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Cuando Milei haya hecho los deberes que le encomendó el poder económico y sus mentores “descubran” que “¡oh, este hombre está loco!, lo sacarán a escobazos del poder. Entonces, su reemplazo se correrá apenas unos grados hacia el centro, acaso le toque a Villarruel con el Pro y lo que queda del agónico radicalismo “progresista”, o acaso la malvada Patricia logre colarse una vez más, ¡quién sabe! Pero eso sí nada hace prever, tal y como están las cosas hoy día, que el relevo lo pueda tomar una propuesta nacional y popular.
Exangüe como está luego de su fracaso y su incapacidad para contener a las mayorías populares, el peronismo deberá recrear una propuesta que vuelva a encantar a la gente, para empezar a los jóvenes y a todos aquellos que viven a la intemperie y dan rienda suelta a su resentimiento contra “la casta”, que en realidad no incluye a los ricos y poderosos, ellos parecen no verlos, sino que está compuesta sobre todo por los que tienen ingresos fijos y derechos tales como salud, educación, aguinaldo, jubilación, etc.; derechos que en las últimas décadas no existieron para la amplia gama de trabajadores informales.
El gobierno de Alberto ascendió bajo el signo de la suspicacia, pensó que Cristina había suscitado mucha resistencia entre los factores de poder porque confrontaba con ellos, y por eso y porque iba mejor con su personalidad hizo todo lo contrario, no se peleó con nadie y terminó repudiado por casi todos. Pero más allá de ese fracaso, el diagnóstico económico-social del peronismo atrasa, carece de un proyecto transformador en serio y se dirige a un sujeto social que es el obrero industrial, asalariado, sindicalizado, jefe de familia, etc, en un país donde la mitad de la población vive en la economía informal: monotributistas, changuistas, trabajadores de plataformas, cuentapropistas y así.
En esta revolución neo liberal-libertaria que vive el país, el campo popular sólo podrá convertirse en alternativa doblando la apuesta, planteando la posibilidad de un país diferente que termine con el empate histórico que se arrastra desde el surgimiento del peronismo. Cuando tenga una propuesta para transformar la estructura productiva, que se ha mantenido igual en lo esencial desde finales del siglo XIX. ¿Qué puede esperarse de un país cuya principal riqueza proviene de vender cereales a granel para alimentar chanchos chinos y que ahora se prepara para exportar gas y litio como una economía de enclave?
Mientras tanto, mientras perdure ese modelo de país para el cual el campo nacional y popular aún no tiene una respuesta sólida, nadie debería sorprenderse de que, con honrosas excepciones, la mayoría de los gobernadores se pliegue a la permanente extorsión del gobierno nacional con el argumento de que están defendiendo a sus provincias.
El paradigma de esta etapa siniestra es el RIGI, que a corto plazo podrá aportar recursos para algunas provincias, pero al cabo constituye un verdadero despojo para la Nación Argentina.
Ocurre que el federalismo argentino es un mamarracho que solo existe en los papeles. En la realidad impera la feroz relación de fuerzas que ejerce el gobierno central sobre las provincias. Este esquema, en el cual los gobernadores aceptan subordinar el interés del país al imperativo de hacer una buena gestión en sus provincias, está signado por la supervivencia y el primero que pisotea el interés de la Nación es el gobierno nacional, que de nacional no tiene nada.
No son solo los gobernadores los que aceptan este toma y daca funesto, también buena parte de la gente de sus respectivas provincias asume ese credo de la supervivencia al votar una y otra vez, con gran pragmatismo, por la “gestión” de la provincia aunque esta se contradiga con el interés nacional. Un esquema donde la pertenencia a los partidos nacionales se diluye ante el interés local y todos parecen aceptar los partidos de distrito como el MPN.
Por el camino que hoy se recorre, que más que a un retroceso parece decadencia, descomposición, la Argentina como país no tiene salida. Quienes lo ven con mediana claridad, porque conocen la historia o han vivido ya situaciones similares en nuestra historia cercana, están obligados a trabajar para construir una salida.
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