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Columnistas
28/05/2023

El poder de las trasnacionales

El poder de las trasnacionales | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

América Latina debería buscar su propio camino de desarrollo social, político y económico, en base a la unidad e integración productiva, sin incorporarse a ninguno de los bloques de la actual puja hegemónica.

Humberto Zambon

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Diversos estudiosos a principios del siglo XX analizaron un fenómeno entonces relativamente nuevo en la organización económica mundial: el crecimiento del poder de los monopolios y su entrelazamiento con los intereses de los estados nacionales que dio origen, a partir de los años 1870, del imperialismo. Lo estudiaron, desde distintas ópticas, Hobson, Hilferding, Kautsky, Rosa Luxemburgo, Bujarín ("La Economía Mundial y el Imperialismo")y, en texto clásico, Lenín ("El imperialismo, fase superior del capitalismo"). Este último sintetiza el fenómeno enunciando los cinco caracteres fundamentales:

"1- La concentración de la producción y del capital ha llegado hasta un grado tan elevado de desarrollo que ha creado los monopolios, los cuales desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2- La fusión del capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este capital financiero, de la oligarquía financiera; 3- La exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercaderías, adquiere importancia particularmente grande; 4- La formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo, y 5- La terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes".

En el casi siglo y medio transcurrido desde que comenzó el fenómeno, los monopolios nacionales siguieron creciendo, superaron el corset que significaba la pertenencia a un estado y, sin perder los nexos con la nacionalidad de origen, se volvieron trasnacionales. En un principio parecía muy discutible la segunda característica enunciada por Lenín, ya que, en general, eran los grandes conglomerados productivos (Dupont, General Motors, etc.) quienes crearon bancos para financiar sus operaciones, por lo que la subordinación parecía a favor de los ejecutivos de las empresas industriales. Pero a partir de la crisis de los ’70 del siglo pasado creció el sector financiero, entrelazado con los monopolios de la economía real, crearon una verdadera mutación capitalista convirtiéndolo el capitalismo industrial en capitalismo financiero y haciendo realidad lo de la “oligarquía financiera”.

Respecto al tercer punto de los enunciados por Lenín, hay que tener en cuenta que el comercio de mercancías ha seguido creciendo, a la par de la exportación de capitales y, respecto al quinto y último, que luego de la segunda guerra mundial se produjo la descolonización formal del mundo, con la independencia política de las excolonias, y la creación de nuevos lazos de dependencia (propiedad de los medios de producción, deuda pública, comercio) que el Papa Francisco ha denominado como neocolonialismo

Para tener una idea del poder de las empresas trasnacionales (en adelante, ETN) basta saber que la UNCTAD en su informe del 27-2-13 estimó el comercio mundial en 20 billones de dólares de los cuales el 80% correspondía a las cadenas de valor manejadas por las ETN. Unos años después, pero antes de la pandemia, según datos aportados por José Natanson (“Le Monde Diplomatique”, noviembre de 2016) las 28 principales corporaciones financieras mundiales se calculaba que manejan entre comercio externo e interno, un total de 50 billones de dólares anuales (u$s 50.000.000.000.000), lo que significa un promedio de 1,8 billones cada una.

A partir de entonces aumentó la concentración económica por lo que el poder económico es mayor, aunque la novedad es la aparición de ETN chinas, empresas de capital público y privado, que incluso han adquirido la mayoría del capital de algunas ETN europeas, lo que les facilita su incorporación en el comercio occidental. Es una manifestación más de la lucha por la hegemonía mundial.

A título de comparación, el PBI mundial, es decir, el total de bienes y servicios producidos en todo el mundo durante un año calendario, en el año 2016 sumaba 75 billones de dólares; las 28 principales entidades financieras manejan el equivalente a los 2/3 del producto mundial. Actualmente el PBI mundial, dado el crecimiento y la pérdida de valor del dólar, ha sido calculado en 96,5 billones de dólares corrientes; manteniendo la proporción de los 2/3, significaría que las ETN manejan actualmente 64,3 billones de dólares anuales (en promedio, 2,3 billones cada una) ¿Quién puede dudar de su poder? Otra comparación odiosa: el PBI argentino es de aproximadamente 500 mil millones de dólares; cada una de esas instituciones (en promedio) maneja más de 4 veces y media la riqueza generada en nuestro país durante un año.

La estructura nacional aparece como una traba para el funcionamiento de ese capitalismo financiero trasnacional. Por eso los intentos de lograr acuerdos de libre comercio que les asegure mercados y los privilegios del usufructo de las patentes, como es el caso de los medicamentos. Se trata de convenios bilaterales o multilaterales (especialmente de Estados Unidos con países americanos, como el de libre comercio con Canadá y México). El más ambicioso fue el ALCA (“Acuerdo de Libre Comercio de América”) impuesto por Estados Unidos al resto de américa, que avanzó hasta que en la reunión de Mar del Plata en el año 2005 se plantaron los gobiernos de Argentina, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Brasil, decretando su fin.

Ha habido muchos otros intentos de acuerdos de libre comercio. Por ejemplo, en el año 2012 quedó formalmente constituida en Chile la Alianza del Pacífico, que integran ese país, Perú, Colombia y México, todos tenían acuerdo de libre comercio con su promotor, Estados Unidos, y que se veía como el primer paso para el Tratado Trans-Pacífico (TTP) que finalmente se constituyó en el año 2016 con un total de 12 países, pensado también para frenar el avance chino y que significaría un mercado de 1.000 millones de habitantes y 40% del PBI mundial. Cabe señalar que en el año 2017, presionado por los obreros industriales de su país, muchos de ellos desocupados, Trump retiró a Estados Unidos de este acuerdo.

En forma simultánea, con los mismos principios de libre comercio y protección a la propiedad intelectual, se viene negociando la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP por su sigla en inglés) de Estados Unidos con la Unión Europea, así como un acuerdo de libre comercio entre la UE y Canadá (CETA). Estos proyectos afectan a normas sociales y ambientales e, inclusive, crea un sistema de solución de diferendos a medida de los intereses de las corporaciones transnacionales. Pero estos dos acuerdos, a pesar de lo avanzado de las negociaciones, a medida que los pueblos europeos toman conciencia de sus consecuencias están encontrando cada vez más resistencia social por lo que va a ser muy difícil su aprobación final. Como dijo Jennifer Morgan, vocero de Greenpeace Internacional, “para millones de personas en Europa y en América el CETA y el TTIP amenazan la protección del medio ambiente y de los consumidores”.

Hay que mencionar también las conversaciones para un tratado de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur, que había tomado impulso durante los gobiernos conservadores de Brasil (Bolsonaro) y Argentina (Macri). En este caso la principal oposición estuvo a cargo de los productores primarios de Europa.

Cabe una aclaración: la integración económica entre países de riqueza similar permite, como lo demostró la Unión Europea con el comercio interno intraindustrial, el desarrollo de todos sus miembros por la ampliación del mercado y el intercambio compensado. En cambio, la integración cuando existe profunda diferencia entre los participantes, con una potencia dominante, equivale a encerrar a un estanque a un tiburón con muchos peces chicos: estos tienden a desaparecer.

Es lo que hubiera pasado con el ALCA o con los tratados de libre comercio con países desarrollados (sea Estados Unidos o la Unión Europea) que tratan de imponer los poderes trasnacionales.

América Latina debería buscar su propio camino de desarrollo social, político y económico, en base a la unidad e integración productiva, sin incorporarse a ninguno de los bloques de la actual puja hegemónica, pero manteniendo relaciones normales con todos, según sus necesidades y conveniencias.

El Mercosur ampliado y las UNASUR son ejemplos del camino a emprender.

29/07/2016

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