Cuando oye hablar de petróleo, el MPN se lleva instintivamente la mano a la billetera. Es lo que pasó hace unos días, cuando tomó estado público la existencia del todavía desconocido proyecto de ley de Promoción de Inversiones Hidrocarburíferas. Es un acto reflejo, un mecanismo defensivo, el susodicho se pone en guardia por las dudas, no vaya a ser...

Fue tal vez por eso que la semana que concluye, con los ánimos un poco más tranquilos, desde el oficialismo tendieron a suavizar sus juicios. En definitiva, se trata de meras hipótesis, el proyecto sólo lo tiene el Presidente Alberto Fernández, y así como Perón preguntaba si “¿alguien vio un dólar?” acá se podría demandar con razón: ¿alguien vio el proyecto?

No obstante, hubo de ocurrir alguna llamada de algún funcionario del gobierno nacional pidiendo un poco más de calma. El proyecto no “avasalla” los derechos de las provincias petroleras, no es una nueva ley de Hidrocarburos, tan sólo un proyecto para asegurar nuevas inversiones.

Jorge Sapag, salió a admitir que tal vez debió abstenerse de opinar como siempre hace cuando se trata de hipótesis. Además agradeció las aclaraciones y, saludó la llegada de una norma que incentive las inversiones, cómo no. De paso, dejó sentado que lo mejor sería que Alberto, antes de mandar el proyecto al Congreso, consulte con los gobernadores petroleros. Está claro: no hay guerra, tal vez en Neuquén se atajaron demasiado temprano por la dudas, pero ahora todo bien, solo quieren ver el juego.

Pereyra fue más allá. El mandamás de los trabajadores petroleros dijo que conoce el proyecto y, palabra más palabra menos, que es bueno porque trae previsibilidad en un horizonte de 20 años y además beneficia a las pymes locales, lo que significará más trabajo. Chan, chan, le gustó.

Es natural lo que ocurrió. Los intereses alrededor del petróleo y el gas son muy poderosos y cuando un gobierno habla de cambiar aunque más no sea una coma de las reglas de juego todos se atajan por las dudas, o peor aún, mueven sus piezas en función de bloquear o torcer cualquier iniciativa, no ya las que pudieran perjudicarlos, sino directamente las que no les proporcionen nuevos y más jugosos beneficios.

Como dijo alguna vez el ex presidente uruguayo “Pepe” Mujica, tal vez con algo de conformismo pero con mucho más de realismo, tener petróleo es un problema. Son tantos y tan fuertes los intereses que se mueven en torno a la gallina de los huevos de oro. Ni hablar de los que en lugar de gallina tienen una vaca, aunque esté muerta.

Si se escucha a algunos voceros de las empresas, pereciera que el del petróleo fuera el peor negocio del mundo… Y si se escucha la queja plañidera de algunos gobernadores (no solo los sucesivos mandatarios neuquinos), dirán que sí pero…

Hasta un ex secretario de Energía de un gobierno radical deslizó que el proyecto (al que admitió no conocer) podría contemplar aportes del Tesoro Nacional…

Pero vamos, ¿tan mal negocio es el petróleo?