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Han transcurrido las elecciones en la Provincia de Buenos Aires con un resultado contundente, resultado que, por la cantidad de votantes que representa esa provincia, sirve para analizar el humor popular que existe frente a las elecciones nacionales de octubre y nos permite estimar (como su fuera una encuesta gigantesca) cual será el próximo veredicto de las urnas.
Triunfó claramente el progresismo, encabezado por el peronismo. Este triunfo no debería sorprender a nadie porque América Latina está envuelta en una nueva ola de pensamiento progresista, desde México al extremo sur, aunque hay observadores, especialmente extranjeros, a quienes les cuesta entender la persistencia del peronismo, posiblemente un caso único en la historia político mundial.
A pesar de la persecución a Perón y a sus simpatizantes a partir de 1955 e, inclusive, a la prohibición legal a nombrarlo y a la maquinaria de propaganda montada para desprestigiarlo, acusándolo (como se hace ahora con Cristina Kirchner) de delitos inverosímiles, y que, aunque lo llegaron a condenar, nunca pudieron probar, no lograron sus objetivos, sino que consiguieron convertirlo en un mito. Los generales que lo derrocaron prohibieron nombrarlo y, horrorizados, comprobaron que “El General” era el nombre que el pueblo daba al innombrable.
En 1972 Perón vivía en el exilio y, repito, todo el esfuerzo, a partir de 1955, de los sucesivos gobiernos militares y civiles para borrar su nombre habían fracasado; ya entonces, a 17 años de su derrocamiento, se había convertido en mito y su poder político crecía, al punto que al año siguiente sería plebiscitado y comenzaría su tercer mandato como presidente de los argentinos. Para explicar ese fenómeno, Enrique Silberstein (1920-1974) escribió el libro “¿Por qué Perón sigue siendo Perón?”, que hace muchos años está agotado y, hoy, es prácticamente inhallable.
Silberstein rescata “lo que hace a la esencia de la economía peronista es el aumento de sueldos, la consolidación de los ciudadanos, el surgimiento del obrero como ser humano. (…) De 1943 a 1945 el consumo interno aumentó un 20%, que el obrero tenía plata para gastar, que el empleado tenía dinero para comprar cosas. Aumentaban los sueldos, aumentaban los precios, pero el obrero y el empleado seguían adquiriendo los bienes y servicios de su nueva escala de consumo. Y todo eso se consolidó con el decreto que obligaba al pago de un mes complementario en concepto de aguinaldo a todos, fueran obreros, empleados, jefes, gerentes.”
Recalca la importancia de las vacaciones anuales pagas, que permitieron el desarrollo del sector turismo y enumera las conquistas laborales, la justicia en el fuero laboral y el fortalecimiento de los sindicatos. Sobre esto último permítanme transcribir un párrafo del libro:
“Cuánto infractor al impuesto a los réditos (actualmente ganancias) que andaba por ahí (o sea, todo el mundo), pretendió asombrarse ante la sospecha de corrupción en el manejo de los fondos en los sindicatos; cuánto contrabandista que taponaba el mercado con mercadería de cualquier país del mundo, se indignaba ante cualquier posibilidad de que los dirigentes sindicales se atrevieran a meter la mano en la lata; cuánto falsificador de balances comerciales que los presentaba al banco con la mirada más cándida y angelical, se arrancaba los pelos porque se decía que en algún sindicato se habían ocultado cifras, vales, recibos y otros papeluchos; cuánto coimero y coimeador andaba suelto, ponía los ojos en blanco, de puro horror, ante la menor insinuación de que los dirigentes sindicales hacían arreglos con los empresarios, cobrando gruesos tocos de guita, para firmar un convenio con menores exigencias que las pretendidas. Es todo algo así como aquellos versos de Alfonsina Storni: ‘Tú me quieres blanca/Tú me quieres alba/Tú que hubiste todas/Las copas a mano/ Tú que en el banquete/ Cubierto de pámpanos/ Dejaste las carnes/ Festejando a Baco/ Me pretendes blanca/ (Dios te lo perdone)/ Me pretendes casta/ (Dios te lo perdone)/ ¡Me pretendes alba!’”
Repetimos, porque es conveniente recordar, que el peronismo nació hace 80 años, que fue derrocado hace ya 70 años, que fue prohibido y sus seguidores perseguidos y encarcelados, pero que casi siempre ganó en cuanta elección participó. Esto último gracias a sus enemigos y a la comparación con los gobiernos que lo siguieron.
Y, como si fuera poco, los mismos representantes de clase, de la misma ideología, recrean un nuevo mito popular que refuerza al anterior, al de Perón y de Evita, que es el de Cristina, objeto de su persecución, Cristina muerta o presa.
Es que los Kirchner (Néstor y Cristina) representan la continuidad del peronismo, de la mejoría en las condiciones de vida, materiales y sociales, del trabajador y su familia.
En el libro de Silberstein se presentan los datos de la CEPAL sobre distribución del ingreso en nuestro país. Arranca en 1946 con los sueldos y jornales que representaban un 40% del ingreso total, porcentaje que fue subiendo hasta el 50% alrededor de 1952-54; a partir de 1955 (año del derrocamiento de Perón) la tendencia se revierte hasta que en 1962 baja al 41%. Posteriormente tuvo alzas menores durante el gobierno de Illia, 1963-66, y, fuera de la serie numérica del cuadro, que llega hasta 1965, durante el gobierno de Cámpora-Perón (1973-75). Después hubo que esperar a la década 2003-2013 para que la distribución volviera a arañar el mítico 50 y 50 por ciento.
Creo que la mejor medida del bienestar material de un pueblo es el índice de Sen (S), propuesto por el economista Amartya Sen en un artículo de 1976, que se construye tomando el PBI per cápita (como promedio de la riqueza material, bienes y servicios producidos) multiplicado por un índice de equidad en la distribución del producto; para este último propone tomar uno menos el índice de Gini (G) que mide la inequidad distributiva del ingreso (0 para la igualdad de ingresos y 1 para la absoluta desigualdad) de forma que el índice de Sen (S) es:
S = PBI/Hab.(1 - G)
Es decir, S varía entre el PB I/Hab como máximo y 0 como mínimo.
Para nuestro país tuvo un máximo relativo en 1974 (tercera presidencia de Perón); luego bajó hasta el 2003, fecha en que se revirtió, empezó a mejorar y alcanzó su máximo histórico en el año 2015 (8.053,8), último año de la presidencia de Cristina Kirchner. Luego el deterioro con Macri, con la pandemia y con Milei. El último dato (diciembre del 2024) da 7.752,6.
Todas estas son las razones, diría Enrique Silberstein, por la que Perón sigue siendo Perón y el progresismo, personificado en este caso en Cristina Kirchner y Axel Kicillof, ha ganado las últimas elecciones.
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