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Al concluir su quinto mes de gestión Milei acumula un saldo negativo inédito para cualquier gobierno.
Parálisis económica sólo comparable a la de la pandemia; crecimiento vertiginoso de la pobreza; perdida brutal del poder adquisitivo de los salarios y de las jubilaciones; destrucción de la industria pyme; conflictos con una cantidad de países amigos desde Brasil y España a la relación económica estratégica con China…
Todo lo dicho y más sin haber sancionado ninguna ley en el Congreso, sin Pacto de Mayo, con corrida cambiaria apenas atenuada sobre el fin de semana y con Misiones en medio de una pueblada que amenaza con incendiar otros puntos del país sometidos a la misma medicina: empobrecimiento, crueldad, brutal desconocimiento de la realidad.
A todo esto y después de la festichola ridícula del Luna Park, al presidente sólo parecen preocuparle dos temas, como dice el ex ministro Jorge Taiana en una entrevista exclusiva que publica hoy , convertirse en un “influencer” de la ultraderecha internacional y subordinarse sin chistar a Estados Unidos e Israel.
¡Pobre Argentina!
Sin embargo, esta especie de Hood Robin que le roba a los pobres para darle a los ricos desde el máximo estamento de poder político del país, parece contento y satisfecho con su secuela de hambre y destrucción, aunque como él mismo admitió frente a un periodista complaciente todo su gabinete está “bajo análisis”, porque en su desbocada carrera hacia el estrellato internacional a la llama gestión hay hitos y uno de ellos terminará con “el desenlace” de ley Omnibus del Congreso.
¿Hasta cuándo? Esa es la gran pregunta. Cuanto más dure la ofensiva de Milei a favor de los ricos y de la potencia hegemónica y en contra de los argentinos de a pie, mayor y más duradero será el daño para el país y su gente.
Pero no se puede dejar de observar que en su última gestión el Frente de Todos defraudó las expectativas. Y que ahora, a pesar de la dignidad con que muchos enfrentan este ignominioso gobierno, el campo popular carece todavía de un alternativa capaz de capturar el interés de la gente.
Lo hemos dicho alguna vez desde este mismo espacio y también desde Radio Nacional. El campo popular tiene un diagnóstico social que atrasa. No contiene del todo a ese 40 por ciento de la población que se encuentra en la economía informal. Para esos sectores, muchos de ellos jóvenes, trastornados por la cuarentena, sin memoria histórica sobre el 2001 y más atrás, quienes disfrutan de un trabajo formal, vacaciones, cobertura social, aguinaldo, jubilación, son privilegiados. Milei, que sin duda es un buen comunicador, supo captar ese descontento, con su ataque a “la casta”.
Claro que muchos de sus votantes no sabían que la casta eran ellos: que en la Argentina del “león” (de papel maché) casta es comer, es tener educación, salud, trabajo… y en ese país los únicos privilegiados son los ricos; los empresarios más poderosos, el “campo”, los bancos, el capital extranjero, sus medios de comunicación y la justicia colonizada por el poder económico.
El peronismo tiene que hacer lo que mejor sabe, lo que practicó con la Resistencia durante los años de la revolución fusiladora y a lo largo de los ignominiosos gobiernos de Onganía, Levingston y Lanusse, y en la última dictadura militar: resistir, resistir, resistir.
Los programas y las conducciones saldrán al calor de esa lucha.
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