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16/08/2020

Derecha

Derecha | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

No solo está en juego la suerte de un gobierno que ha venido a reparar los enormes daños hechos por el macrismo sino también la posibilidad de que surja en la Argentina una derecha civilizada.

Héctor Mauriño

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No es del todo cierto lo que dicen el intendente de la capital federal Horacio Rodríguez Larreta y su vice Diego Santilli, cuando afirman que la movilización anticuarentena y contra el gobierno prevista para mañana no es partidaria.

"El Pro no convoca a la marcha", se atajó Larreta al ser consultado sobre la marcha opositora convocada a través de las redes sociales bajo la excusa del aniversario de la muerte del general San Martín

Santilli, a su turno, se expresó en términos parecidos: “quiero aclarar que no es una convocatoria partidaria. Cada dirigente es una definición en sí misma de cada uno de ellos", apuntó.

Desde ya la marcha junta a muchas cosas diferentes, desde un odio ciego al peronismo hasta "una minoría intensa, terraplanista de la política”, como advirtió el propio presidente. También miedo, prejuicios e ignorancia potenciados por la incertidumbre que trajo la más grave crisis sanitaria en un siglo.

Sin embargo, la marcha opositora tiene en la presidenta del Pro, Patricia Bullrich, a una de sus principales promotoras. Ella lo dejó sentado al afirmar: "El 99% de adherentes al Pro sienten que deben estar allí con su bandera”.  

Por si hiciera falta más, desde la Costa Azul Mauricio Macri respaldó al ala dura de su partido y convocó a sus simpatizantes a manifestarse en defensa de la libertad (je je). Otros referentes de Juntos por el Cambio y figuras públicas como el actor Luis Brandoni, a quien aparentemente lo popular lo desestabiliza, también apoyaron la iniciativa. 

En todo caso, la que sí plantea la marcha de mañana es cierta profundización de las diferencias -no alcanza todavía para llamarlas grieta- en el seno de Juntos por el Cambio.

Hay un ala dura, implacable, de cuño golpista, que quiere impedir a cualquier precio que el gobierno surgido de la voluntad popular lleve adelante una serie de cambios y reparaciones necesarios. Y otra más moderada que administra ciudades o provincias y no quiere darse la cabeza contra la pared.

En realidad, la política que está desarrollando Fernández en plena pandemia pone a una parte de la oposición, esa que está frente al desafío de gobernar, ante un dilema: hacer suyo en cierta medida el planteo racional, no agresivo y no rencoroso que plantea el presidente o escindirse de la realidad.

Cuando es invitado a sentarse junto al presidente ante las cámaras, a Larreta se lo ve distendido por el buen trato pero haciendo equilibrio en el discurso para no salirse de la lógica oficial ni enajenarse el apoyo de sus propias bases. 

Está claro que habla para un público diferente al de Fernández y Kicillof. También que más allá de las promesas que formula junto a Alberto, termina haciendo concesiones a un sector de la derecha porteña que delira con la cuarentena y con el “populismo”, al liberalizar peligrosamente los controles bastante más allá de lo que admite en el discurso.

Por otra parte, ya hubo cortocircuitos con los sectores duros del Pro que encarnan Patricia Bullrich y el propio Macri, Larreta se cuenta entre los que marcaron la cancha internamente contra los planteos más ultras, que los colocan a él y a todos los de Juntos por el Cambio con responsabilidad de gestión en una difícil situación frente a sus votantes y, claro, ante las autoridades nacionales.

Y no se trata acá de un toma y daca a la medida del que estableció el macrismo para ganarse a algunos gobernadores que no eran del palo. Lo que plantea Alberto Fernández es político. Y no tiene mayores fisuras como para cuestionarlo racionalmente.

Aparentemente, a pesar de estas diferencias que existen y que por momentos amenazan con sobrepasar la categoría de matices, ni Larreta ni muchos de los dirigentes de primera línea de JpC que todavía están en funciones públicas, puede despegarse totalmente de Macri y su entorno más cercano.

Algunos de los escándalos que salpican al inimputable del ex presidente, como las escuchas ilegales, la mesa judicial para presionar sobre la justicia o las concesiones cargadas de irregularidades podrían envolverlos a ellos también en cualquier momento. Sin contar con que con la mafia no se juega.

Por ahora, la pandemia de Coronavirus todo lo tiñe y aunque también todo lo complica facilita ciertos consensos. Pero cuando avance el tratamiento de algunos de los planteos realmente transformadores que impulsa Fernández, la ambigüedad actual de los sectores “más civilizados” del Pro se verá puesta a prueba.

El presidente está demostrando que cuenta con una paciencia y una ‘buena leche’ a prueba de balas. Son incontables las zancadillas que la oposición, los medios antiargentinos y la justicia vendida le ponen a cada rato, como también incontables las reacciones templadas y docentes de Fernández para que no queden mentiras sin contestar.

En el fondo, no solo está en juego la suerte de un gobierno que ha venido a reparar los enormes daños hechos por un grupo de inescrupulosos enquistado en el poder nacional a fuerza de mentiras y estafas.

Lo que también se está jugando la Argentina es la posibilidad de que surja una derecha civilizada, una con noción de que existen los otros y con vergüenza de llevar nuevamente el país a la ruina.

29/07/2016

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