitución pero que nadie, a derecha o izquierda, se toma en serio.
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