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La irrupción del ex vicegobernador Rolando Figueroa en el escenario político, luego de un año de autoimpuesto silencio, promete ponerle un poco de pimienta a la aburrida interna del MPN para los próximos tres años.
Aunque se presenta con tono conciliador y asegura que viene a participar de la “reconstrucción”, seguramente porque estima necesario atenuar el recuerdo de su intento de romper el partido, Figueroa tiene unas ganas enormes de convertirse en el candidato a gobernador del partido provincial para el 2023.
Si bien todavía suena prematuro pensar en las elecciones a gobernador, bien se sabe que una candidatura con posibilidades se construye con dos o tres años de caminar la provincia y hablar persona a persona.
En todo caso Figueroa llega un tanto retrasado, porque el vicegobernador Marcos Koopmann y el titular del Copade y hermano del gobernador, Pablo Gutiérrez Colantuono, aunque ambos a media máquina, ya vienen juntando masa crítica cada uno por su lado.
Tanto el regreso a escena de Figueroa como la aparente determinación de Omar Gutiérrez de sostener o al menos consentir la candidatura de su hermano, ponen crisis la política de traspaso generacional lanzada por Jorge Sapag en 2015.
Al momento de resolver el problema de su sucesión Sapag, imposibilitado de forzar el texto constitucional para seguir otra vuelta, aunque más no fuera en un enroque gobernador-vice con Ana Pechen, decidió traspasar el gobierno y el partido a dos de sus jóvenes pupilos, Gutiérrez y Figueroa, ambos de otra generación y de otra escuela política, surgida de los años de auge del neoliberalismo y ajena a cualquier forma de “populismo”.
Como se sabe, Figueroa nunca aceptó no ser el primero y puso en jaque al gobernador ungido por Sapag desde el primer día. Luego vino la interna que el ex vice perdió pero con un consistente 40% de los votos.
En lugar de darse por satisfecho y construir desde esa base suficientemente amplia, el “Rolo” cometió el desatino de denunciar a Sapag y Gutiérrez, y amenazó con ir por afuera del partido, un pecado mortal en el culto emepenista.
Por fortuna para él, luego reflexionó y decidió desistir para hacer campaña por la reelección de Gutiérrez. Pero aquello dejó una herida, particularmente con el actual gobernador, quien según contó aquí y allá el propio Figueroa es el único que sigue sin recibirlo.
Con Sapag en cambio parece haber reconstruido el diálogo, porque el ex gobernador se maneja con la máxima de su padre, el florido don Elías, quien afirmaba con inocultable sarcasmo que en política los agravios caducan a los 90 días.
Además de astuto como su padre, Sapag es un ajedrecista de la política que juega con todas las piezas del tablero sin hacerle asco a ninguna jugada, y seguramente entiende que aquello que no sirvió para una vuelta bien puede servir para la siguiente, porque en definitiva ¡quién sabe!
Ahora bien, para tener alguna chance de que el poder detrás del trono no lo vete, Figueroa deberá reunir volumen propio y por lo que ha mostrado hasta ahora si bien no le faltan ganas, que según mentaba otro filósofo emepenista, don Felipe, “es lo primero que hay que tener”, aún no parece tener un plan claro para lograrlo.
Como partido hegemónico con vocación de único, el MPN periódicamente se recicla a través de alguna figura que promete hacer lo que su partido no hace o no puede hacer, y que la oposición por comodidad o falta de creatividad no se atreve a plantear.
Así fue con Sobisch, por ejemplo, que llegó la primera vez revestido de una utopía progresista en boga por entonces, que incluía la proporcionalidad por sistema D’Hondt en la Legislatura, algo tenido hasta entonces poco menos que un suicidio en la liturgia del MPN.
Como el MPN gobierna y reparte pero ya no puede hacer lo que hace falta, que es transformar la estructura económica de la provincia, pasando de la renta hidrocarburífera a la actividad productiva, una figura audaz, capaz de prometer lo que parece imposible y con algunas ideas claras, podría renovar la confianza del electorado en un partido que hace agua.
Desde luego, esto mismo también vale para los otros dos candidatos latentes, Koopmann y Pablo Gutiérrez, aunque a esta altura una cosa parece segura: el esquema de poder delegado creado por Sapag ha hecho crisis.
Figueroa lo viene desafiando desde el principio y Gutiérrez ha cometido el pecado de no cortarle las alas a su hermano. Ninguna de las dos cosas estaba prevista en el trasvasamiento con condicionamientos dispuesto por Sapag.
También habrá que ver qué rol juegan los candidatos de la oposición Ramón Rioseco y el actual secretario de Energía Darío Martínez. Este último construyó un liderazgo durante la resistencia al ignominioso macrismo, pero que ahora está puesto a prueba en un cargo donde es difícil mantener a todos contentos.
La derecha, en cambio, tiene un liderazgo vacante desde que se fue “Pechi” Quiroga y aunque interesados no faltan hasta ahora no parece nadie con uña de guitarrero.
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