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06/09/2020

Contratodo

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Foto por Pepe Mateos.

En Juntos por el Cambio no tienen razón, se oponen a todo no importa cuál sea el argumento y no les importa la convivencia democrática. En el otro extremo hay un presidente que practica un estilo basado en el respeto y el pluralismo.

Héctor Mauriño

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Esta semana se confirmó claramente que la oposición de Juntos por el Cambio está decidida a impedir el funcionamiento de la democracia a cualquier precio.

Esta vez, los diputados de esa fuerza impidieron en funcionamiento del Congreso, pero ya está visto que poco importa si se trata de las normas sanitarias que impone la pandemia, la defensa de los recursos del Estado saqueados por la firma Vincentin, el intento de sanear el funcionamiento de la justicia federal arrasada por Macri, o imponer una contribución puntual a las grandes fortunas para paliar la crisis agravada por el Covid. En todos los casos la respuesta es una oposición cerrada, irracional y desestabilizadora.

Este mecanismo perverso por parte de integrantes de la misma fuerza que acaba de arrastrar la justicia por el lodo, endeudar al país por cien años y destruir el tejido productivo, va acompañado por una campaña cerrada de mentiras y tergiversaciones, armadas a cara de perro por la prensa canalla y en buena medida guionadas por la embajada de Estados Unidos.

El gran patotero del norte, ya se sabe, no quiere países soberanos en su “patio trasero” y ha estado detrás del golpe cívico militar que permitió instalar a Bolsonaro en Brasil, del cuartelazo policial militar en Bolivia, de la traición de la dirigencia popular en Ecuador y de la guerra sin cuartel a la Venezuela bolivariana. También, claro, detrás de la fracasada reelección de Macri.

Cualquier observador mínimamente avezado ya tiene datos más que suficientes como para darse cuenta de que esta conducta antidemocrática, obstaculizadora y desestabilizadora del macri-radicalismo vino para quedarse, y que muy probablemente habrá que convivir con ella no solo durante toda la pandemia sino muy probablemente también durante todo el período constitucional del presidente Alberto Fernández.

No tienen razón. Se oponen a todo no importa cuál sea el argumento y no les importa la convivencia democrática, sencillamente porque no les sirve para sus planes. Por si hacía falta una demostración más, la mentada “grieta” es un negocio de la derecha, un sector sin votos, sin ideas y sin escrúpulos, que vuelta a vuelta se dedica a saquear el país.

En el otro extremo de estos desvelos reaccionarios está el gobierno democrático surgido de las elecciones con un amplio respaldo y un presidente que practica un estilo basado en el respeto y la templanza.

Alberto Fernández no ha cejado en su esfuerzo por desmontar una a una las operaciones mediáticas de los medios monopólicos y sus socios de JpC, se toma el trabajo de atender a todos los periodistas mercenarios que buscan hacer méritos contribuyendo a su desestabilización, y responde sin perturbarse sus golpes bajos y sus mentiras insidiosas (esta semana les tocó a los perros de presa de TN).

La pregunta que muchos podrían formularse es si realmente este estilo cordial y respetuoso de Fernández sirve o no de algo. La respuesta la vienen danto por un lado las encuestas y por otro las fisuras dentro del mismo campo de JpC.

El sector más duro de Cambiemos, los empresarios y la pata mediática usan la pandemia para agitar entre sectores minoritarios con argumentos falsos: que se liberaron presos; que el Estado se quería quedar con Vicentin, que la reforma judicial busca la impunidad o que no hay libertad.

Pero todas las encuestas que han tomado estado público hasta ahora le otorgan a Fernández no menos del 60% de consenso en el manejo de la pandemia. Solo una minoría, algo más de 1 de cada 10 personas lo califican de malo o muy malo. Los anticuarentena hacen daño, mucho, pero son una minoría.

Además, alrededor del 51 % de los encuestados está de acuerdo con concretar una reforma judicial, mientras que los que se oponen redan el 39 %.

En cuanto a la imagen presidencial acumula el 59 % de aprobación, un poco menos que al comienzo de la cuarentena porque los cinco meses de aislamiento sin duda repercuten, pero Fernández sigue por arriba del 48 por ciento de los votos que sacó en las elecciones.

Por el lado de las relaciones con la oposición, las jugadas amplias y generosas de Fernández, enderezadas a lograr la unidad de los argentinos frente a una circunstancia tan difícil como la pandemia, también parecen demostrarse acertadas.

No faltaron quienes criticaron al presidente por sentar a su lado a Larreta. Se preguntaban en qué medida eso traía al porteño al juego de Fernández y en qué medida ocurría lo contrario, el presidente estaba “inflando” a nivel nacional a un dirigente, al fin y al cabo, de distrito.

Sin embargo, y aunque es un hecho que Larreta puso buena cara e hizo en buena medida su propio juego, las fisuras en el seno de la oposición hablan del acierto de la jugada presidencial.

Está claro que a pesar del cacareo, JpC está averiado y sin liderazgo. Las diferencias entre los ‘antitodo’ como Bullrich, Macri, Cornejo o Pichetto y los más moderados o que se ven precisados a gestionar como Larreta, Monzó, Massot, Frigerio, Santilli, Ritondo se han profundizado. Eso, más allá de que en el fondo todos sigan manteniendo contradicciones insolubles con cualquier gobierno popular.

Así visto el panorama, la estrategia de Fernández parece estar dando resultados. Además de ser por lejos el presidente latinoamericano con mayor consenso, hoy parece haber sumado con sus políticas a un sector que si bien estaba descontento con los desatinos de Macri nunca hubiera votado de buen grado al peronismo.

29/07/2016

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