La deuda pública contraída una y otra vez en la Argentina, primero por la dictadura cívico-militar y luego por las experiencias neoliberales de Menem, De la Rúa y Macri, constituye un pesado lastre que impide el desarrollo autónomo del país.

Después de 50 años de experiencias desgraciadas, lo anterior debería estar claro para cualquier mortal en este país. Sin embargo, desde un sector de la sociedad se presenta reiteradamente el endeudamiento como una salida necesaria, cuando en realidad es el lubricante -junto con la corrupción- con el que funciona la dependencia del país con el poder financiero local e internacional y la hegemonía estadounidense.

Como se sabe, son los gobiernos populares los que se han tenido que hacer cargo del feroz endeudamiento heredado de las administraciones conservadoras que sucesivamente fundieron al país. El último ejemplo es el que se vive hoy día, después de la deuda catastrófica contraída por Macri con apoyo el capital financiero y los organismos internacionales de crédito.

Lo que parece tan claro, se repite década por medio en la Argentina y se replica en la mayoría de las provincias del país, entre las cuales por desgracia Neuquén destaca como ejemplo.

La provincia de Vaca Muerta percibe fuertes ingresos en divisas porque están atados al mercado internacional, pero ese regalo del subsuelo, que debería ser una ventaja en todos los planos, se ha constituido de la mano de sucesivas administraciones del MPN en un obstáculo que hipoteca su futuro.

Neuquén acaba de renegociar su deuda, reduciendo las tasas de interés y extendiendo cinco años los vencimientos, pero la traumática negociación, que se entendió más de la cuenta y estuvo a punto de terminar en default, no parece haber servido de mucho.

Como si nada hubiera ocurrido, el presupuesto votado la semana pasada  autorizó un nuevo endeudamiento por 31.000 millones de pesos, que se suma a la renovada autorización para tomar deuda por 140 millones de dólares, aprobada en marzo último. 

Neuquén cuenta con la quinta reserva de petróleo del mundo y la segunda de gas pero con ciertos modelos de administración económica no parece haber Vaca Muerta que alcance.

El viernes, durante la firma de un nuevo acuerdo fiscal entre el Estado nacional y las provincias, el ministro de Economía Martín Guzmán, instó a los gobernadores a no aumentar el endeudamiento en dólares y a ir reduciéndolo.

Precisó que la deuda en moneda extranjera termina conspirando contra el federalismo, ese que tanto proclaman algunos gobiernos como en neuquino.

El federalismo popular-desarrollista implantado por el MPN, que construyó la infraestructura original, creó las escuelas y el sistema público de salud más celebrado del país, se ha ido transformando en un modelo rentista, incapaz de transformar los enormes recursos que proporcionan el petróleo y el gas en un desarrollo industrial que asegure la expansión de las fuerzas productivas.

Hace ya tiempo que los gobiernos emepenistas gastan por encima de lo que producen para sostener una maquinaria clientelista y prebendaria que les asegura ganar elecciones y conservar indefinidamente el poder.

A diferencia de los hombres que los precedieron, surgidos de capas populares a las que se debían, buena parte de la dirigencia actual del MPN se educó durante el auge de la receta neoliberal y en muchos sentidos se siente más cerca de los jabonosos enunciados de la derecha que del tantas veces demonizado “populismo”.

Por desgracia, por ahora no parece que de las filas de una oposición, relativamente cómoda con un sistema que, con un poco de buena voluntad no deja a nadie de pie, vaya a surgir el proyecto capaz de tomar el relevo de un modelo agotado.