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Lo malo de las autocríticas, a las que era tan afecta la izquierda, es que a menudo se hacen sobre aspectos que no fueron criticables y se elude aquellos que sí lo eran. A veces se trata de algo deliberado para dejar todo como está. Otras, de cierta oscura pasión por autoflagelarse. Pero otras más, sucede que no se acierta a poner el foco en los verdaderos errores. En este último caso, la consecuencia puede ser que, a pesar de las buenas intenciones, como falla el diagnóstico falle también la solución.
¿Quién podría ciertamente criticar, sin la evidente mala fe de la oposición, el manejo que hizo el gobierno nacional de la pandemia? Recibió un sistema de salud devastado pero lo reconstruyó de forma tal que el país, a pesar de costos tremendos pero inevitables, en ningún momento llegó al grado colapso que vivieron otras naciones como España, Brasil, Estados Unidos o la India.
Cuando irrumpió la vacuna, inmediatamente acaparada por los países ricos y convertida en un sofisticado instrumento de discriminación para preservar el mundo desigual, el gobierno argentino desplegó un enorme esfuerzo para no quedar afuera y logró conseguir lo que estaba reservado a un selecto grupo de naciones. Hoy disminuyó fuertemente el número de contagios, casos graves y fallecimientos, se logró dilatar la entrada de la variante Delta y los momentos más críticos de la pandemia parecen haber quedado atrás.
Es natural que nadie se sienta especialmente agradecido por estar vivo o sano, es lo que corresponde y el gobierno lo hizo. Pero es un hecho que a pesar de los esfuerzos para paliar la grave crisis heredada del macrismo y profundizada por la pandemia, la tragedia que vivió el país repercutió en la situación económica y aun anímica de amplias capas de la sociedad.
Que mucha gente está mal es un hecho incontrastable, de los sectores medios a los más desposeídos, que están, claro, peor. Crecieron la pobreza y la desocupación y aunque la economía ya tomó un rumbo de franca recuperación los beneficios todavía no llegan como debieran a todos los sectores.
Pero al momento de hacer un balance, el manejo de la pandemia se reveló acertado, fue un enorme esfuerzo a pesar de la estrechez de recursos y se pudo evitar males mayores. Eso no quita que buena parte de la sociedad, que votó al Frente de Todos para que la sacara del pozo al que la arrojó el macrismo, todavía no haya visto sensiblemente mejorada su situación, por el contrario y a pesar de los enormes esfuerzos del gobierno nacional, muchos siguen mal.
El gobierno hizo cosas importantes, renegoció acertadamente la deuda en dólares con los privados, subió las jubilaciones, restableció los medicamentos gratuitos para los jubilados, restableció las paritarias y entre muchas cosas más tendió una red de contención para evitar que el covid produjera un colapso sanitario.
Falló en terminar con el low fare y ordenar el Poder Judicial, el más antidemocrático de los poderes del Estado; fue incapaz de poner límites al enorme poder de la prensa concentrada y careció de una política comunicacional adecuada; no pudo poner freno a la inflación y cometió errores como el de Vicentin o el lamentable cumpleaños en Olivos. Por supuesto, los errores fueron bien aprovechados por una prensa que hace de bastonero de la peor oposición.
El resultado adverso de las PASO es multicausal, tiene que ver con lo que se hizo mal y también con lo que no hizo.
Pero, a despecho de la conducta antisocial y hasta cierto punto criminal de la oposición, que entorpeció todas y cada una de las medidas que adoptó el gobierno en la pandemia y que ahora se revelan acertadas, ¿cuánto tienen que ver el malhumor social y el desinterés por votar, con los errores y las expectativas defraudadas y cuánto con el colapso social y las secuelas anímicas que desencadenó la peor pandemia de que se tenga memoria?
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