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He ahí una clave del inaudito mantenimiento de una estructura de gobierno que no solo es insensible a las necesidades populares, sino que acumula acciones que agravan sus necesidades.
Desde esta misma columna hemos sostenido (
del 16/03/2025) la necesidad de superar la etapa de debilidad que atraviesan los sectores políticos que no comulgan con el oficialismo. Obviamente, no esperamos que lo hagan los opositores amigables que, excusándose en la “defensa de la gobernabilidad”, corren presurosos en auxilio de un régimen flaco en recursos parlamentarios y mucho menos esas dirigencias tan permeables a la compra de sus voluntades y tan proclives a incurrir en la deslealtad hacia sus votantes.
Pero, si deseamos evitar la disolución nacional a manos de un conjunto de aventureros despojados de cualquier interés por la Patria, es imperioso recuperar la iniciativa y generar propuestas concretas para la reconstrucción del país.
Tras los años infaustos del macrismo, que entre 2015 y 2019 gobernó asociado a sellos menores cultores de un seguidismo bobo (aunque retenga algunas gobernaciones, resulta arduo eximir a la UCR de esa categoría), la máxima expresión del campo nacional y popular concibió una alternativa exitosa en lo electoral aunque inconducente y estéril en cuanto a la ejecución de un programa de gobierno capaz de instalar matrices productivas sólidas y perdurables.
Es cierto que debió correr con el infortunio de una pandemia global cuyas consecuencias aún no están convenientemente establecidas, pero la única excepción de la administración de Alberto Fernández a esa conducta fue -justamente- la de sus decisiones para impedir estragos aún mayores ante la emergencia del Covid 19. En ese sentido, las políticas sanitarias implementadas aún no han sido debidamente justipreciadas y continúan sufriendo el escarnio promovido política y mediáticamente por grupos sempiternamente alineados con intereses antinacionales.
Ese reconocimiento justo no impide, sin embargo, advertir que gobernar sin un plan estratégico claro, una conducción firme y un acompañamiento consistente de equipos de trabajo competentes y bien integrados, prepara el terreno para el surgimiento de un engendro como el que hoy gobierna.
Vivimos atravesados por acciones disolventes, enfrentamientos debilitantes, divisiones solo útiles para favorecer a un adversario que bien puede caracterizarse de enemigo.
La resistencia ante la política de coloniaje implementada por Milei y su séquito no puede prescindir de un necesario complemento: la edificación de un programa integral de gobierno, que aglutine voluntades patrióticas, que sea reparador de los desmanes actuales y que -al mismo tiempo- construya bases robustas para un desarrollo industrial sostenido, desarticule la trama de intereses económicos, políticos, mediáticos y gremiales que protege al negocio de exportación de productos primarios, recupere la calidad de nuestros castigados sistemas de salud y educación públicos y genere protecciones ante el ataque despiadado que el sistema mediático hegemónico desatará en defensa de sus intereses y privilegios.

Gramsci hablaba de un claroscuro poblado de monstruos, localizado entre la agonía del viejo mundo y la demora del nuevo en nacer. Necesitamos con urgencia que la oposición despierte de su siesta prolongada y apresure el parto de una nueva realidad si no queremos sufrir una paliza equivalente a la de la selección verdeamarelha.
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