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El MPN está ante uno de sus grandes desafíos electorales, dijo esta semana Jorge Sapag y comparó el reto de Rolando Figueroa con lo vivido por el partido en el ‘63, en sus orígenes, tras el golpe que derrocó a Frondizi; la pulseada de 1973 entre Felipe Sapag y Perón; y el enfrentamiento de 2007 con “Pechi” Quiroga y la Concertación Neuquina en medio del luto por la muerte de Fuentealba. No se equivoca. Su partido enfrenta un desafío por el liderazgo que terminará ratificando la hegemonía de su sector o pondrá punto final a la etapa que le tocó conducir.
Como sabe bien de qué se trata, Sapag se ha venido preparando para este desafío, trabajando sobre una hipótesis de máxima como la que ahora le toca enfrentar ante el cisma planteado por Rolando Figueroa.
En ese contexto no hay casualidades, ni su elevación a la presidencia de la convención partidaria, ni la última reforma de la carta orgánica, que legisla sobre lealtades y pertenencias y lo deja en condiciones de árbitro.
Así, como al pasar, la semana que concluye Sapag reveló que la eventual expulsión de Figueroa del partido tendría lugar de manera “automática”, sin necesidad de que intervenga la junta de disciplina partidaria, en el mismo momento que el actual diputado nacional asuma la candidatura de una fuerza contraria al MPN.
Dicho en otros términos, el libreto está escrito, habrá castigo sí, pero de la manera más impersonal posible, como la manzana que cae del árbol porque está madura, no vaya a ser que en tren de no dejar impune su rebelión, “Rolando” se convierta además en víctima.
Tampoco se ha dejado librada al azar la política de alianzas en el interior del partido. La repartija de cargos con los petroleros conocida el viernes, habla a las claras de que los “azules” saben ser generosos cuando las papas queman. Otro tanto se verifica o seguramente se verificará próximamente con intendentes y concejales. Habrá para todos, lo único que no podrán hacer es sacar los pies del plato. Los que se atrevan, sabrán lo que es un cerco por inanición.
Los tiempos tampoco serán dejados al azar. Si con interna prometían ser recontra cortos para que solo tenga ventaja el aparato. Con fractura partidaria serán todo lo contrario: recontra largos, para que el adversario se le haga imposible mantener el tren.
Esta semana que concluye hubo una reunión del estado mayor del oficialismo que analizó, entre otras cuestiones, la conveniencia de llamar a elecciones en septiembre u octubre en lugar de marzo como se pensaba cuando las internas eran un hecho.
La jugada no sólo pondrá a prueba la capacidad de Figueroa para hacerse de recursos y tejer alianzas internas compitiendo con quienes manejan los recursos del Estado. También servirá para poner en evidencia el carácter non sanctoque revisten para el votante emepenista las alianzas con las fuerzas nacionales cuando se trata de elegir autoridades provinciales.
Desde marzo hasta octubre del 2023, cuando se produzcan las elecciones nacionales, el tiempo sería suficiente para que los afiliados al MPN se olviden de ese agravio. Pero pegadas las provinciales a las nacionales, los acuerdos electorales con fuerzas nacionales dejarán a “Rolando” con un flanco importante para las críticas.
Además el candidato “azul”, Marcos Koopmann, contaría con más tiempo para hacerse conocer por el electorado.
Por lo pronto Gaido, el principal acorazado de la escuadra “azul”, ya advirtió que le “gustaría que las municipales fueran en septiembre”.
Mientras tanto, en el actual estado de cosas la pregunta que resalta es ¿qué pasa que otra vez el MPN es oficialismo y oposición?
El extinto diputado peronista Roberto “Caíto” Natali decía, durante la madre de todas las batallas entre Jorge Sobisch y Felipe Sapag, que cuando una fuerza deviene hegemónica, arrastra a su seno el conjunto de las contradicciones de la sociedad.
Aunque con matices y particularidades propias, este cisma emepenista ya se ha vivido. El duelo entre Sobisch-Sapag tuvo características parecidas. Si bien el primero no se fue del partido, cuando perdió las elecciones y conservó una cantidad de diputados propios los utilizó para confrontar con el gobierno de Felipe, en algunas oportunidades negándole el voto en proyectos clave, en otras votando en contra junto a la oposición.
Quitando la posibilidad de que en las próximas elecciones pierdan las dos versiones del MPN (lo cual sería un cataclismo, pero no se sabe bien cómo ni con quién), cualquiera de las dos fracciones que gane tratará de cooptar a la otra y tendrá todo a disposición para liderar a ambas.
Lo que no se entiende del todo es la apuesta de algunos sectores de la oposición, sean estos del Frente de Todos o de Juntos por el Cambio, que apunta a sumarse a la algarada rolandista. En el caso del primero, salvo que se trate de un sálvese quien pueda ante la incapacidad de los dos sectores que lideran el PJ para construir una alternativa valedera.
En 2019 el FdT se erigió en segunda fuerza en la provincia, pero ese potencial se dilapidó ante la falta de conducción y de políticas precisas. Que ahora algunos dirigentes apelen a colgarse del saco de Figueroa para acceder a una banca, habla de un naufragio de la coalición.
En cuanto a la derecha, los radicales hicieron bien los deberes y tienen dos candidatos potables para su electorado, uno para la provincia y otro para la capital. Del Pro no se puede decir lo mismo. Si alguno/os se engancha/n con Figueroa será para salvar la ropa (propia) pero no podrá cambiar la realidad.
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